Es hora
En cuanto a los socialcomunistas se les permite tomar resuello, reganan la iniciativa y nos envuelven a todos en su marco argumental, que es un campo de minas en el que siempre cae la oposición y, pise donde pise, explota y pierde.
Cuando el gobierno de Sánchez estaba arrinconado contra las cuerdas, aquellos días en los que había perdido el hilo del relato y andaba a la defensiva, los días en que los contagios subían, los muertos se multiplicaban, se evidenciaba la barbaridad del 8M, cuando se peleaban entre ellos, el gobierno de la Comunidad de Madrid iba tres cuerpos por delante, Amancio Ortega era la verdadera referencia, los medios comenzaban a boicotearlos y sus decretos eran un desastre de improvisación, aquellos días en que tenían cara de miedo y sus extensiones mediáticas no sabían cómo confundir, ahí tuvo la oposición la oportunidad de ir a por la puntilla exigiendo su dimisión.
Esos dias pasaron, los contagios se redujeron. Se vende como éxito que “sólo” mueran 500 personas diariamente. Se ha perdido sensibilidad a los números y la dimensión de la tragedia. Sus manipuladores empezaron a respirar, y con ello a intoxicar. Se sacan lo de los bulos (¡los que inventaron en España el agit prop en redes, los bots, las campañas, el pásalo…!), compran a unos medios, intimidan a otros, prostituyen a los afines y usan sin pudor, ya sin limite alguno a la radio televisión pública. Restringen libertades, imponen vigilancias y censuras, empiezan a repartir responsabilidades (Madrid, la OMS…). Comienzan a prometer pasta para todos (aunque no llegue, ni sepan de dónde sacarla). E intentarán patrimonializar la reapertura. Entre tanto, tienen el cinismo de hablar de patriotismo y se disfrazan con impostura infinita de moderados hombres de estado en el Congreso llamando al dialogo. Ahora sacan a pasear los “Pactos de la Moncloa”. ¡¡Los que hablaban de finiquitar el régimen del 78!!
Ya sabemos de sobra que no saben gestionar, ni les importa. Son buenos en los malabares y las bombas de humo. Y también en crear estratos apesebrados de la población a base de aprobados generales y rentas mínimas. De una parte de la población que no aspira al éxito ni la excelencia sino a una mediocridad inane, adocenada y de subsistencia, subvención y pereza.
Son buenos en lo suyo. Pero el campo de la libertad tiene su responsabilidad. Ahora, si acuden a dialogar, se la meten (pues estos no quieren dialogar nada, mucho menos negociar o acordar. Sólo quieren mutualizar el desastre). Si no van, son la ultraderecha que en tiempos que demandan unidad y altura de miras van a sus pequeños politiqueos. Los social-comunistas son tan hábiles que el galán apesadumbrado de corazón invita a la oposición a un pacto y la perra rabiosa aprovecha para darles tres dentelladas cuando, confiados, se acercaron. Y el principal partido que la representa aparece compungido y se queja como el niño pera al que el crío de la calle le engaña y le birla el iPhone. Además, la coordinación de campañas con mensajes claros entre gobierno y medios afines es de una marcialidad germánica.
Ante esto, el campo de la libertad es hoy la imagen de la perplejidad y el desconcierto. Como el boxeador que hace unos segundos tenia al contrincante contra las cuerdas y ahora, rodilla en tierra, recibe la cuenta de protección todavía preguntándose qué es lo que ha fallado y cómo se tornaron así las cosas. Se tornaron porque en la vida política, cuando el contrario esta desarbolado, hay que ir a por el KO. La gente se desmoraliza ante una oposición que zigzaguea entre la agresividad y la moderación (atendiendo a sus diferentes “sensibilidades” y no al común denominador de la mayoría), que proyecta la extraña melancolía de aquellos que deberían estar rozando el poder con un enemigo al borde del linchamiento pero son ellos los que en realidad parecen estar al borde de la derrota, sin saber por qué.
