Sánchez no merece vacaciones

Media España es pobre y aún no lo sabe. O lo sabe a medias. Toma consciencia de ello en esta parte del año, cuando quiere usar esos ahorros que no tiene para hacer lo que ha hecho Pedro Sánchez, es decir, escaparse con su familia a descansar. Y no puede porque, o forma parte de ese club de españoles que ya perciben un ingreso mínimo vital, es decir, que oficialmente ya son pobres dependientes del Estado, o representan a esa otra parte que sobrevive con un salario mínimo que no llega para combatir los impuestos crecientes que el gobierno crea y tampoco puede acceder a un mercado de trabajo que el gobierno destroza. Antaño, el trabajo honraba a la persona. Hoy, la izquierda ha conseguido que trabajar sea, para muchos quinquis de la vidorra, una vergüenza burguesa y capitalista, una imposición de la ultraderecha casposa, una reliquia heteropatriarcal, un vicio del empresario explotador. Se acaban los mantras para definir a tanto imbécil de camiseta, predominante en contextos donde el socialismo campea a sus anchas.
Sánchez es ese señor autócrata que se va de vacaciones habiendo dejado a media España sin ellas. Su obsesión por detentar el poder quedó de manifiesto cuando aseguró, con la solvencia sociópata que le caracteriza, que no hacía falta presentar presupuestos para seguir gobernando -aunque le obligue el artículo 134 de la Constitución- y que seguirá hasta 2027 cueste lo que le cueste. A España, se entiende. Pertenece a ese subgénero político al que refería Hannah Arendt cuando alertaba de los peligros de banalizar el mal. Porque él y Zapatero ejercen el mal personificado, uno, en los negocios con todo lo que está podrido en el mundo -autocracias y narcodictaduras-, y el otro, usando los resortes del mando para ejercer de jefe de Estado sin serlo y acabar así con cualquier alternativa democrática, como fiscal de una verdad oficial que eliminaría toda discrepancia.
Pero al corrupto taimado no sólo le gusta detentar el poder, atornillarse a él por la vía de sus santos bemoles, exprimiendo una legitimidad de la que carece y un apoyo que sobrevive gracias a quienes son subvencionados vía extracción. También le pone ostentarlo, presumir de porte y consorte. Y por eso se escapa a una villa de lujo en Lanzarote, regalada a España por el rey Hussein de Jordania, un retiro ideal para concebir felonías. Porque la élite socialista hace la revolución construyendo albergues para el pueblo mientras descansa sus bolsillos en palacios imposibles para el resto.
Ya sabemos que el socialismo es una ideología basada en la extracción. El problema reside en aquellos que siguen creyendo que el dinero es infinito y que la impresora continuará funcionando cuando todo esto acabe. Es la idiocia manifiesta de cierta izquierda, consustancial a su masoquismo intelectual. Se esfuerzan por ser idiotas y que lo veamos. Se está evidenciando con lo de Jumilla y también en la defensa de una España decadente que sólo reporta beneficios a quienes la saquean con ignominia y fruición. Sánchez se va tres semanas a detentar y ostentar poder, al mismo precio por el que ha conseguido cambiar la España del salario medio por la del salario mínimo, la del esfuerzo y el sacrificio por la de la ayuda y paga siniestra. Y esa España que le mantiene es feliz porque puede pagarse una caña a cuarenta grados sin que se le caiga la cara de vergüenza.
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