Chulos, rufianes, alcahuetes y macarras

rufianes, Pedro Sánchez

El diccionario de la RAE define al proxeneta como la persona que obtiene beneficios de la prostitución de otra, e indica que sus sinónimos son, entre otros, chulo, rufián, macarra y alcahuete, que significan lo mismo, pero con algunos matices. El chulo precisa mejor el sexo del delincuente, porque concuerda con el hombre dedicado al tráfico de la prostitución. El rufián con minúscula, cuando no es para señalar el apellido de ese caradura de ERC que hace 118 meses dijo que «en 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana», también señala en masculino al hombre dedicado al tráfico de la prostitución, además de otra acepción más común que se le puede aplicar al Rufián con mayúscula, porque significa persona sin honor, perversa, despreciable, como nuestro Gabriel de ERC.

El alcahuete es el encubridor de las relaciones sexuales que no deben ser conocidas por resultar ilícitas, adúlteras o inmorales. Y un macarra significa lo mismo que el rufián, tanto con minúscula como en mayúscula, pero con origen en el término francés maquereau que a la vez que identifica la caballa (pescado), también tiene un uso figurativo como intermediario o traficante, derivado a su vez del neerlandés makelaer, que viene a ser una especia de agente o corredor de comercio. Términos que señalan lo que, refinadamente, estamos llamando todos proxeneta, pero que para que se entienda mejor sería más conveniente que empezáramos a nombrar como se ha hecho toda la vida, o sea, chulo de putas, porque entre los analfabetos votantes socialistas está empezando a comentarse que no hay nada de malo en ser proxeneta, que hasta les suena bien.

En redes sociales existen ya varios argumentos que se repiten bastante para justificar que Pedro Sánchez se haya beneficiado de la fortuna ganada por un chulo de putas. En primer lugar, te dicen que en España la prostitución es legal, que por eso nuestras carreteras están llenas de puticlubs que se anuncian sin ningún problema y que, por tanto, la familia de Begoña Gómez hizo muy bien en sacar tajada de un negocio como ese. Desde 1995 el Código Penal señala que es delito lucrarse explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma; y mucho más cuando esta persona se encuentra en estado de necesidad o vulnerabilidad. Pero ya antes, incluso con las leyes franquistas, se trataba a las prostitutas como víctimas de explotación sexual y se castigaba a sus explotadores. Tener una sauna donde alguien se prostituyese sin tu conocimiento no era delito, pero cobrar una parte del fruto de la prostitución, como hacía el suegro de Pedro Sánchez, siempre ha estado perseguido.

Pero la idiotez más peregrina que cada vez repiten más hasta los tertulianos de Tele Pedro, es que Sánchez no se ha lucrado en absoluto del chulo putas de su suegro, porque se casó con Begoña Gómez bajo el régimen de separación de bienes, así que todo lo que Sabiniano explotaba a las prostitutas más vulnerables y a los chaperos más desfavorecidos, habrá ido a parar a Begoña, pero no a Sánchez. El chiste se explica sólo, durante 12 años el presidente del Gobierno vivió en un pisazo valorado en más de 700.000 €, cuyo alquiler mensual está entre los 3.000 y los 4.000 euros al mes, es decir, que sólo en alquileres, Sánchez se habría ahorrado más de 400.000 €. Pero es que, además, todo el patrimonio familiar lo heredarán las dos hijas del matrimonio Sánchez – Gómez con lo que el fruto de la explotación de la prostitución acabará en manos de las hijas de Pedro Sánchez y si esto no te parece un gran lucro es que tienes menos luces que una patera.

Pero lo mollar está en la valoración moral del asunto. Con o sin separación de bienes, sea legal o no la prostitución, Pedro Sánchez ha vivido doce años en el pisazo que le compró a Begoña un chulo de putas, que lo heredarán sus hijas. Y pretende dárselas de feminista y progresista.

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