Balcanizando España

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Tras insultar nuevamente a la oposición acusándola de servir a “oscuros intereses” (debe ser por permitirle cumplir el compromiso que él asumió sobre el aumento de la inversión en Defensa) y afirmar que si la presidenta del Banco de Santander y el presidente de Iberdrola se quejan de su anuncio de impuestos adicionales es “señal de que vamos por buen camino”-cual Evo Morales, Ortega, Chaves o Maduro-, Pedro Sánchez subió al Super Puma y después al Falcon rumbo a los Balcanes Occidentales.

Allí ha ido a ensayar el guion de su papel de líder europeo dentro de un año con la presidencia semestral de España en la UE. Tras la cumbre de la OTAN le ha cogido gusto a ese papel que no le es reconocido en España, lo que quizás atribuya a que “nadie es profeta en su tierra”. Es conocida para él esa región en la que comenzó su actividad política años atrás, como colaborador del Alto Comisionado de Naciones Unidas Carlos Westendorp. Es una zona de gran complejidad multiétnica, que tuvo un periodo de cierta estabilidad bajo la dictadura comunista de Tito en la ex Yugoslavia, que acabó con la sangrienta guerra de hace treinta años tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS.

Antes había pertenecido en su mayor parte al imperio multinacional austro húngaro que fue disuelto por imposición de “oscuros intereses” – estos sí-tras el final de la Primera Guerra Mundial por los Tratados de Versalles. Son algunas de las repúblicas de la ex Yugoslavia- Serbia, Montenegro, Macedonia del Norte, Bosnia Herzegovina-, y Albania quienes merecen la atención de Sánchez para desbrozar el terreno que impulse su incorporación a la UE, de la que ya forman parte Croacia y Eslovenia.

Su estancia en Sarajevo, la capital de Bosnia, evoca precisamente el magnicidio que desencadenó aquella contienda que comenzó por estas mismas fechas de 1914. Tras posar en Belgrado con el presidente Serbio,-eso sí, con corbata para dar ejemplo- afirmó que para facilitar su proceso de incorporación a la UE es preciso que hagan reformas en el Poder Judicial, así como centrar su actividad política en «tres ámbitos: evitar políticas divisivas para reducir tensiones; diálogo, y poner los intereses de los ciudadanos por encima de todo».

Sus interlocutores tendrán en cuenta la credibilidad de Sánchez, que tiene acreditado reconocimiento en España por sus políticas basadas en esos principios por él recomendados. Es difícil no mostrar absoluta perplejidad ante tal declaración, incluso conocida su persona. Atreverse a aconsejar políticas “no divisivas para aliviar tensiones” a quien fomenta el revanchismo, resucitando trincheras, odios y enfrentamientos basados en la guerra civil finalizada hace más de ochenta años, y sobre el Régimen que murió con Franco hace 47 años, resulta ofensivo como poco.

En cuanto a “anteponer los intereses de los ciudadanos a cualquier otra consideración”, oído en boca de quien subordina cualquier otro interés nacional o general al suyo de permanecer durmiendo plácidamente en la Moncloa, pertenece al género humorístico. Dicen las crónicas que tuvo una calurosa acogida por los ciudadanos en Mostar, lo que confirma que no le conocen del todo, porque en España, como es sabido, la acogida de sus conciudadanos no suele ser particularmente calurosa en la calle.

Mejor que esos países no muestren un excesivo entusiasmo en sus buenos oficios para allanar las dificultades existentes para su integración en la Unión. Si entre nosotros aplicara lo que predica a sus interlocutores balcánicos, las cosas le irían mejor a él y sobre todo le irían mejor a los españoles. El diálogo siempre es aconsejable, pero Sánchez solo lo practica con los que conviene a sus intereses. Es el caso de ERC, por ejemplo, con quienes lo tiene incluso institucionalizado en una mesa para tal fin, donde se dialoga intercambiando votos a su favor por indultos, el tratamiento de “la lengua española oficial del Estado”como lengua extranjera, o la impunidad para los políticos secesionistas, entre otras cosas.

Debe considerar Sánchez que los intereses de los españoles los representan los separatistas catalanes y vascos. O quizás es que desea “balcanizar” España, aplicando aquí, lo contrario de lo que aconseja allí.

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