Calvos, gordos, feos, locos e imbéciles

Roald Dahl
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

No voy a indignarme, la indignación es una posición muy comprometida para cualquier persona mayor de cinco años. Sin embargo, vierto aquí una cuestión apasionada, ¿es legal reescribir obras de autores para imponer la ideología de turno?

Ya conocen Fahrenheit 451 (1955), una distopía que se ajusta a las circunstancias actuales, donde el título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, porque en esa obra las autoridades queman los libros para controlar a la población.

Hoy, otra autoridad, no precisamente literaria, profundamente antiliberal y adanista, quiere destruir el mundo y sus fuentes culturales tal como las conocemos y dar paso una nueva era, donde se controle no ya lo que hacemos sino lo que pensamos.

Esta semana el mundo literario se levanta de sus escritorios (sin demasiada propagación) en defensa de la integridad de la obra del novelista Roald Dahl, autor de cuentos como Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate. Al parecer la editorial Puffin ha contratado a lectores (neuróticos) sensibles y a reescribientes (la nueva profesión woke) para que corrijan los pasajes de los textos del escritor británico con arreglo a lo que se considera virtuoso y educativo en el siglo XXI.

En adelante, el Augustus Gloop de Charlie y la fábrica de chocolate será enorme pero nunca más gordo y los Oompa Loompas, se reflejarán como personas pequeñas. La Señora Twit de Los cretinos no será tachada de fea. ¿No se puede decir feo en una novela? ¡No! Ni tampoco las palabras blanco ni negro y, en defensa de la salud mental, tampoco se utilizarán loco ni ninguno de sus sinónimos. Vamos, que no se puede mencionar la patología mental en un libro salvo echando mano de perífrasis o construcciones elípticas ¡absolutamente chaladas!.

En otra de sus geniales obras infantiles, donde Roald Dahl dice que las brujas son calvas debajo de sus pelucas, los reescribientes han colado una frase completa que hará relamerse a las futuras generaciones (de inválidos emocionales) de cristal: «Hay muchas razones por las que las mujeres pueden usar pelucas y ciertamente no hay nada de malo en eso».

PEN América (organización con más de 7.500 escritores) asegura que están alarmados por la distorsión que estas medidas producirán en el patrimonio literario de la humanidad al generalizarse y que, en todo caso, lo apropiado sería ofrecer un contexto introductorio a los lectores.

¿Será posible que en poco tiempo asistamos a una pira, como la que llevaron a cabo cura y barbero (Del donoso escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo) en casa de Don Quijote quemando todos los libros que, en opinión de ambos, hacían daño? En tiempos pretéritos, el Santo Oficio perseguía desviaciones doctrinales del mismo modo que el régimen del monopensamiento buenista las persigue ahora que estamos ante un adoctrinamiento masivo y un retroceso propio de estados dictatoriales e integristas.

En esta sociedad embriagada por el progresismo más superficial, no se tocarán las obras de Karl Marx, Lenin, Trotski, Ernesto Che Guevara o incluso Mao Tse-Tung, sin embargo, no me sorprendería que la Biblia se prohibiera a medio plazo.

Pronto se nos impondrá la neo lengua bajo el principio de que lo que no forma parte del vocabulario legal, no puede ser escrito ni pensado y la ubicua policía del pensamiento practicará la vigilancia masiva y la represión política y social.

¿Y en qué se diferencia este fenómeno de la destrucción de monumentos y obras de arte en Afganistán por los talibanes? Puffin y Roald Dahl Story Company han trabajado en los cambios junto con Inclusive Minds, un grupo al que definen como «personas apasionadas por la inclusión».

Para citar algunos cambios más, Matilda ya no lee a Rudyard Kipling, sino a Jane Austen, por supuesto. Hace tiempo que Kipling cayó en desgracia. El libro de la Selva y el pequeño Mowgli representan la supremacía de la raza blanca. No obstante, la virtud consiste en entender las circunstancias del Nobel, de elegantísima e insustituible prosa (aunque hombre, racista y paternalista, sí). Los libros, al igual que cualquier manifestación de carácter creativo o estético, son fundamentales para evaluar cada momento histórico y madurar afectiva e intelectualmente. Guardémoslos, amigues, celosamente.

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