El final de la escapada de Artur Mas
“Ya no podemos dar marcha atrás”. Es el último mensaje que ha lanzado el president Artur Mas ante unas elecciones autonómicas, las de este domingo, en las que busca revestirse de la legitimidad de las urnas para poner en marcha el proceso de independencia de Cataluña. Una apuesta en la que pretende utilizar todos los resortes de poder que le otorga la Constitución para hacer saltar por los aires la legalidad constitucional.
La Secretaría de Asuntos Exteriores de la Generalitat, que depende del conseller de Presidencia Francesc Homs, ha gastado este año 10 millones de euros en un intento de ganarse la opinión pública internacional a favor de su proyecto secesionista.
Esta cifra incluye el alquiler de ocho “embajadas” en el extranjero, la contratación de un lobby dirigido por el exembajador británico Peter Collecott para presionar a las principales cancillerías y la celebración de conferencias en cuatro continentes para dar a conocer el nacimiento del nuevo “Estado emergente” catalán.
Si la intención era “internacionalizar el proceso”, Mas sólo ha logrado que el presidente Obama, la canciller alemana Angela Merkel, el primer ministro británico David Cameron, el expresidente francés Nicolás Sarkosy y el presidente de la Comisión europea, Jean-Claude Juncker, adviertan sobre la soledad en la que se encontraría una Cataluña fuera de la Unión Europea.
La CUP veta a Mas como presidente
Artur Mas es consciente de que se enfrenta al final de su escapada. Según la última encuesta del CIS, su candidatura de Junts pel Sí obtendría diez escaños menos de los que suman en la actualidad CiU y ERC en el Parlament catalán.
Por lo tanto, esta plataforma (en la que también se han integrado la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural) solo tendrá mayoría absoluta si logra el apoyo de los radicales de extrema izquierda de la CUP, que difícilmente aceptarían a Mas como president de la Generalitat.
La cita de hoy en las urnas no hará sino abrir la pugna, hasta ahora soterrada, entre Artur Mas y el líder de ERC, Oriol Junqueras, que ocupan los puestos número 4 y 5 de Junts pel Sí. Y aun en el caso de que logre mantenerse al frente de la Generalitat y ponga en marcha el proyecto de secesionista, el futuro político de Mas podría pasar por la inhabilitación para ocupar cualquier cargo público, una vez entre en vigor la reforma del Tribunal Constitucional.
El PP y Ciudadanos, los dos principales partidos que defienden abiertamente la convivencia dentro de una España unida, se enfrentan a otro reto: sus expectativas electorales dependerán de su capacidad de movilizar el voto del cinturón urbano de Barcelona.
El «corralito» ideológico
Porque esta es la auténtica “singularidad catalana”: según las encuestas, la mayoría de la sociedad catalana rechaza el proyecto de independencia. Pero en las elecciones autonómicas los partidos secesionistas obtienen mayoría en el Parlament porque una parte del electorado urbano opta por no acudir las urnas. Es el resultado del “corralito” ideológico implantado por el nacionalismo catalán.
El imaginario colectivo creado por los nacionalistas sitúa el inicio del proyecto secesionista de Artur Mas en la decisión del Tribunal Constitucional de recortar el Estatut de Autonomía que había alentado Rodríguez Zapatero. Un Estatut que despertaba tanto entusiasmo en la sociedad catalana que ni siquiera el 50% del censo electoral participó en el referéndum convocado para aprobarlo.
Pero un relato más honesto debería arrancar varias décadas antes, durante las cuales la Generalitat ha destinado cientos de millones de dinero público a sembrar el terreno con el fin de obtener una mayoría en las urnas favorable a la independencia.
Basta recordar que, tan solo este año, la Generalitat destina más de 300 millones de euros a financiar TV3, el canal autonómico puesto al servicio de la causa secesionista. Con episodios como la retransmisión, durante cinco horas, de la marcha de la Diada convocada por Junts pel Sí, o los programas infantiles en los que se pregunta a los niños por qué apoyan la independencia de Cataluña.
Todo ello, con la complicidad de los medios de comunicación privados regados durante años con subvenciones millonarias. Sin olvidar también las decenas de millones de euros destinados a financiar a asociaciones afines a la independencia, como Òmnium Cultural o la Plataforma per la Llengua.
Millones para crear la «conciencia nacional catalana»
Ya en 1990, el periodista José Antich -luego director de La Vanguardia- desvelaba un documento interno en el que la Generalitat instaba a «introducir gente nacionalista en todos los puestos claves” de los medios de comunicación, patronales, sindicatos, en la administración de Justicia y en el sistema educativo.
Todo encaminado a garantizar la creciente presencia de una “conciencia nacional catalana» en la sociedad, que permitiera en el futuro un apoyo mayoritario al proyecto independentista en las urnas. El documento prestaba especial atención al sistema educativo, con medidas como «vigilar la composición de los tribunales de oposición» y «reorganizar el cuerpo de inspectores de forma que vigilen la correcta cumplimentación de la normativa sobre la catalanización de la enseñanza». No en vano, la educación y los medios de comunicación han sido los dos pilares fundamentales para conseguir este objetivo.
La cita electoral de hoy permitirá constatar si, tal como auguran las encuestas, Ciudadanos se consolida como segunda fuerza política en el Parlament catalán. Algo que convertiría al partido de Albert Rivera en un referente decisivo para las elecciones generales del mes de diciembre.
En cuanto al PP, confía mejorar sus expectativas gracias al discurso solvente de Xavier García Albiol, avalado por su gestión al frente del Ayuntamiento de Badalona. Pero a Albiol le ha tocado luchar con los elementos y con algunas iniciativas estravagantes de su partido, como la decisión del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, de enfrentarse al republicado Oriol Junqueras en el debate emitido por la televisión del Grupo Godó.
La esquizofrenia del PSC
Por su parte, el líder del PSOE, Pedro Sánchez se envuelve en la bandera española para intentar frenar la sangría de votos urbanos a favor de Ciudadanos. Los socialistas se enfrentan a la particular esquizofrenia que han vivido durante décadas en Cataluña, donde el PSC ha pretendido estar al mismo tiempo a favor y en contra de la independencia.
Gracias a un puñado de ayuntamientos gobernados por el PSC, Artur Mas ha podido presumir de que “el 90% de los municipios catalanes apoyan el proyecto de independencia”. Algo que difícilmente olvidan los votantes socialistas.
La última incógnita de los comicios autonómicos de hoy es Catalunya Sí que es Pot, la marca blanca de Podemos creada junto a ICV, EUiA y Equo. Aunque pretende sumar el voto de izquierdas ajeno a las tesis secesionistas, su candidato, Lluis Rabell, ha reconocido que votó a favor de la independencia en el referéndum ilegal del 9N.
Y el propio Pablo Iglesias, durante la campaña electoral, ha tendido la mano a ERC y las CUP, dos formaciones cuyo compromiso con el proyecto secesionista es incuestionable.