Bienvenido, mister prófugo
A veces tiene uno la tentación de pensar que Pedro Sánchez tiene todo atado y bien atado respecto de su negociación para su investidura con los enemigos de España y de la Constitución. Quizás sea una manera de aminorar el vértigo que produce su temeraria conducción bajo los efectos del ansia de poder, con las ruedas de su automóvil chirriando sobre la gravilla al borde de un profundo acantilado como en una película de Hitchcock.
¿Todo atado y bien atado? Sólo desde un caudillaje feudal capaz de desarticular la separación de poderes, suplantar al judicial para desactivar sus sentencias, legitimar la arbitrariedad de los poderes públicos, socavar en suma los pilares del Estado de derecho, se puede pretender entregar la fortaleza de la democracia que nos cobija a todos a cambio de un castillo de naipes.
A aquel piloto que se presentó como un ser providencial para sacarnos del atolladero de la corrupción política, resulta que solo se le ocurre mantener el pie firmemente clavado en el acelerador para hundirse del todo en aquel fango y además extenderlo por todos los resquicios del aparato estatal. Ahí tienen a Sánchez haciendo girar sus ruedas frenética e impúdicamente no sólo en el lodazal de la amnistía, sino también en el del indulto a la trama milmillonaria de los socialistas andaluces con los ERE
Vamos, que dirá Sánchez lo que quiera, pero de ese insondable cenagal no sale ya ni con ayuda de los tablones de conglomerado jurídico con que se prepara la caja mortuoria de nuestra Constitución en ese edificio con forma de urna funeraria en el que se ubica nuestro tribunal de garantías. Ubicación muy atinada a lo que se está viendo, porque al final podría acabar siendo la oficina de «pumpas» fúnebres de la España constitucional.
Hay que ser tan temerario como Sánchez para pensar que borrar el delito a un eventual socio delincuente por un puñado de votos proporcionará certezas, seguridades y blindajes a tu nuevo mandato contra cualquier desatino o indignidad propinados por gente tan poco fiable como tus propios aliados o tú mismo. Aliados que justifican como «acciones militares»el ataque terrorista más bárbaro, sanguinario y despiadado que ha sufrido la población civil de Israel en toda su historia, o que se niegan a condenar la profanación de la tumba de Fernando Buesa, diputado de tu partido asesinado por ETA, el mismo día que les das el poder sobre los municipios navarros.
Inmensa zozobra produce que algunos de nuestros representantes políticos no se compadezcan ni siquiera ante el asesinato brutal de mujeres y niños con tal de no descreer de sus consignas, mientras dicen mantener sus postulados feministas, sin ofrecer una palabra de piedad por las decenas de mujeres violadas y asesinadas por los terroristas. Y hoy se sientan en los escaños del gobierno y más allá, sin atisbar siquiera que en estos días, ante las imágenes de estas israelíes profanadas bestialmente por sus torturadores y verdugos, se ha hecho más que evidente que la libertad y la dignidad de las mujeres es una de las principales fronteras de la civilización amenazada por el asalto de la barbarie, dentro y fuera de nuestras sociedades.
Pero volvamos a Sánchez, que se tiene por un genio, aunque sus socios le han ido encerrando progresivamente en una pequeña lámpara, obligándole a concederles sin límite alguno todo lo que le pidan, incluso nuestro Estado de derecho. Ya lo estamos viendo. Para eso servía la ley de «memoria democrática» para que la democracia solo exista en nuestra memoria como algo que tuvimos y perdimos por descuido.
Antes veremos al prófugo Puigdemont regresar cual emperador desde Waterloo y entrar gallardamente en Cataluña al son de una canción de inspiración berlanguiana para desquitarse de la vergüenza del maletero:
«Os recibimos malversadores con amnistía.
Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía».
¿Pero, en serio, no hay alguien en Moncloa o en Ferraz valorando ya el efecto internacional que tendrá el paseo triunfal por Barcelona de un tipo al que el Tribunal Supremo tiene hoy procesado en rebeldía por malversación agravada de fondos públicos, en línea con lo acordado por el magistrado Pablo Llarena? ¿No hay nadie calibrando ya un sismógrafo para evaluar el temblor sísmico que generará nuestra condición de Estado fallido ante esa imagen vergonzante del individuo que ha hecho caer de rodillas a una de las democracias más avanzadas del mundo?
Si demoledores están siendo los preparativos de la claudicación del Estado de derecho, más lo serán la aprobación de la amnistía y sus efectos, incluida la nueva algarada de bienvenida al prófugo de Waterloo y su justificación: hemos sido el pueblo catalán quienes hemos concedido la amnistía a nuestros delincuentes, consiguiendo que la democracia española se deslegitime a sí misma; y nada impedirá, por tanto, que decidamos votar en referéndum la independencia o promover nuevamente la desconexión de un país ocupante y represor.
Cuando todo esto suceda, los dirigentes socialistas se harán los ignorantes, dirán que no se acuerdan de nada, y ello a pesar de haber conseguido 19 diputados claves en Cataluña el 23J, aunque con el mandato de evitar precisamente la deriva independentista, contra la que se manifestaron en 2017.
Es curioso que teniendo las mismas razones para haberse manifestado de nuevo el pasado domingo en las abarrotadas calles de Barcelona con Sociedad Civil Catalana, Bolaños dijera que aquello era cosa de «nostálgicos» Lo dice quien intentó colarse en una tribuna de un desfile como monaguillo en boda ajena para hacerse con unas perras gordas más de propina, como recién salido de la España en blanco y negro a que la escacharrada máquina del tiempo del sanchismo se empeña en devolvernos antes de pasarnos definitivamente al fundido en negro.