La izquierda contra la izquierda

La izquierda contra la izquierda
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Después de 30 años desde la caída del Muro de Berlín y del mayor azote para la izquierda política europea, la división vuelve a reeditarse. La negociación de los fondos europeos para la recuperación económica motivada por el coronavirus ha mostrado que los pocos gobiernos que quedan en la Unión Europea en manos de la izquierda no están bien avenidos. Los eufemísticamente llamados ‘países frugales’, aquellos que más se han opuesto al reparto alegre del dinero comunitario a España e Italia, son y hay que decirlo países mayoritariamente socialistas. Dentro de dicho grupo están Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda y Austria. Los tres primeros, o lo que es lo mismo, el 60% de los países mal llamados frugales, están gobernados por la misma familia política del PSOE de Pedro Sánchez. Por su parte, Holanda tiene un gobierno principalmente liberal y sólo Austria está gobernado por la familia política europea a la que pertenece el PP.

La cuestión no es baladí. Pedro Sánchez no genera confianza entre buena parte de los españoles, pero es que ni siquiera lo hace entre sus compañeros socialistas europeos. Salvo Italia y Portugal, también en manos de la izquierda e interesados como España en la recepción de los fondos para la recuperación, Dinamarca, Suecia y Finlandia, ya no pertenecen a esa clase de izquierda del siglo pasado asentada sobre la idea del despilfarro del dinero de los ciudadanos sin acometer previamente las políticas y las reformas necesarias para ganar en competitividad. Atrás quedaron los años donde el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, se carteaba con su homólogo sueco y líder también socialista, Olof Palme, para felicitarle por sus victorias electorales, victorias que cómo no, atribuía al éxito del modelo socialdemócrata en Suecia. También Olof Palme se expresaba en términos muy parecidos cuando le escribía a González tras sus triunfos electorales o por cuestiones que a ambos concernían. Por ejemplo, a principios de abril de 1985, Felipe González fue el anfitrión del Congreso de la Unión de Partidos Socialistas Europeos al que, por supuesto, invitó a su colega sueco. El líder español se despidió en numerosas ocasiones de su homólogo nórdico con una frase que mostraba claramente el grado de familiaridad existente entonces en la izquierda europea: “recibe, en nombre de Carmen [Carmen Romero, exmujer de González] y mío, un cordial y afectuoso saludo, extensivo a tu esposa Lisbet”.

El rostro cariacontecido del pasado miércoles de Pedro Sánchez tras reunirse, a cuenta de las negociaciones por las ayudas comunitarias, con su colega socialista y primer ministro sueco, Stefan Löfven, expresaba palmariamente que la confianza que hubo entre Olof Palme y Felipe González, se ha transformado en desconfianza 35 años después en la relación Sánchez- Löfven. Para los vecinos del Norte, el modelo socialista de España o de Italia son modelos fracasados. No conciben que la izquierda socialdemócrata pueda gobernar con partidos populistas como el Movimiento 5 Estrellas o de la extrema izquierda como Podemos en España por el desgaste ideológico que supone y porque acaba hundiendo las economías nacionales al disparar el gasto público de forma descontrolada. De hecho, en Suecia, Dinamarca o Finlandia el comunismo bolivariano que representa Podemos no existe. Sintieron tan de cerca el comunismo soviético que los votantes no quieren saber nada de él cuando se celebran elecciones generales.

Una de las razones por la que González y Palme llegaron a ser tan buenos amigos, aparte de que el sueco le ayudara junto con el alemán Willy Brandt a financiar la actividad del PSOE, es porque el español siempre tuvo en la cabeza el modelo nórdico y nunca se dejó llevar por la extrema izquierda. De haberlo hecho, se habría quedado solo en Europa entre sus compañeros socialistas. Lo mismo que le ha pasado ahora a Sánchez.

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