María Guardiola, una madre coraje ante el reto de dar a Feijóo la primera mayoría absoluta del ciclo electoral
La candidata del PP a la reelección a la Presidencia de la Junta busca revalidar su liderazgo

Consolidar el proyecto del cambio en Extremadura. Ésa es ha sido la carta de presentación de María Guardiola (Cáceres, 1978) para revalidar su liderazgo al frente de la Presidencia de la Junta. Mujer y madre coraje, hija de un padre ausente, se enfrenta desde el pasado 5 de diciembre a uno de sus desafíos más importantes: ofrecer al líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, una victoria rotunda, sin hipotecas con Vox.
Apenas han sido dos años y medio los que ha durado su Gobierno. Un tiempo suficiente, según dicen en su equipo, para demostrar que en tierras de barros había una forma distinta de gestionar cuando se cedían posiciones al Partido Popular. Ello, después de casi tres décadas de proyectos socialistas que han dejado a su paso una región marchita, escasa de recursos y con unas infraestructuras ferroviarias del siglo pasado.
Guardiola ha sido, hasta las primarias del partido regional del año 2022, una de las caras más desconocidas del panorama político nacional, sobre todo, a nivel autonómico. Quién iba a pensar que una mujer anónima procedente de una región entonces fracasada pudiera alzar la voz para posicionarse incluso por encima de uno de los hombres más fuertes del PP a nivel regional.
La gran pregunta que muchos formulan estos días es qué habría pasado si Fernando Pizarro, actual alcalde de Plasencia y claro favorito para suceder entonces a José Antonio Monago, no se hubiera echado a un lado. Extremadura habría seguido igual, o no. Tal vez la que ha venido a ser una de las grandes promesas de los populares hubiera quedado relegada a una segundo plano. Guardiola se habría ido marchitando poco a poco como muchos otros antes en su partido que, de claros favoritos, han terminado siendo denostados.
Pizarro decidió a apartarse. Lo apostó todo por ella -aun lo hace a día de hoy-. Pensó entonces que debía abrirse un tiempo nuevo en el que el partido en Extremadura pudiera estar liderado en manos de una mujer. Una que, como Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, llevara su tierra por bandera. Y es que Extremadura Guardiola lo lleva hasta en su ojos -verdes como su bandera-, también en su sangre, 100% cacereña.
Como mujer y como madre se presentó a los pies del Monasterio de Santa María de Guadalupe para liderar su formación política. Sin prometer «fórmulas mágicas» y con el único objetivo de engrandecer a su partido. Igual que Alberto Núñez Feijóo, entonces recién elegido presidente del principal partido de la oposición.
Lo cierto es que hace días se hacían eco las redes sociales de una intervención poco afortunada del propio Feijó. Fue en la denominada Declaración de Córdoba celebrada en 2024. Un desliz llevó al líder de los populares a que fuera Guardiola fuera presentada como «Gallardo», precisamente el nombre del candidato del PSOE, ahora imputado, y su rival a la Presidencia de la Junta extremeña. Tras este espisodio, todo quedó en mera anécdota.
Extremadura de costado a costado
Una tarta San Marcos y una bengala con motivo de su 47 cumpleaños, fueron la antesala perfecta para anunciar el arranque de ésta última campaña electoral próxima a su final. «Nos jugamos la estabilidad, el crecimiento y la libertad de nuestra región», fueron sus primeras palabras pronunciadas desde el «kilómetro cero» de Mérida. Un enclave simbólico, el de la Plaza de la Villa de la capital emeritense, donde los populares salieron a ganar encomendados a su patrona Santa Eulalia -en vísperas entonces de celebrar su día grande-.
Desde entonces, María Guardiola se ha recorrido miles de kilómetros de costado a costado por la tierra que le vio crecer y donde cada uno de sus pasos se mide al detalle. Cada enclave, cada mitin… cada mensaje que se comunica a través de sus redes sociales; sus gentes, sus campos, cada una de sus pequeñas comarcas saben que la improvisación en las tierras de barros no caben.
En su entorno la definen como una mujer «brava». Su mayor insignia la de ser madre, sobre todo, madre «coraje», como su propia madre. Una política «valiente», echa a sí misma, que desde su infancia tuvo que hacer frente a la soledad, al abandono. La de un padre que les dejó a su madre, a su hermano y a ella abandonados. Una política a la que el cargo le viene «innato». Criada por mujeres sabe de lo que va la vida, la gestión -sobre todo lo que concierne a la gestión de la economía- y la conciliación real de su vida profesional con su familia.
Mujer de gran «talento», dicen en su equipo, con una proyección emergente que, en apenas dos años y medio, ha demostrado «con gana y con garra». Quienes bien la conocen afirman que no le tiene ningún miedo a cualquier desafío que se le ponga por delante, ni siquiera a una sepsis que el pasado año 2024 -una infección bacteriana potencialmente mortal-, tampoco pudo con su empeño de seguir al frente de su proyecto.
Una candidata, en definitiva, que siempre tiene a bien saludar a la prensa por más que sean pocos los presentes. Incluso en su primer acto de campaña, con la voz ronca aunque también afónica, en ocasiones por el frío y otras, por inclemencias con la megafonía, le obligaban a alzar la voz para pronunciar un discurso donde los papeles son para ella un mero apoyo. Y es que Guardiola no usa guiones ni se vale de un prompter.
Vox, la china en el zapato
Con un candidato del PSOE, Miguel Ángel Gallardo, en aras de declarar como imputado en un juzgado de Badajoz, todo por sus amaños para colocar al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez ‘Azagra’, en un puesto en la Diputación pacense, emerge ahora el auge de Vox y con ello, la figura de su líder, Santiago Abascal.
En un corto periodo de tiempo, Vox se ha convertido en la china en el zapato de Guardiola. Un partido cuyos candidatos han sido hasta la fecha poco más que unos desconocidos en las propias tierras de barros pero que, ahora, antojan una situación más compleja a la propia candidata popular. Ya en el pasado su convicción de no aliarse a las fuerzas de derecha se mantuvo firme aun a pesar de, a los resultados visibles, verse obligada a dar marcha atrás a sus convicciones para conformar una mayoría para el cambio en su región.
El objetivo ahora es claro, como ofrecer al jefe del principal partido de la oposición, a Feijóo, una Extremadura libre que no dependa en modo alguno de ninguna otra formación política. En los últimos meses, la derecha extremeña se debate ahora entre la moderación de los populares y la presión de Vox. Su influencia, que ya recala entre muchos votantes, no puede otra cosa sino condicionar cualquier posible victoria del PP.