La preocupante guerra arancelaria
La Unión Europea ha comenzado a aplicar aranceles a productos procedentes de Estados Unidos. De esta forma, vaqueros, motos o tabacos que provengan de allí contarán con un recargo en forma de arancel, que encarezca las importaciones. Dicha medida, se adopta en respuesta a las medidas similares que Estados Unidos impuso sobre el aluminio y el acero europeos.
Una guerra arancelaria no es una buena solución. Resulta preocupante. La parte de éxito de la Unión Europea viene por lo que representa en cuanto a unidad arancelaria, donde todos los aranceles internos se eliminaron y se permitió la libre circulación de mercancías —y, posteriormente, de personas y capitales—. El mayor crecimiento económico se logra, precisamente, con un mayor comercio internacional, y éste sólo puede lograrse con menos barreras aduaneras.
Esta guerra imprime, además, inseguridad a los mercados, con múltiples cambios y una mayor volatilidad, muestra de las malas previsiones sobre el impacto que en el medio y largo plazo puede suponer para el crecimiento económico un enfrentamiento comercial. No es el camino a seguir, y mucho menos en estos momentos en los que el comercio electrónico está estandarizado.
El comercio internacional es uno de los pilares sobre los que se asienta el crecimiento económico. Siempre se ha crecido mucho más, los individuos han mejorado su calidad de vida y han gozado de mayores oportunidades cuando el comercio se ha desarrollado más y se ha hecho más internacional. Venir ahora a romper esa prosperidad no parece muy inteligente.