Expertos de Cambridge ponen en duda el impacto de los nuevos fármacos para el alzhéimer
Aseguran que es difícil (para los médicos) apreciar los efectos beneficiosos en los pacientes
Quieren ofrecer información “equilibrada” en medio de una gran expectación
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Un equipo de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha cuestionado que los nuevos medicamentos dirigidos a la proteína amiloide tengan el efecto deseado en cuanto a reducir el impacto de la enfermedad de Alzheimer (o ‘alzhéimer’). La acumulación de esta proteína en el cerebro es uno de los rasgos que caracterizan esta condición.
Los expertos firman un artículo en la revista científica Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association. En él indican que hay varios factores que impedirán que esta nueva familia de medicamentos acabe teniendo ventajas palpables en la población, incluyendo su perfil de riesgo y eficacia, el número de pacientes para los cuales están indicados (que es reducido) y el elevado coste de su empleo.
Suele decirse que el 70% de los 55 millones de casos de demencia diagnosticados en el mundo se deben al alzhéimer, pero la definición de la enfermedad es aún controvertida entre la propia comunidad científica.
Una de las características de la enfermedad es la acumulación de proteínas alterada, que forma placas en el cerebro. La hipótesis de la cascada, que es la dominante en este campo, sugiere que la formación de placas crea una serie de procesos anormales que contribuyen a que se produzcan los síntomas de demencia.
Los avances para controlar la enfermedad se hacen esperar, pero en los últimos tiempos estos nuevos medicamentos dirigidos a la proteína amiloide usando mecanismos inmunológicos han creado gran expectación.
Dos ensayos clínicos en fase III (la más avanzada antes de la aprobación de un medicamento) indican que hay una reducción significativa del declive cognitivo asociado al alzhéimer cuando se usan estos fármacos.
No obstante, según el equipo de Cambridge, los efectos no son grandes, de hecho, indican que podría ser difícil para un médico distinguir la situación de los pacientes que no toman esos medicamentos y quienes sí lo hacen, incluso 18 meses después de haber comenzado el tratamiento.
Además, recuerdan que los medicamentos estaban asociados con efectos adversos “significativos”, incluyendo inflamación y hemorragias cerebrales, además de algunos casos de fallecimiento.
Además, consideran «crucial» considerar que se sabe muy poco sobre los efectos de estos medicamentos a largo plazo, más allá de los 18 meses que han durado los estudios.
En Estados Unidos, ya se han aprobado. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha rechazado uno de ellos «porque los reducidos beneficios no compensan los riesgos» y está estudiando otro.
Edo Richard, uno de los colaboradores del equipo de Cambridge, que trabaja en el Hospital Universitario Radboud (Países Bajos): «Si las agencias reguladoras de Reino Unido y Europa aprueban estos medicamentos, y se ponen al alcance de la población, es comprensible que algunas personas con alzhéimer precoz intenten conseguirlos, dada la desesperación que genera vivir con esta cruel enfermedad. No obstante, se ha generado demasiada expectación cuando se ha escrito sobre ellos, y hace falta un esfuerzo grande para ofrecer una información equilibrada a los pacientes, que les permita tomar una decisión informada».
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