Zidane se tiró del Titanic justo a tiempo
La Decimotercera tapó el fin de ciclo. Nunca se ha ganado una Champions con tanta potra. Y Zidane lo sabía. Vio venir antes que nadie el trastazo y por eso se piró. Advinó el iceberg en el horizonte y saltó a tiempo del Titanic. Ni Nostradamus, ni Raphel ni la mismísima Aramis Fuster tuvieron semejantes dosis de videncia.
Zidane fue vidente porque vio lo evidente. La decadencia de un equipo instalado en la pereza desde hacía un lustro. Una catedral a punto del desplome en la que las Champions ejercían de contrafuertes. El Real Madrid necesitaba un ERE después de Kiev, pero Zizou no tenía ni la autoridad ni la fuerza moral para ser el verdugo de unos jugadores que le habían dado tres Champions seguidas.
Rehén del éxito, Zidane optó por saltar a tiempo del Titanic. Y lo explico con su apabullante sencillez: «Siento que conmigo no íbamos a seguir ganando». Ni contigo ni sin ti, añorado Zizou, tenían nuestros males remedio.
Nadie en el Real Madrid se atrevió a meter el bisturí a un equipo envejecido donde algunas vacas sagradas empiezan a ser tan sagradas como vacas. Se fue Zidane y dejó al club sumido en una parálisis propia de a quien le ocurre una desgracia que no tiene arreglo.
No hubo fichajes y, lo que es peor, a alguno de los jugadores que habían hecho deméritos para ser traspasados –Bale y Benzema, sin ir más lejos– les cayeron unos galones que ni querían ni merecían. La marcha de Cristiano y la imposibilidad de sustituirlo ni por Neymar ni por Mbappé –no porque no quisiera el Madrid, sino porque no quiso el jeque– hizo el resto. El proyecto de Lopetegui nació muerto porque le dieron el Titanic cuando ya había chocado contra el iceberg. A él sólo le quedaba hundirse y ahogarse.