En el sendero por el que desapareció el CDS

En el sendero por el que desapareció el CDS

En 1986, el Centro Democrático y Social (CDS), el partido creado por Adolfo Suárez tras abandonar UCD en 1982, consiguió auparse al tercer puesto entre las fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados, al obtener algo más del 10% de los votos y sumar diecinueve escaños desde los dos solitarios -los de Agustín Rodríguez Sahagún y del propio Adolfo Suárez- obtenidos en octubre de 1982. Esa subida, espectacular en términos porcentuales, al multiplicar casi por diez los escaños, provocó un falso espejismo en los seguidores de Suárez, que pronto se lanzaron a repetir “Suárez’89 en La Moncloa”, como se podía ver constantemente por muchas carreteras de Castilla, donde el presidente Suárez contaba con la mayor parte de sus seguidores. En 2015, otro partido, Ciudadanos, de corte similar al CDS, siguió esos mismos pasos en las elecciones generales, que llevaron a Rivera a confiar en sus aspiraciones futuras a la presidencia del Gobierno.

En 1987, tras las elecciones municipales y autonómicas, una alianza postelectoral de AP y CDS podría haber arrebatado la Alcaldía de Madrid y la presidencia de la Comunidad de Madrid al PSOE, pero Suárez se negó para no aparecer escorado hacia la derecha. Ese intento de tratar de mantenerse a distancia de todo lo que pudiese ser considerado como derecha, también lo llevó a cabo Ciudadanos entre 2015 y 2019, con apoyos concretos parlamentarios pero negándose a entrar en los gobiernos del PP y sintiéndose más cómodo votando junto a la izquierda contra propuestas del PP incluso en los lugares donde les había dado su voto para formar Gobierno.

Unido a eso, una Alianza Popular debilitada, tras la dimisión de Fraga, con Hernández Mancha sin poder encarrilar al gran partido del centro-derecha, espoleaba al CDS, que en 1988 superaba en muchas encuestas nacionales a AP. El “Suárez’89 en La Moncloa” se redoblaba en su intensidad.

Poco después, en 1989, se descubrió una posible maniobra sobre dos concejales del CDS en el Ayuntamiento de Madrid, con intención de que abandonasen su formación y pudiesen integrarse en el PSOE o, al menos, en el grupo mixto municipal, evitando cualquier alternativa a la Junta de Gobierno de Barranco. Aquello no terminó de estar claro, pero enfureció tanto a Suárez que accedió, con el nexo de unión de Marcelino Oreja, que había sido ministro con UCD y cabeza de lista al parlamento Europeo con la reconvertida AP en PP, a presentar mociones de censura en las regiones y ayuntamientos donde ambas formaciones pudiesen desbancar al PSOE, o entraron en el Gobierno en lugares donde el PP gobernaba en minoría, como en Castilla y León. En Madrid tuvo un éxito a medias, porque dos tránsfugas del PP impidieron que Alberto Ruiz-Gallardón se hiciese con la presidencia de la Comunidad, mientras que Sahagún era elegido alcalde con el apoyo de Manzano. Algo similar le ocurrió a Ciudadanos, que tras pactar son Sánchez de manera muy ceremoniosa en 2016, tras la repetición electoral brindó su apoyo al PP tras abandonar a Sánchez.

