Recortes de prensa
En muchas familias ha sido costumbre conservar recortes de prensa. Tengo delante de mí una de las carpetas en las que mi bisabuelo León guardaba las noticias que más le interesaban, clasificadas por temas. La carpeta es de los años 1934-1936, aunque tiene alguna hoja de periódico anterior, seguramente traspapelada, como la primera plana de El Norte de Castilla, de Valladolid, del 7 de febrero de 1929, con la noticia de la muerte de la Reina María Cristina, después de asistir en palacio a una proyección cinematográfica.
La crónica cuenta que la Infanta Beatriz le había anunciado a la Reina la velada de cine:
-Esta noche hay cine en Palacio. Una película muy bonita. ¡A ver si te duermes, abuelita!
-¿De dónde sacas tú que yo me duermo? -había protestado la Reina ante su nieta.
Hay otro recorte sin fecha con unas proféticas declaraciones de Miguel de Unamuno en París, camino de Oxford:
-Las juventudes españolas son retrasadas mentales. Si no se aquietan las pasiones, iremos a una guerra civil.
En esa misma noticia, el autor de Niebla considera una ventaja el voto de la mujer porque la mujer actúa con mayor entusiasmo que el hombre, «y en cuanto a creer que está dominada por el confesor -añade- opino todo lo contrario: que es ella la que maneja al clero».
La miscelánea de noticias, artículos y fotografías que atesora la carpeta de mi bisabuelo incluye un retrato del Negus de Etiopía en traje de campaña, el aniversario de la muerte de Joselito, la visita de la duquesa de York a un asilo de niñas o la enfermedad del Príncipe Alfonso de Borbón. También conserva artículos de Wenceslao Fernández Flórez, Ramiro de Maeztu o Julio Camba. De este último hay uno que cita a Oscar Wilde cuando estuvo preso en la cárcel de Reading, para confirmar que «cada cuarenta o cincuenta años la moral inglesa necesita una víctima».
El principal protagonismo de estos recortes lo tienen los acontecimientos políticos entre febrero y julio de 1936, esto es, desde la victoria electoral del Frente Popular a la sublevación militar que inicia la Guerra Civil. Este apartado comienza con la primera plana del diario Ya, fechada el lunes 11 de mayo de 1936, con la promesa de Azaña ante las Cortes como presidente de la Segunda República.
Tenía mi bisabuelo guardado también el recorte de los graves sucesos provocados en junio de 1936 por los partidarios del líder ugetista Largo Caballero en un mitin de su correligionario Indalecio Prieto en la plaza de toros de la localidad sevillana de Écija. Prieto tuvo que salir pistola en mano por un callejón de la plaza bajo una lluvia de piedras y botellas.
También en mi caso, durante la carrera de Periodismo y mis primeros años de ejercicio de la profesión, fui coleccionando reportajes, entrevistas y artículos que me parecían obras maestras, dignas de ser admiradas y emuladas por un aprendiz del oficio.
Porque a esto voy, a la celebración de los recortes de prensa, esos fragmentos de un todo en los que se cifran la dedicación, el compromiso y la profesionalidad de los periodistas en su labor en beneficio de los ciudadanos en una sociedad libre y democrática.
Por eso me resulta tan inquietante que, una y otra vez, desde el Gobierno se intente descalificar el trabajo de los medios de comunicación con la alusión despectiva a «los recortes de prensa», de los que, según Pedro Sánchez y sus ministros, se servirían para engañar a los jueces los responsables de la supuesta conspiración mundial que amenaza a su régimen.
El objetivo es cuestionar el fruto del trabajo de investigación e información de los medios impresos y digitales sobre la corrupción que anida bajo los alerones del Gobierno. Se trata de reducir informaciones incómodas para el poder a simples papelotes recortados como muñecos de los Santos Inocentes o a papeles arrugados y grasientos como envoltorios de bocadillos.
Con esta ofensiva general contra los medios no adictos a su poder y a sus prebendas, Sánchez no busca sino ejercer el monopolio del bulo y la manipulación. De la misma manera que con sus ataques al poder judicial pretende conseguir la impunidad que el mismo Sánchez ha concedido a sus socios por sus gravísimos delitos a cambio de mantenerse en el poder.
Que el Gobierno que más ha mentido y miente de toda la Unión Europea pretenda erigirse en paladín en la lucha contra la desinformación, es como si Vlad el Empalador intentara proclamarse campeón mundial en el tratamiento contra las almorranas.
Cuando el Gobierno ataca con tanta saña a los periodistas y a los medios de comunicación, así como a los jueces y a los tribunales, no hace otra cosa que demostrar su impotencia ante la imposibilidad de controlarlos y someterlos como ya ha conseguido hacer con otros mecanismos democráticos de fiscalización y contrapeso a la acción de su poder, como son el Parlamento, la Fiscalía General del Estado, el Banco de España, el INE o el Tribunal Constitucional.
Sánchez y sus voceros tendrán que aceptar que lo que llaman despectivamente «recortes de prensa» son lo que alguien denominó «el primer borrador de la Historia», como bien demuestran los conservados por mi bisabuelo. Y tendrán que asumir que gracias a esos «recortes de prensa» se conocieron, y fueron juzgados y sentenciados, los casos GAL, Malaya, Filesa, ERE o Gürtel, entre otros. Como lo podrían ser en el futuro los casos Koldo, Tito Berni, Ábalos, Aldama, Begoña Gómez, David Azagra o el del mismo Pedro Sánchez.
Fueron entonces muchos los profesionales que cumplieron con su compromiso con la independencia judicial y la libertad de información, como lo están haciendo hoy otros tantos jueces y periodistas en relación con los testimonios e indicios que apuntan a la marea de corrupción crecida al amparo del actual Gobierno socialista.
Sánchez se aupó al poder por primera vez a la grupa de una sentencia sobre un caso de corrupción en el que el PP fue condenado a pagar 245.000 euros como partícipe a título lucrativo, lo que supone que no intervino en el delito ni tuvo conocimiento de él.
En la moción de censura que presentó a raíz de esta sentencia judicial, el marido de Begoña Gómez se comprometió a velar por la libertad de información de los profesionales del periodismo como «una de las medidas de regeneración democrática e impulso de las libertades públicas absolutamente imprescindibles».
Aquella fue, por supuesto, una mentira suya más. Con sus reiteradas alusiones despreciativas a los «recortes de prensa» ante el sorprendente silencio de las Asociaciones de la Prensa, Sánchez está mostrando su propósito de meter la tijera a la prensa díscola para recortar los derechos de sus profesionales y de los ciudadanos a los que informan frente a la apisonadora mediática que su Gobierno mantiene rodante, contante y sonante.
Porque, como en tantas otras cosas, el sanchismo está haciendo también en este caso lo contrario de lo que dice. Es su particular versión de la táctica del salami que los dirigentes comunistas pusieron en marcha en países del otro lado del telón de acero, en la que rodaja a rodaja va acabando con el Estado de derecho con la falsa excusa de que quiere protegerlo.