Hiroo Onoda: el soldado japonés que se rindió 30 años después de que acabara la II Guerra Mundial
Para todo el mundo en agosto de 1945 acabó la II Guerra Mundial. Millones de muertos en toda Europa y Asia, y millones de vidas terminadas por el conflicto bélico más importante del siglo XX. Pero no para todos acabó ese día. La historia de Hiroo Onoda parece salida de un guion de cine, aunque fue real como la vida misma.
Con 20 años, Onoda se alistó en el ejército para combatir a los Estados Unidos en la contienda. Después de varios años destinado en diferentes lugares, fue llamado a ocupar una plaza en la isla filipina de Lubang. Su misión principal consistía en destruir toda instalación y comunicación marítima o aérea de la isla.
Meses después, recibió órdenes de que todas las tropas japonesas debían salir de la isla ante la inminente llegada a Filipinas de los americanos. La resistencia nipona en Filipinas acabaría en febrero del 45, y los soldados que quedaban allí eran capturados por el ejército americano.
Onoda, fiel a su patria, recibió un mensaje del superior a su cargo, Yoshimi Taniguchi, para que se escondiera en la selva y siguiera luchando hasta su muerte. Tres soldados acompañaron en esta misión a Onoda cuyo objetivo sería hacer pequeñas acciones de sabotaje por la zona.
Una vida en la selva
En agosto de 1945 la II Guerra Mundial llegaba a su fin, pero Onoda y sus tres compañeros siguieron en la selva. Japón sabía que tenía muchos casos como el de Onoda repartidos por diferentes islas, así que comenzó una labor de comunicación para hacer saber a sus soldados que la guerra había terminado.
Pero Onoda no creyó las noticias que le llegaban y pensó que se trataba de propaganda americana. Así, junto a sus tres colegas, siguieron con su misión llegando a matar hasta 35 aldeanos durante los siguientes años.
En 1950 uno de los compañeros decidió huir y entregarse a las fuerzas filipinas. Este confesó que tres compañeros suyos seguían en la selva. Cuatro años les costó al ejército filipino encontrar a uno de los compañeros de Onoda. Y en 1972 abatieron al tercero, dejando a Hiroo Onoda solo en la selva durante dos años más.
El fin de la guerra
Fue en 1974 cuando Onoda conoció el final de la guerra. Ese año, Norio Suzuki, emprendió un viaje desde Japón hasta Filipinas para encontrar rastros de las huellas de Hiroo Onoda. No solo encontró supo que la historia era real, sino que también encontró al propio Onoda.
Suzuki se encargó de comunicar a Onoda que la II Guerra Mundial había terminado, pero el superviviente japonés en la isla volvió a no creer nada. Tuvo que ser el propio mayor Taniguchi el que se presentara en Filipinas para ordenar a Onoda que depusiera la armas: «La guerra ha terminado».
30 años después del final del conflicto Onoda volvió a Japón, un Japón diferente, con otras costumbres, con vehículos, rascacielos, tecnología. Por esto se volvió a exiliar voluntariamente para vivir en Brasil.
Años después volvería a Japón para iniciar una nueva vida donde creó una escuela de supervivencia para jóvenes y escribió un libro autobiográfico: ‘Sin rendición: mi guerra de 30 años’. Se convirtió en un héroe nacional en Japón, y murió en 2014 con 91 años.