Marta Molina lo explica

Ni cada 200 ni cada 300 kilómetros: soy traumatóloga y a mis pacientes les recomiendo cambiar las deportivas con esta frecuencia

La traumatóloga Marta Molina tiene claro que muchos corredores renuevan sus zapatillas demasiado pronto

Como si el calzado tuviera una fecha de caducidad fija y sorprendentemente corta, y no es así

Para ella, unas buenas zapatillas de running aguantan sin problemas alrededor de los 700 kilómetros

Unas zapatillas de running
Unas zapatillas de running.

La traumatóloga Marta Molina tiene claro que muchos corredores están renovando sus zapatillas mucho antes de lo necesario. En su consulta, asegura, es habitual encontrarse con pacientes convencidos de que deben cambiar sus deportivas casi tan pronto como empiezan a «hacerles kilómetros», como si el calzado tuviera una fecha de caducidad fija y sorprendentemente corta. Pero según explica, esa idea no solo es imprecisa, sino que puede llevar a un gasto innecesario y a un seguimiento poco realista del propio cuerpo. Para ella, unas buenas zapatillas de running aguantan sin problemas alrededor de los 700 kilómetros, siempre que no haya señales claras de desgaste prematuro.

Marta Molina, en un vídeo publicado en el canal de Youtube de Vithas, reconoce que el mito de los 200 o 300 kilómetros lleva años circulando entre corredores aficionados. Muchos lo escucharon de amigos, entrenadores o blogs que repiten la idea sin matices, y que terminan generando una especie de miedo preventivo a seguir utilizando unas zapatillas que, en la mayoría de los casos, siguen funcionando perfectamente. La traumatóloga insiste en que la durabilidad del calzado no responde a una cifra única, sino a un conjunto de factores que cambian de una persona a otra, pues no es lo mismo correr con 60 que con 90 kilos, entrenar sobre tierra que sobre asfalto duro, o tener una pisada muy marcada hacia dentro que una más neutral. Todo eso influye muchísimo en cuánto tarda una zapatilla en empezar a resentirse.

Cuándo cambiar las zapatillas de correr

Aun así, ella apuesta por una referencia general práctica: entre 600 y 800 kilómetros es el rango más razonable para la mayoría de corredores. Es un margen amplio, sí, pero lo define como un punto medio sensato que evita caer tanto en la renovación apresurada como en el uso prolongado de un calzado que ya ha perdido su capacidad de amortiguación. Y, sobre todo, recalca que no se trata de convertirse en esclavo del reloj o del contador de distancia, sino que el cuerpo también habla y a veces lo hace antes de que lo hagan los números.

Uno de los consejos que más repite a sus pacientes es aprender a fijarse en los cambios del propio calzado. La suela que empieza a quedar lisa en las zonas de mayor impacto, la mediasuela que deja de recuperar su forma después de una salida larga o la sensación de que la amortiguación ha perdido rebote son señales que no conviene ignorar. También suele preguntarles si han notado molestias nuevas, pequeñas sobrecargas o tensiones que antes no aparecían. Para ella, estos avisos son incluso más fiables que cualquier cifra.

Además, la traumatóloga recomienda con frecuencia alternar dos pares de zapatillas, especialmente cuando se entrena varias veces por semana. Mucha gente desconoce que el material de la mediasuela necesita un pequeño descanso para recuperar su forma y sus propiedades. Si siempre se usa el mismo par día tras día, la espuma se degrada más rápido. En cambio, si se deja reposar 24 o 48 horas, su vida útil se alarga y la amortiguación se mantiene más estable. Según la médica, esta simple estrategia reduce el riesgo de microlesiones y permite detectar más fácilmente cuándo un par empieza a cansarse.

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