Juicio al 'procés'

De cómo el independentismo buscó poner al Estado contra las cuerdas «sin que se rompieran»

"Se trataba de tensar la cuerda pero que no se rompiera" reconoce, abiertamente ante el tribunal, el ex consejero de la Generalitat de Cataluña, Santiago Vila. "Algunos tuvimos, hasta el último segundo, la plena convicción de que no se llevaría a efecto el 1 de octubre", asegura en respuesta a las preguntas de la Fiscalía.

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El ex consejero Santiago Vila dimitió, con la últimas luces del día, un aciago 26 de octubre de 2017, horas antes de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Dimitió «frustrado», declara, porque tras la celebración del referéndum del 1-O, en el seno del movimiento separatista catalán «nacieron diferencias irreconciliables sobre qué había pasado y cómo interpretar el resultado de las urnas».

«Algunos veían el referéndum como una movilización que obligaba y otros estábamos convencidos de su importancia pero conscientes de que más de dos millones y medio de catalanes, no independentistas, se quedaron en casa al no sentirse interpelados por ella» narra el ex consejero frente a la Fiscalía. «Debíamos ser el Gobierno de todos y eso era el sentimiento mayoritario, creo», apostilla.

Vila se había convertido ya en una voz discordante en el Govern aunque, sostiene, el mismísimo Puigdemont -al que anhela en su actual lejanía, recordemos, como fugado de la Justicia- prefería «mantenerle dentro». Y se quedó a su lado: «El riesgo compensaba porque tenía la sensación de que era útil al presidente, al Govern y al conjunto de los catalanes».

«Se trataba de tensar la cuerda pero sin que se rompiera» reconoce, abiertamente ante el tribunal, Santi Vila. Es la primera vez, en el transcurso del juicio, que se escucha algo parecido a una suerte de estudiada y milimétrica voluntad ‘golpista’. Pero matiza: «Algunos tuvimos, hasta el último segundo, la plena convicción de que no se llevaría a efecto el 1 de octubre». Y continúa: «Nos acompañará toda la vida el dolor de ver aquellas imágenes» (de violencia policial) «pero esas semanas muchos nos comprometimos para evitar la suspensión del autogobierno que ya era una amenaza de la que se nos advertía desde el Gobierno central».

«Esas semanas muchos nos comprometimos para evitar la suspensión del autogobierno que ya era una amenaza de la que se nos advertía desde el Gobierno central»

Y a buena fe que, el bueno de Santi, siempre según su versión, intentó todo lo humanamente posible para «desescalar» aquel escenario de tensión que ‘apretaba’ desde los sectores más radicales del separatismo. «Algunos prometían la independencia y se van a quedar sin la autonomía, se nos decía» lamenta. Motivo por el que tanto él como algunos otros «interlocutores políticos, religiosos, de la empresa e institucionales», empezaron «no una negociación», en sentido estricto, «pero sí una aproximación sincera» para desactivar «aquel despropósito» que acabó terminando tan mal. Especialmente para quien hoy lo recuerda y once más, si me permiten la addenda.

Vila sitúa en aquel escenario improvisado -y con ello implica en su declaración- a «altos dirigentes del PSOE y del Gobierno de España» que -«en contra de lo que se publicaba en aquellos días», matiza el ex consejero- «tenían interés» en «evitar el choque de trenes», como tradicionalmente ha definido el independentismo al ultimátum catalanista frente al Ejecutivo popular de Rajoy.

Reconoce el ex consejero que las movilizaciones ciudadanas «no condicionaban necesariamente la proclamación de la independencia» y se refiera a ellas como manifestaciones de «protesta legítima para sacar del inmovilismo al presidente del Gobierno», en referencia a Mariano. Rajoy «mantuvo las vías de diálogo siempre abiertas» aunque no cuajaron sin embargo, en una operación «efectiva», lamenta. El directo de izquierda ya está lanzado al maxilar de quien habrá defenderse como testigo (el próximo martes 26 de febrero a partir de las 16.00).

«Lo que habíamos acordado discretamente sin publicidad se torció por el clima de desconfianza»

«Formé parte de todo ello» dice con orgullo «y creo que el 25 de octubre lo habíamos conseguido y nos fuimos a dormir aquella noche» – que le acabará costando «la carrera política, de momento», y «quizás más cosas» vaticina- «con aquella sensación de paz interior de que no íbamos a tomar ninguna decisión unilateral, ningún tipo de declaración que, aunque solo fuese formal o política, pudiera resultar ofensiva e inflamatoria» narra Vila. «Íbamos a convocar elecciones autonómicas», suelta el gancho de derecha. Silencio sepulcral en la sala.

Abunda: «Lo que habíamos acordado discretamente sin publicidad, se torció por el clima de desconfianza. Le dije a Puigdemont que había dado mi palabra y ahora no podíamos, por la presión de las redes sociales, desdecirnos». Apunta el ex consejero que él entendió que eso generaría «una confusión generalizada». «Si no somos capaces de gestionar emocionalmente esto, me voy y dimito», la operación quedaba definitivamente noqueada y Vila se desmarcaba. Lo demás, lo conocen.

La prosa de la vida, por Jordi Sánchez

Jordi Sánchez llega a la sala de vistas con un libro de Joan Carles Mèlich Sangrà bajo el brazo. ‘La prosa de la vida’ preside su declaración, casi de forma bíblica, como si sobre ella prestase juramento el que, como en la primera sesión hizo Junqueras, se considera «preso político y de conciencia». Tiene mucho de premonitorio el texto filosófico que define la prosa como «un tiempo trágico, cómico y dramático». A imagen de lo que será la propia argumentación de Sánchez.

Dedica buena parte de su interrogatorio el fiscal Zaragoza a demostrar la violencia frente a la Consejería de Economía de la Generalitat, aquella extensa jornada que ha dado en abreviarse como 20S. Ni los vehículos destrozados de la Guardia Civil, ni el robo de las armas largas que se alojaban en su interior, ni las concentraciones multitudinarias que imposibilitaron la salida de la comisión judicial por los cauces ordinarios hasta altas horas de la madrugada -recordemos a la secretaria escoltada y saltando de tejado en tejado- tienen ninguna base de certeza ni relevancia. Se trató de «una reivindicación pacífica» según Sánchez. Una broma macabra, a la vista de las imágenes que exhibe la Fiscalía.

«No hubo ninguna convocatoria para impedir nada, era una acción de protesta y eso se realizó con mucha naturalidad durante toda la jornada, fueron 12 horas de movilización con un escenario en Rambla Cataluña-Gran Vía porque daba más espacio, la convocatoria combinaba la parte lúdica y festiva con reivindicativa», asegura. Pese a que tuvo que, a golpe de megáfono, lanzar hasta dos llamadas a la calma para desconvocarla.

Sánchez es el mismo líder y activista que se resiste a reconocer la existencia de policías heridos durante el 1-O. Admite algunas «contusiones» en el caso de algunos agentes pero subraya que lo que le consta son «los ciudadanos heridos». Trata, una vez más, de escurrirse y evoca para ello el recuerdo de cómo un hombre perdió la visión de un ojo, por culpa de una pelota de goma, y otro sufrió un infarto. El fiscal Zaragoza entonces contraataca y le recuerda que, precisamente, «fue el jefe del dispositivo policial el que le atendió». «El hombre salvó la vida» asiente Sánchez con mucha prosa. La prosa del relato separatista y vuelta a empezar en el bucle.

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