Agentes de la Guardia Civil y el ex marido de Ana Julia continuan hoy las testificales en el juicio

Agentes de la Guardia Civil y el ex marido de Ana Julia continuan hoy las testificales en el juicio
Ana Julia Quezada, en el banquillo de los acusados. Foto: Joan Guirado

El juicio de la asesina confesa de Gabriel Cruz, Ana Julia Quezada, se reanuda este miércoles con la declaración testifical de siete personas, entre ellas cuatro agentes de Guardia Civil, un agente de la Policía Local de Níjar, el hermano del padre del menor y el ex marido de la acusada con el que residió en Burgos.

La declaración de los testigos permitirá, entre otros aspectos, conocer cómo se desarrollaron las primeras horas de la desaparición de Gabriel tras su salida de la casa de La Molina en Las Hortichuelas así como el comportamiento que tuvo la acusada durante las labores de búsqueda. Cabe recordar además, que la Policía investigó el fallecimiento de una de las hijas de la acusada en marzo de 1996 después de que se precipitara por una ventana cuando residía en la ciudad castellanoleonesa.

Tras la intensa jornada realizada durante el martes, que concentró tanto la declaración de la única encausada como otros diez testimonios, entre ellos, los de los padres del pequeño, Patricia Ramírez y Ángel Cruz, quienes declararon a puerta cerrada desde las 16 horas junto a la abuela paterna de Gabriel y una prima del menor, por lo que la sesión finalizó en torno a las 17.30 horas.

«Dio muerte» al menor

Durante su declaración, Quezada ha reconocido que «dio muerte» al menor cuando ambos se encontraban en la finca de Rodalquilar el 27 de febrero de 2018, aunque ha insistido en que lo asfixió por «accidente», tras taparle la boca y la nariz con una mano. Ha añadido que no se vio capaz de confesar los hechos por lo que, tras 12 días de búsqueda, desenterró el cuerpo que había ocultado y lo llevó a su casa de Vícar, donde tenía la intención de «quitarse la vida».

«No tenía intención de hacerle daño a nadie», ha dicho la acusada, quien en reiteradas ocasiones durante su declaración, en la que ha evitado las preguntas de la acusación particular ejercida por Francisco Torres «por respeto a la familia», ha pedido perdón. «Pensaba dejarlo en el garaje de Vícar. Que me perdone todo el mundo», ha dicho antes de detallar su intención de dejar unas cartas explicando «todo lo que había pasado».

Quezada ha sostenido la tesis de que la muerte de Gabriel fue accidental y no una actuación premeditada, tal y como señalan la acusación particular y la Fiscalía, que solicitan para ella la prisión permanente revisable. No obstante, y aunque ha reconocido en todo momento que asfixió al pequeño con sus manos, no ha sido capaz de precisar cómo lo hizo, por qué lo desvistió antes de enterrarlo para ocultar sus ropas ni por qué no avisó a los servicios de emergencias, aunque asegurara que quisiera contarlo todo.

Ha detallado que tras haber dado muerte al menor y cavar un hoyo con una pala junto a la alberca de la finca, entró a la casa a recuperar el hacha por la que supuestamente había discutido de forma previa con Gabriel para terminar de ocultar el cadáver, ya que «le quedó una manita fuera» y «quería que quedara enterrado».

«Creo que le di un golpe, con la cabeza mirando así porque no era capaz», ha dicho la acusada, quien ha reconocido al menos dos impactos sobre el cuerpo del menor para proceder a enterrarlo por completo, de forma que en los días sucesivos se sirvió de más utensilios como sillas para seguir tapando la zona hasta el día en que acudió a desenterrarlo.

El cadáver del niño permaneció oculto durante 12 días, hasta que decidió moverlo de nuevo. Entremedias, ha reconocido que puso intencionadamente una prenda del niño en Las Negras para avivar la búsqueda. «Querían que me encontraran, no podía más, no podía aguantar más ese secreto y no podía decírselo con mis propias palabras a nadie», ha dicho a preguntas de la fiscal.

Un niño noble

En la jornada del martes también declaró el psiquiatra clínico que atiende a Patricia Ramírez, quien ha asegurado que Gabriel Cruz mostró «angustia y temor» cuando se inició a finales de 2017 la convivencia de esta con su padre a quien «no se atrevía a decírselo porque era «un niño noble, que se guardaba los problemas y jamás en la vida quería hacerle daño a nadie».

«Sentía que el padre no le prestaba atención desde que Ana Julia apareció en su vida, tenía una sensación de abandono y sufría experiencias de angustia, miedo y temor a dormir solo en Vícar», ha dicho en alusión al domicilio que ambos compartían y a cuya entrada fue detenida la procesada con el cuerpo sin vida del menor en el maletero.

La hija de la asesina confesa

También ha testificado por videoconferencia la hija de Ana Julia Quezada que tuvo en un anterior matrimonio en Burgos. Lo ha hecho tras pedir que «no quería ver a su madre» y para decir a continuación que la relación con ella «una vez se vino a vivir a Almería era esporádica» y que antes era «sin apego». «Siempre ha sido muy distante, muy independiente», ha apuntillado.

Ha admitido que, una vez tuvo conocimiento de que ella había dado muerte al niño, se sintió «utilizada» y ha señalado que antes «nunca» llegó a pensar que «le estuviera manipulando para dar una imagen armónica familiar ante la Guardia Civil» cuando la llamó para pedirle que viniese a Almería a buscar al niño.

«Ella me lo pidió y yo fui de corazón a ayudar. Me da igual lo que ella quisiera hacer, yo vine de corazón», ha dicho entre lágrimas que no ha podido contener al final de su interrogatorio en el que ha confirmado haber roto cualquier relación con su madre «porque no quiero, no me sienta bien».

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