Las ‘actas de la vergüenza’ que retratan el sectarismo del Gobierno
Las actas de los debates celebrados a puerta cerrada en la Junta de Portavoces del Congreso demuestran que el Gobierno decidió a dar cerrojazo al Parlamento durante el primer mes del estado de alarma -cuando se suspendieron los plenos de control al Ejecutivo- con el argumento de que pedir una mayor presencia de diputados en el Congreso -siguiendo, claro está, con las recomendaciones sanitarias- era un «boicot al confinamiento». Es decir, que controlar al Ejecutivo en pleno estado de alarma era tanto como tratar de saltarse las normas. Ese fue el planteamiento socialcomunista, lo que revela el concepto de democracia que tiene la izquierda, que lo que pretendió era blindarse de las críticas impidiendo cualquier tipo de debate en sede parlamentaria.
La presidenta del Congreso, la socialista Meritxell Batet, desconvocó la sesión de control al Gobierno prevista para el 11 de marzo -tres días antes de la declaración del estado de alarma- y ya no volvió a celebrarse ninguna hasta el 15 de abril, un periodo en el que los reproches a la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez estaban a la orden del día. Pues bien, el Gobierno, consciente de esto, decidió ‘cerrar’ el Parlamento. Toda una demostración del grado de sectarismo de un Ejecutivo que justificó su decisión en el peregrino y mezquino argumento de que pedirle cuentas en aquellos momentos era poco menos que ir contra el interés general.
El Tribunal Constitucional está ultimando el fallo sobre el recurso de amparo que presentó Vox contra los acuerdos adoptados por los órganos rectores del Congreso -controlados por PSOE y sus socios- que limitaron la actividad parlamentaria. Si el TC se inclina por declarar inconstitucionales tales acuerdos estaríamos ante una impugnación en toda regla del comportamiento de un Ejecutivo que se saltó de manera ilegal las normas más elementales de la democracia parlamentaria. Y lo hizo, con toda la alevosía de la que es capaz, vendiendo la falsaria idea de que reclamar democracia durante el estado de alarma suponía atentar contra el mismísimo confinamiento. Para echarse a temblar.