La estrategia que le queda hoy al campo de la libertad es la de no seguir aceptando el marco de referencia del gobierno, experto a invitarte a partidas con las cartas marcadas, a juegos en los que escriben las reglas, las cambian a mitad de partido y eligen el árbitro. No es que no haya que ir a Moncloa, es que no hay que hablar de eso. no hay que aceptar sus señuelos. Hay que cambiar las dinámicas y el discurso y volver a tomar la iniciativa con coraje. Hay que creerse que la victoria, no sólo es posible, sino que es necesaria. Para el país y, probablemente, para la supervivencia de nuestra democracia constitucional y garantista. No es hora de nadar y guardar la ropa porque no sabemos si nos dejarán tener más oportunidades para una alternancia justa y equilibrada en mucho tiempo.
¿Qué marco de referencia se puede y se debe cuestionar con inteligencia? La situación de estado de alarma que se prolonga porque al gobierno le conviene una población confinada hasta que los muertos están enterrados y la ira desactivada. Este estado de alarma se está tornando en un posmoderno golpe de estado a cámara lenta.
Un confinamiento que ya sólo existe por la incapacidad del gobierno para organizar una reapertura que no resulte en una cruel e imprevisible recaída.
Muchas de las medidas de gasto que caerán sobre una parte productiva de la población exhausta. Toca exigir salir a la calle y ¡hacerlo de modo seguro, con equipos de protección, tests y cuidados especiales a la población vulnerable!. Salir YA. Con protección YA. No somos co-responsables de su ineptitud Y no queremos seguir siendo sus víctimas.
Toca la desobediencia civil contra cualquier intento de limitar libertades individuales y acentuar el control de los ciudadanos. Sin miedo a que nos intenten coaccionar o nos criminalicen extendiendo el miedo.
Toca que los medios libres se sigan rebelando ante unas ruedas de prensa falsas en las que no hay preguntas y respuestas libres. Y seguir sin miedo poniendo ante el espejo a los esbirros mediáticos que sirven de correa de transmisión de la desinformación del poder.
Toca que la oposición ponga nombres y apellidos a los que desde el empresariado favorecen mediáticamente a un gobierno que quiere acabar con nuestro orden constitucional. Y que favorezca de inmediato alternativas audiovisuales.
Ya es hora de lanzar iniciativas legales contundentes que judicialicen la imprudencia dolosa, las responsabilidades, las corruptelas y la aplicación excesiva e ilegal de medidas restrictivas. Deben tener temor de acabar arrastrados por los juzgados y en la cárcel.
Toca hablar con los que nos tendrían que prestar el dinero para que todo se siga derrochando, nadie pague y nos hundamos en la limosna perpetua. Para recordarles que aquí no hay consenso en esa huida hacia adelante y que, si nos prestan, debe ser con un compromiso de regeneración y austeridad. Toca saltarse su “relato” y exigir que se muestren nombres y apellidos de los muertos.
Ya toca rechazar su marco y sus tiempos y, antes de que se recuperen con su estrategia de ruido, dádivas y confusión, exigir que dimitan, sobre una base tan simple como incontestable: los ineptos que nos hicieron caer en esta tragedia, en este agujero de descrédito y en esta sima económica, no pueden ser los que mantengan el timón para sacarnos de ella.
No es hora de timideces taciturnas ni de tibiezas. El tiempo político en este momento es una suma cero: todo el que se le regale a Sánchez aproxima a la alternativa al riesgo del que pudo haber sido y no fue. el campo de la libertad no tiene nada que perder porque pronto le habrán puesto definitivamente el bozal y candado los grilletes.
Es hora de retomar la iniciativa y pasar al ataque. De movilizar a muchos y exigir y promover la dimisión del gobierno. A gritos, a empujones, sin descanso. Como habrían hecho ellos hace mucho tiempo.