La nurse de los señoritos leninistas
En algo no se parecen, fíjense, Lenin, el siniestro asesino Vladimir, y sus fervorosos seguidores en España de ahora mismo, Pablo Iglesias y su acompañante Montero. A Lenin le daba por trabajarse, para su manejo habitual, lo privado, incluso lo familiar, y sobrevivió ejemplarmente durante bastante tiempo atizando sablazos a su desgraciada mama (madre en ruso) y, cuando ésta flaqueaba porque su pecunio de funcionaria no daba para mayores dádivas, desangraba Lenin a su propia hermana a la que le rebañaba de cien en cien rublos para poder asegurarse la pitanza ya que por su despacho de abogado no pasaban otros clientes que las arañas. En su vida, tan ejemplar, apuntaba ya a un homicida cruel que no respetaba tampoco a las mujeres, a las que venía a odiar porque francamente con ellas no se comía una rosca, era más bien flojito el canalla. Existió, preparando la revolución, de prestado; en un principio desvalijando a su progenitora y después a todos los camaradas a los que sumió en el pavor.
Pero al dúo de la bencina Iglesias-Montero le va mejor el aprovechamiento público. Pregunto: ¿estamos o hemos estado los españoles pagando el solícito cuidado que la enchufada Teresa Arévalo ha depositado en los retoños de la pareja? Tras lo publicado en este periódico ya no hay dudas de que efectivamente haya sido así. Lo cierto es que la señora o señorita Arévalo, sin jerarquía alguna que la avale, goza ahora de un sueldo que su patrona, la ministra Montero, le ha adjudicado en su Ministerio para cambiar la especie humana. Lo cierto también es que la citada empleada suele viajar con su doméstica mecenas cada vez que ésta se traslada a sus comparecencias externas. No es imposible, es más: es más que posible que la pareja leninista del Gobierno ya no tenga que abonar a su niñera Arévalo, la percepción que a ésta le tienen que corresponder por vigilar que a los tres niños, inocentes de todo lo que perpetran sus papás, no les suceda absolutamente nada. Dios no lo quiera. Arévalo ya tiene soldada en el prescindible Ministerio de Igualdad, y a ella le paga el Estado, o sea nosotros. Buena martingala para evitar un dispendio oneroso en la misma casa de la pareja.
En las laderas de la sierra madrileña, el personal aún se hace lenguas por otra parte del auténtico valor de la mansión en que mora la pareja. Con sólo preguntar a dos personas, de apellidos Herrero y Domingo respectivamente, podríamos suponer que el chaletón de nuestros gobernantes, podría haber costado más allá de los ochocientos mil euros, doscientos mil más de los que se han publicado como efectivos. Todo en la pareja es más comprometido que el porvenir en esta Liga del Real Madrid. Hay un personaje fatuo que pulula por los alrededores de esta casa modo Hollywood, y que ha dejado de manifestarse ante ella porque no está recibiendo parabienes precisamente de los celadores que vigilan la humilde morada de los leninistas. El hombre, ahora apesadumbrado porque ya se le ha acabado la visita diaria al predio, se indigna cada vez que uno de los habitantes ofrece lecciones de pobreza y denuncia al público en general que no pertenece a su estirpe. “Lo que más me fastidia -dice el tipo- no es que practiquen con nosotros la sodomía política, sino que me larguen su aliento en el cogote”. Véase que el cronista ha suavizado a posta el grafismo de esta sentencia, por otra parte muy habitual en nuestro argot doméstico, pero ella revela hasta qué punto el país y sus habitantes están hasta el referido cogote, de la diferencia habitual que existe entre las prédicas cursis de los susodichos y las prácticas de los referidos. O, ¿es que alguno de nuestros jóvenes lectores guarda la posibilidad de que un alto cargo de la Administración, segunda jefe del Gabinete para la transformación del género humano, cante nanas a sus hijos cuando ellos están todavía trabajando?
Lo curioso es que esta escandalera, la enésima que han desatado nuestros leninistas de cabecera, apenas produzca una indignación de desayuno en nuestros votantes españoles. Recuerdo con envidia y nostalgia a dónde puñetas fue a parar un secretario del Gobierno alemán que se dejó invitar a un helado creo que en Roma? Hoy debe estar destripando terrones. En España, casos como el referido sólo producen un espontáneo: “¡Hay que j…….!” y nada más. Algunos periódicos, pocos, se llenan de quejas veinticuatro horas y después se olvida el episodio, quizá porque, al cabo de ese tiempo, aparece otro más que nubla la vistosidad grosera del anterior.
Es curioso y sobre todo exasperante: de este caso y de la oscura financiación de Podemos, la venida desde regímenes asesinos como Irán y Venezuela y la endógena de aquí mismo, no se deriva en este país conmoción alguna. La izquierda, la ultraizquierda para el menester, sale aliviada de todo como si ella tuviera derecho a la disculpa, porque ella, la pobre, ha sufrido tanto, y nadie se va al Parlamento para pedir cuentas. En el Congreso, Iglesias triunfa como si fuera el salvador de los desfavorecidos y en los medios, salvo en unos pocos (¿tengo que hablar de lo que ocurre con éste en el que escribo?) se guarda un silencio sepulcral, cómplice. ¿Puedo recordar cómo esta jauría de la izquierda puede amenazar con que sabe a qué colegio llevas a tus descendientes? Por denunciar estas desvergüenzas, los leninistas de Podemos, los fanáticos del criminal Lenin con Iglesias a la cabeza, deslizan sin pudor que van a por nosotros y que día llegará en que clausuren nuestras informaciones y opiniones. Y lo horrible: ¿qué responde la sociedad civil española? Pues terriblemente nada: que ahora sólo está ocupada con el virus, que poco le importa la nurse del leninista dúo de Galapagar.