Javier Castillo: «Me preocupa mucho que nos hemos metido en jaulas ideológicas, hemos cerrado y tirado la llave»
El escritor, uno de los grandes nombres del thriller contemporáneo, presenta su octava novela: 'El susurro del fuego'

Javier Castillo es, sin duda, uno de los grandes nombres del thriller contemporáneo. Su obra se ha publicado en más de 90 países, traducida a 24 idiomas y con más de cinco millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Sus historias han iluminado incluso las pantallas de Times Square, en Nueva York.
Ahora presenta su octava novela: El susurro del fuego, un relato en el que vuelve a conjugar misterio, emoción y profundidad filosófica, abordando la eterna tensión entre ciencia y religión, los traumas del pasado y los diferentes caminos que puede tomar una vida.
Castillo escribe sus thrillers en formato de microrrelatos con un giro que lo cambia todo. Cada capítulo —cuenta— se lo imagina como una habitación vacía precedida de una frase, una especie de marco para la puerta: al abrir esa puerta, el lector se encuentra con algo inesperado, a menudo turbio.
Detrás del éxito mundial hay un autor con raíces humildes. Su madre era limpiadora, su padre albañil, y estudiar parecía un lujo inalcanzable. «Impensable», dice él. Trabajó desde muy joven para poder pagar sus estudios. Hoy, quiere que sus hijos tengan la libertad de elegir su propio camino. «Mi mejor plan es irme a un parque con los niños», confiesa, con una sonrisa que revela de dónde viene su verdadera inspiración.
En La chica de la nieve, su novela más conocida, llegó a cambiar el final porque le resultaba tan doloroso que, dice, le hacía daño a él mismo. En El susurro del fuego profundiza en otra fragilidad: el miedo a perder la mente, a dejar de ser uno mismo. La ansiedad, el vértigo del cambio y el fuego interior que todo lo transforma recorren sus páginas. «La novela intenta incendiarte y que vivas la vida de verdad», dice. Y, en cierto modo, eso define toda su literatura: una búsqueda de sentido en medio del caos y la desaparición (porque, claro está, hay una desaparición. Si no, ya sabe usted… No sería Javier Castillo).
Teme, como muchos, a la superficialidad. Le preocupa que vivamos encerrados en «jaulas ideológicas de las que hemos tirado la llave». Por eso escribe, para abrir puertas y provocar conversación. «Tenemos que hablar» Ojalá, le añado yo a usted.
Su sueño de futuro no tiene nada de grandilocuente: seguir escribiendo, cerca de los suyos, rodeado de libros amontonados. «No me gustaría alejarme nunca de quién soy», confiesa. Y en eso, quizá, reside su secreto.