Ese año de 1989, se celebraban elecciones europeas, donde el CDS perdió dos eurodiputados y un porcentaje significativo de votos. Pronto, varias voces se levantaron contra Suárez responsabilizándole del giro a la derecha que les llevaba a perder apoyos electorales. Poco después, en las generales de ese mismo año, el CDS recuperaba algunos votos -realmente, no era tal, sino que fue el efecto de que votasen más ciudadanos y de que Ruiz Mateos no tuviese la presencia que lo había aupado en las europeas-. Enseguida, el CDS, tras celebrar un congreso, decidió dar un giro hacia la izquierda. Suárez llegó a decir algo así como “ahora que los socialistas han perdido la mayoría absoluta -realmente, se quedaron en 175 diputados, que con la ausencia de HB les daba la mayoría absoluta- nosotros -por el CDS- tenemos que ser la percha de la que se cuelgue el PSOE para gobernar”. De igual manera, Ciudadanos, posiblemente sin pretenderlo, por sus prisas en superar al PP, provocó el estallido de la moción de censura a Rajoy, al decir “hay un antes y después de la sentencia. La legislatura se ha acabado”. Pese a su error, albergó la esperanza de sobrepasar al PP en las elecciones de 2019, pero en abril se quedó a unos pocos diputados y no lo consiguió, al igual que Suárez a finales de los años ochenta, que no fue más allá de lo que decían algunas encuestas. Como en el baloncesto, en política sólo se consiguen las remontadas cuando consigues ponerte uno arriba, y eso no lo lograron nunca con el PP ni el CDS ni Ciudadanos.

En 1990, tras el escándalo “Juan Guerra”, el CDS estuvo tremendamente tibio en el pleno del Congreso que trataba el tema. Su nuevo portavoz tras la elección de Sahagún como Alcalde de Madrid, Alejandro Rebollo, fue muy comprensivo con el Gobierno socialista, mientras Cascos -y Aznar en un turno por alusiones-, Anguita o Rojas Marcos eran implacables con Alfonso Guerra. Algo similar ocurre ahora con Ciudadanos, al girar Arrimadas y Bal hacia la izquierda, dando un apoyo a los socialistas más simbólico que efectivo, pero que desconcierta a los votantes. Lo mismo sucede en otros lugares donde gobierna con el PP, donde Ciudadanos ha hecho algún guiño a la izquierda que puede no entenderse muy bien, aunque no haya pasado de ahí, al menos, de momento.

En 1991, en las elecciones municipales y autonómicas, el CDS desaparecía casi por completo, salvo algún concejal en Segovia y en algún otro lugar. Mantuvo su representación como quinto partido en el Congreso -había descendido en 1989 desde el tercer puesto anterior- pero fue una agonía tras la dimisión de su líder, el presidente Suárez. Era un partido tan presidencialista que no lograba que se entendiese sin su fundador. Trató de escorarse todavía más a la izquierda, lo que generaba más desconcierto en el electorado. Ciudadanos, en noviembre de 2019 quedó reducido a menos escaños que los que obtuvo el CDS en 1989, al obtener sólo diez asientos, que motivó también la marcha de su líder, Rivera. Al igual que el CDS, también ha optado por girar más hacia la izquierda, en este último acercamiento al PSOE en las negociaciones de las prórrogas del estado de alarma.

En las generales de 1993, el CDS quedó como extraparlamentario, al no conseguir Calvo Ortega- el nuevo presidente del CDS- ni siquiera su escaño por Madrid. Las encuestas siguen dando a Ciudadanos a la baja o, en el mejor de los casos, en el mismo nivel de diputados que tiene ahora, que podría convertirlos en inexistentes o en irrelevantes.

El CDS era un partido que se autoproclamaba de centro y que quería presentarse en cada momento como cercano a todo tipo de ideología de los electores, con una tendencia hacia la socialdemocracia importante, pero siendo sus votantes mayoritariamente de centro-derecha. A Ciudadanos le sucede lo mismo: tiene una tendencia natural a la socialdemocracia -con excepciones, al igual que sucedía con dirigentes del CDS- y el grueso de sus votantes es de centro-derecha. Por eso sucumbió el CDS, por tanto cambio de opinión y por un giro continuado hacia posiciones de izquierda, diametralmente opuestas a la de sus votantes. Y por eso Ciudadanos puede tener el mismo futuro que tuvo el CDS, porque parece que se ha adentrado de manera decidida por la senda que llevó a la extinción al partido de Suárez. Ciudadanos todavía podría analizarlo y rectificar para tratar de ver si está a tiempo de sobrevivir, aunque el refranero dice que nunca se escarmienta en cabeza ajena.

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