¿Confiarías más en un humano o en una máquina?
Hoy, cuando hablamos de máquinas, ya nadie piensa que la batidora es una de ellas. Gracias a películas como Terminator, cuando la gente habla de máquinas, se evoca algo que le puede quitar su trabajo, que puede tomar decisiones por ellos, o incluso exterminarles, y que además tiene la forma de un robot exoesqueleto.
La inteligencia artificial ha avanzado mucho en los últimos 15 años, tanto que hablar de ella es tan difícil como tratar de describir una galaxia, porque en la actualidad esta tecnología tiene cientos de usos y desarrollos. Un gran sesgo que debemos eliminar es que esta tecnología no solamente se circunscribe a los robots humanoides; estos solo son opcionales. La inteligencia artificial actual consiste en sistemas que lo único que necesitan para “existir” es estar conectados a la red.
Una de sus aplicaciones más utilizada en nuestros días es la “toma de decisiones automatizadas”, que permite analizar millones de datos en tiempo real, para programar -por ejemplo- la logística en un aeropuerto. Maravilloso ¿no?
Esta tecnología ha resultado tan eficiente, que hoy incluso se aplica en ámbitos tan diversos como la publicidad (la misma que te persigue en Google o Facebook), recursos humanos, hospitales, bancos, aseguradoras, por citar sólo unos ejemplos.
Tratando de alejarnos de los prejuicios que tenemos con las máquinas, y procurando ser objetivos, si tenemos que clasificar millones de datos, una máquina lo hará de manera mucho más eficiente que los humanos. Y gracias a que están desprovistas de emociones y sentimientos, podrán tomar decisiones acerca de nosotros, libres de sesgos, ¿no es así? ¡Hasta ahora no hemos visto que a un algoritmo lo hayan bloqueado en Instagram!
Sin embargo, esta lógica no se ha impuesto debido a la intervención del hombre; cada día oímos hablar de los “sesgos” en la inteligencia artificial, señalando (sin reflexionar) a la tecnología como la culpable de estos actos. Y así como nos creímos las historias del cine, nos creímos que toda la culpa viene de la tecnología.
No obstante, me gustaría aclarar algo: todos los sesgos que hoy tiene la inteligencia artificial han sido programados por una persona como tú y como yo. Como lo oyes. Que un algoritmo discrimine, por ejemplo, por género, por edad, por raza o por identidad sexual, sucede porque alguien dio la orden a la hora de programar el algoritmo.
Y ahora no pienses que estos “sesgos” son la decisión de un pobre ingeniero, no. Este tipo de medidas las están tomando los responsables de las diferentes áreas en las empresas, y con estos prejuicios se están programando los algoritmos.
Por ello, ya algunos comenzamos a hablar de la ética para la inteligencia artificial, para que a la hora de programar, esta tecnología sea más incluyente, diversa y libre de sesgos. ¿Lo lograremos? Tenemos la obligación de hacerlo si pretendemos sobrevivir como especie, en un mundo en el que máquinas y hombres están llamados a convivir.
Ahora, hagamos un ejercicio mental: avancemos unos 20 años en el tiempo. Imaginemos que los humanos fuimos capaces de ponernos de acuerdo y logramos programar a las máquinas sin sesgos. Se nos presenta aquí una gran disyuntiva a nivel global y vamos a tener que tomar una decisión de la cual depende la vida de muchas personas, ¿en quién confiarías más para decidir, en una máquina libre de sesgos y programada éticamente, o en un humano lleno de prejuicios, creencias, intereses personales y emociones?
En esa respuesta está contenido el destino de nuestra humanidad…
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