‘Mema’: de insultar a Ayuso a hundir la Sanidad

Sanidad, Mónica García, Más Madrid

Hablemos de Sumar. O de restar. Porque vicepresidentas como Yolanda Díaz o ministras como Mónica García restan más que suman. O, mejor dicho, dividen, porque lo que ha conseguido la antaño conocida como ‘mema’ (acrónimo de «médica y madre», su lema durante años) es deteriorar la Sanidad pública. Y eso que la gran parte de las competencias en esta materia están transferidas. Su marca personal, como la de su formación, es su infinita capacidad para señalar con el dedo a los demás mientras ignora su propia casa en ruinas. En Sumar se presentan como los grandes defensores del diálogo, del consenso y del respeto institucional, pero basta observar su forma de gobernar para descubrir que, detrás del maquillaje ‘progresista’, solo hay imposición, sectarismo y una alarmante incapacidad para gestionar lo público con seriedad.

¿Recuerdan cuando Mónica García, cuándo era la jefa de la oposición en la Asamblea de Madrid, se hartó de criticar a Isabel Díaz Ayuso por no «escuchar» a los sanitarios? Denunció «prepotencia» y «desprecio institucional» mientras alentaba huelgas salvajes en hospitales y ambulatorios que perjudicaron directamente a los madrileños. Pero ahora que ocupa una silla en el Consejo de Ministros, la médica convertida en ministra ha demostrado que ni sabe dialogar ni quiere hacerlo. No es de extrañar esta forma de actuar, el doble rasero es su sello personal: tiene un chalet en litigio por estar construido sobre un monte público y luego da lecciones sobre vivienda. Además, cobró el bono social térmico a pesar de tener un notable nivel de vida. Luego todo fueron excusas de mal pagador.

Si los sanitarios protestan contra las medidas que quiere imponer Mónica García no lo hacen por deporte. Lo hacen porque están agotados, maltratados y olvidados. Exigen medidas razonables, que se pueden negociar: una jornada de 35 horas semanales, límites claros para las guardias, descansos que cuenten como tiempo efectivo, y ratios de pacientes que permitan ejercer su labor con dignidad. Pero la ministra, que antes se desgañitaba contra Ayuso por mucho menos, ahora lanza balones fuera. No atiende a los convocantes, no ofrece ni una solución. Una ministra ausente, encerrada en su despacho, escudándose en tecnicismos para no asumir su responsabilidad.

Lo más cínico es que, desde Sumar, se llenan la boca criticando la «falta de diálogo» de la derecha. Pero cuando ellos gobiernan, no dialogan, no escuchan y no pactan. Imponen. Sea en Trabajo, en Consumo, en Cultura o en Sanidad. Lo hacen con la arrogancia de quien se cree moralmente superior, convencidos de que su agenda ideológica justifica cualquier atropello institucional. Lo que Yolanda Díaz reprocha a otros, lo aplica con mano de hierro dentro de su propio Gobierno. Y Mónica García es una maestra en estas lides.

Mónica García, médica de formación, tenía todas las cartas para empatizar con los profesionales del sistema público de salud. Pero ha fallado estrepitosamente. Lejos de ofrecer una gestión sensata y responsable, ha demostrado una alarmante falta de capacidad para dirigir un ministerio tan complejo como el de Sanidad. No entiende la magnitud del cargo que ocupa. Ha pasado de activista sanitaria a burócrata arrogante sin haber pisado el terreno intermedio: el de la responsabilidad política. Para gritar contra Ayuso no hace falta mucha capacidad de gestión, basta con contar con complicidades mediáticas y utilizar una buena dosis de demagogia. Para gobernar hay que tener más cualidades, que Mónica García ni tiene, ni tendrá jamás.

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