Ocupación, parón y paro
Para empezar y así respirar hondo, digamos que todo más o menos bien, pero sin entrar en detalles. La cifra de 19.517.697 personas afiliadas ocupadas a la Seguridad Social en el mes de junio de 2019, es bonita y hace que nuestros recuerdos se trasladen a 2007 cuando, por aquellas calendas, se batían todos los registros habidos y por haber de trabajadores afiliados a la Seguridad Social. Incluso, ahora se llega a superar, al menos, el número de afiliados ocupados con que se cerró 2007, que fue de 19.195.755.
Si éste es el lado bueno de la noticia, exige también su visión a contraluz y, de repente, una pregunta: ¿los 19.517.697 afiliados ocupados de junio de 2019 se encuentran en las mismas condiciones de calidad que los 19.195.755 afiliados ocupados de diciembre de 2007?
Posiblemente, los salarios de entonces eran de mayor enjundia que los actuales, los tipos de trabajo algo distintos – por ejemplo, en la banca española trabajaban cerca de 300.000 empleados y hoy lo hacen 192.000 -, el empaque de un buen número de compañías quizás era de mayor calibre que actualmente, nuestra industria manufacturera tenía un peso mayor en el producto interior bruto que el de hoy – restringido al 12,66% – y, lógicamente, las percepciones salariales eran más elevadas.
Decíamos en anteriores colaboraciones, que durante este año 2019 España iría bajando el ritmo de creación de empleo, sea o no sea por el nuevo salario mínimo interprofesional. Que la creación de empleo perdería fuelle era algo que se contemplaba, entre otras cosas, por el menor crecimiento de nuestra economía que si en sus recientes mejores momentos, como en 2015, no ha sido capaz de reducir con reciedumbre la tasa de paro, en el momento en que su aceleración pierde vigor difícilmente podrá incorporar a más gente al proceso productivo. Añádase a ello, la desaceleración económica que se está dando a nivel mundial y, en especial, en Europa y, más concretamente, en la Eurozona, y que irremisiblemente nos afecta, así como la moderación consumista que se advierte. De esa manera, se hará difícil que la creación de empleo vaya progresando en 2019 bajo lo que serían perspectivas optimistas.
Pues bien, las entrañas de esos flamantes 19.517.697 afiliados ocupados ofrecen la otra cara, la de los contrastes, la del contraluz. En efecto, se palpa desaceleración porque el ritmo de creación de empleo afloja, la contratación fija no es el pilar de la ocupación y la teórica contratación indefinida es a menudo de poca duración. Como es habitual, mucho empleo estacional y de baja calidad, con salarios modestos, impulsado por el tirón de la campaña de verano. Como siempre, el modelo productivo impone su ley y la hostelería con el comercio son los dos sectores que tiran del carro. Pero la realidad del llamado empleo-limosna o empleo-migaja, con sueldos insuficientes para vivir, es la que es. Mientras esto es lo que sucede en la economía real, la política sigue con sus acuerdos y desacuerdos, consensos y divergencias, investiduras fallidas o negociándose hasta el límite, ajena por completo a nuestra realidad económica que es, a fin de cuentas, el bienestar de los ciudadanos españoles. Ese distanciamiento entre el mundo real, y también empresarial, con el mundo político, cada vez se va agudizando más.
Prácticamente, se solapa la buena noticia de los 19.517.697 afiliados ocupados a la Seguridad Social con otra de cariz más preocupante que confirma que nuestra economía no está funcionando como debiera. Me refiero al parón en el sector del automóvil con la caída de ventas en junio – un 20% menos de coches vendidos a las familias – pese a que junio tradicionalmente es un buen mes y, a veces, es el mes por excelencia de ventas de automóviles por aquello de estrenar el vehículo coincidiendo con las vacaciones… Ya se sabe, hasta cierto punto, para fardar ante los amigos y conocidos de que tenemos coche nuevo que viene a ser como un signo exterior de que las cosas nos van aceptablemente bien.
Nuestro parque automovilístico envejece y nos cuesta cambiar de coche. Acaso sea porque los coches duran más y se usan menos, igual porque el anhelo de nuestro jóvenes ya no es tener su primer coche o igual por la incertidumbre que cunde desde el verano pasado sobre el futuro del diesel y la gasolina o, incluso, porque con el sueldo medio de los españoles, que no llega a 27.000 euros anuales – y el sueldo más frecuente, apenas 17.000 euros al año -, la cosa no da para comprar un coche; sin descartar que tanto impedimento, gravámenes y prohibición al automóvil, pesa como una losa para el dinamismo del sector.
Además, hay un matiz sobre la deuda familiar que introducir. Los préstamos al consumo a las familias, que en 2016 ascendían a más de 168.000 millones de euros, en mayo pasado se elevaban a 186.000 millones. Ya hemos indicado en otras ocasiones que, si el consumo ha tirado en estos años recientes, en parte ha sido gracias a las facilidades crediticias otorgadas. Y las familias echan cuentas ahora, cuando el miedo a una recesión, los embates de una crisis, la subida del precio del petróleo, las incertidumbres políticas de todo tipo, empañan los horizontes económicos y no está en el ánimo de los hogares volver a encarar tiempos difíciles cargando con una pesada mochila de deuda.
Dicho todo lo anterior, en ese claroscuro que a cuento de los 19.517.697 afiliados ocupados algunos advertimos, conviene dejar constancia de que seguimos con el paro elevado tras conocer los datos de Eurostat de mayo de 2019. Grecia encabeza el funesto ranking del desempleo en la Unión Europea de los 28, con un desempleo del 18,1%, y, en segunda posición, España con el 13,6%, más que doblando a la media de la UE-28 que es del 6,3% y cerca del doble de la zona euro que queda en el 7,5%. Los países con menos paro: República Checa (2,2%), Alemania (3,1%), Holanda (3,3%) y por ejemplo la verde Irlanda (4,4%), mientras en Estados Unidos el paro es del 3,6%.
Con todo, lo peor es que España sigue liderando el paro juvenil en Europa con el 31,7%. Éste es el serio problema de fondo y de futuro para España
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