La «sopa lésbica» nos cuesta un riñón

La «sopa lésbica» nos cuesta un riñón
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Las «sopas lésbicas» para promover la diversidad sexual y el resto de mamarrachadas promovidas por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero le están saliendo a los españoles por un ojo de cara. Todos esos informes y estudios que llegan a conclusiones surrealistas, además de rezumar un sectarismo ideológico insoportable, tiene un coste altísimo para las arcas públicas. El último ejemplo lo tenemos con la licitación de un contrato del Instituto de la Mujer, que dirige Beatriz Gimeno, para la prestación de un servicio de atención telefónica sobre «discriminación por sexo» que incluirá denuncias de «publicidad sexista» y que tendrá un coste de casi medio millón de euros.

¿Y qué es la publicidad sexista para el Ministerio de Igualdad?, se preguntaran ustedes. Pues, por ejemplo, comercializar unas placas decorativas de «héroes y princesas». Un empresario de Madrid fue advertido por el Instituto de la Mujer de que debía cambiar el diseño. Y todo porque sus modelos de placas de puertas para habitaciones infantiles ofrecían versiones diferenciadas en función de si son para un cuarto de niños o de niñas. Según el Instituto de la Mujer, este tipo de diseños fortalece los estereotipos de género, pues la placa en la que reza el lema «Aquí duerme un pequeño héroe»  (niño) o «Aquí duerme la reina de la casa» (niña) «no contribuyen a hacer una sociedad más igualitaria». La cumbre de la estupidez.

En todas estas patochadas emplea el tiempo el Ministerio de Igualdad, mientras derrocha el dinero de los españoles. El Instituto de la Mujer ha gastado en sus primeros cuatro meses más de 6,6 millones de euros, casi cuatro veces más que lo desembolsado antes de que tomara posesión de ministra Irene Montero. Así consta en la información mensual de la Ejecución presupuestaria de la Administración del Estado y sus organismos públicos que recoge el Ministerio de Hacienda.

La ideología de género, en su expresión más sectaria, es una máquina de despilfarrar recursos públicos. O dicho de otro modo: la «sopa lésbica» nos cuesta un riñón.

 

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