Adiós Trump, Sánchez se queda
Cualquiera de las cuatro iniciativas que ha tomado el aún presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en los últimos días hubieran adornado la espasmódica gobernación de Trump. Las cuatro pertenecen al capítulo que podríamos denominar: “Recortes de la democracia” y en Estados Unidos, de habérseles ocurrido al felizmente ex presidente, hubieran causado un revuelo morrocotudo, hasta el punto de que el Senado norteamericano se las hubiera tumbado. Son éstas: primera, asaltar el Consejo de Transparencia, impedir que éste fiscalice actos del jefe de Gobierno y destituir para impedir su trabajo al funcionario encargado de este menester. Segunda, evitar que el Consejo del Poder Judicial opine sobre la totalitaria reforma que el Gobierno socialcomunista está a punto de perpetrar y que consiste básicamente en cercenar la jerarquía del Consejo para realizar nombramientos, tal cual es su cometido. La trapisonda es tan maloliente, tan espuria, tan hórrida que hasta el propio Consejo, con una durísima denuncia, la ha descalificado absolutamente. Tercera, legitimar la ocupación de viviendas presuntamente desocupadas, según la obsesión y los objetivos de los comunistas de Iglesias y sus cuates. Y cuarta, incapacitar a las regiones para que, comprobado el estado desolador a que nos ha conducido el Covid, puedan clausurar los establecimientos comerciales, sobre todo los hosteleros, a las ocho de todas las tardes.
Las cuatro medidas avergüenzan a cualquier demócrata. La primera, porque corona al presidente del Gobierno como un zar que puede llenar instalaciones de nuestro patrimonio, ‘La Mareta’ por ejemplo, de amiguetes con los que jugar al baloncesto y después festejar el resultado con las copas que sean precisas. Y todo, sin que el país, auténtico dueño de fincas como la citada, pueda enterarse del lujo y el trujo que emplea Sánchez para divertirse a nuestra costa. La segunda, porque deja al Poder Judicial, órgano constitucional que representa a uno de los poderes del Estado, en la imposibilidad de cubrir las vacantes que existen en el entramado judicial español y lo hace, a mayor abundamiento, sin que el Consejo tenga la oportunidad de opinar sobre una reforma tan absolutista como ésta. Ahora mismo Sánchez han desatado un conflicto entre poderes sin precedentes. La tercera, es rigurosamente leninista: se trata de que el Estado pueda meterse en nuestras casas, primera o segunda vivienda es igual para el caso, se quede en ellas y las “reocupe” con quien le dé la gana. Así se carga uno de los fundamentos más preciosos del Estado liberal: el derecho a la propiedad privada. La cuarta es de traca: resulta que el candidato Illa a las elecciones catalanas, después de habérsele llenado la boca regalando, es un decir, la autonomía a las regiones para que estas gobiernen el destrozo que nos ha causado el maldito virus, ahora ahorma esta independencia y amenaza con multar copiosamente a quien decida, en virtud de la tragedia, cerrar a las 20 de todos los días.
Todavía podríamos añadir a estas cuatro dictatoriales iniciativas, un acto de propaganda tan insólito como reprobable: la publicación a sólo veinte días de las presuntas elecciones catalanas de una encuesta del desahogado Centro de Investigaciones Socialistas (antes Sociológicas) que ha reflejado el entusiasmo desbordante con la que los habitantes de la región han acogido la candidatura del ministro más falaz que hayan conocido los tiempos recientes: Salvador Illa, al que un tipo tan procaz como el jefe del CIS, José Félix Tezanos, le adjudica la victoria en los próximos, si los hay, comicios de febrero. Vale que, según es constancia generalizada, Tezanos se distinga por no acertar ni una, por ofrecer con nuestro dinero, claro, unas muestras demoscópicas que tienen el mismo porcentaje de acierto posterior que las predicciones de la bruja piruja, o sea, ninguno. Vale eso, pero el solo intento de influir en el ánimo de los votantes con un sondeo tan prefabricado, ya es un ejercicio de impudicia incompatible con el buen uso de una democracia.
Claro está que esta sombría, espectacular manipulación del CIS para Cataluña no sorprende para una región que ha mandado de veraneo a ese seny del que siempre presumieron sus habitantes. ¿Cómo es posible que el responsable de gestionar una pandemia que el jueves mismo arrojó la pavorosa cifra de 4.453 nuevos contagios y 69 personas fallecidas en Cataluña sea el favorito, apuesta el CIS, para presidir la Generalitat durante los próximos cuatro años? Hace mucho tiempo que es cosa de decirles a nuestros compatriotas catalanes que son unos auténticos merluzos y que, en su deterioro económico, social, cultural y político, los responsables son ellos mismos, inmersos en un proceso de autodestrucción que, eso sí, acabará incluso con sus ínfulas independentistas porque terminará con la propia región.
Mañana les visita Pedro Sánchez para presidir telemáticamente (¿entonces qué pinta este hombre en Cataluña?) la reunión de sus paniaguados pertenecientes a esa bobada intrascendente que atiende por Comité Federal del PSOE. Nadie en esa sesión lanar, ni en presencia, ni en conferencia, osará pedir explicaciones al dictador sobre lo que está haciendo, menos aún sobre cosas como las que hemos venido en señalar. La capacidad crítica de los militantes del partido es similar a la de un bidé. Se limitan a estar confortablemente para seguir gozando de lo que Pedro les ha proporcionado o lo que les puede dar. ¿Qué les importa a ellos que Sánchez se parezca más al hirsuto Trump que al viejecito bienintencionado Biden? El primero, ya se ha ido, Sánchez se queda. Dios nos ampare un poquito más.