En la DANA importó más el relato que las víctimas
Carlos Mazón es un presidente que no estuvo donde debía estar ni cuando debía hacerlo. Y además mintió, en varias ocasiones. Eso no tiene justificación posible, pero sí tiene contexto. Y el contexto es el afán de la izquierda valenciana y del PSOE por ganar con el relato lo que no ganó en las urnas.
Porque, seamos claros: a la izquierda valenciana en general, y al Gobierno de España en particular, las víctimas les importan poco. Lo que ansían indecentemente es ganar el relato de la tragedia. Mazón ha sido, en esta historia, el tonto útil. Ha servido para excusar los errores cometidos desde el Gobierno central, errores que costaron 229 vidas, algunas de ellas evitables.
En primer lugar, está el asunto de la prevención. El Ejecutivo español, bajo el liderazgo de Teresa Ribera, paralizó en 2021 el proyecto para adecuar el barranco del Poyo, escudándose en un análisis de coste-beneficio y en supuestas preocupaciones medioambientales.
En segundo lugar, no se declaró el Estado de Emergencia, a pesar de que la Ley 36/2015 de Seguridad Nacional establece que el Gobierno debe asumir el «control operativo» y garantizar la coordinación entre administraciones en situaciones de catástrofe. Y en tercer lugar, diversos organismos dependientes del ministerio de Ribera emitieron datos y alertas tarde, cuando la tragedia ya estaba en marcha.
Partiendo de estas verdades, es cierto que el Gobierno de la Comunidad Valenciana podría haber gestionado mejor la comunicación, pero difícilmente habría podido mejorar la prevención o los recursos disponibles.
No olvidemos nunca la frase más ruin y reveladora de la política actual, pronunciada por el presidente del Gobierno: «Si quieren algo (medios), que los pidan.»
Ahí, precisamente, es donde le doy la razón a Mazón: la justicia deberá dirimir responsabilidades, el tiempo aportará perspectiva, pero sólo la distancia y la calma permitirán distinguir entre un hombre torpe que se equivocó y otro que sólo pensó en sacar rédito político del dolor ajeno.
Y ahí es donde vuelve a errar el Partido Popular. Vuelve a equivocarse en el tiro, como tantas veces antes. Sigue como un pollo sin cabeza, sin estrategia clara, sin un rumbo político definido. Y más le vale centrarse, porque la cascada de elecciones autonómicas que se avecina no sólo es importante: será decisiva para las posibilidades de que Feijóo llegue algún día a dormir en La Moncloa.