Crianza

No es magia, pero casi: la pregunta de solo 4 palabras que sirve para calmar a un niño en 20 segundos

Calmar a un niño
Niño pequeño en el medio de una rabieta. Foto: Freepik.

Las manifestaciones de ansiedad son frecuentes durante la infancia y pueden expresarse a través de llanto, frustración o dificultad para concentrarse. Comprender qué ocurre en esos instantes permite aplicar estrategias que ayuden a calmar a un niño sin recurrir a órdenes que bloqueen su expresión emocional.

Entre las propuestas que han cobrado relevancia, una pregunta de solo cuatro modestas palabras destaca por su capacidad para abrir un espacio de comunicación inmediata. Esta fue formulada en un artículo especializado por Renee Jain, especialista en psicología positiva aplicada y conocedora de cómo funcionan las habilidades socioemocionales en la infancia.

¿Cuál es la pregunta de solo 4 palabras que sirve para calmar a un niño?

La expresión «¿Qué necesitas de mí?», parece ser mágica para calmar a infantes en poco tiempo. Esta frase prioriza la validez emocional y no trata de buscar respuestas complejas, sino de mostrar atención y ofrecer un marco seguro para que la emoción encuentre una salida constructiva.

Los estudios experimentales sobre validación, como el realizado por Jeon, Park et al. y publicado en la revista Developmental Science, indican que nombrar y aceptar la emoción sin juzgar aumenta la persistencia ante la frustración y disminuye la reactividad fisiológica.

En la práctica cotidiana, este tipo de respuesta suele funcionar porque reduce la tensión inicial y facilita que el niño recupere la calma.

Esta pregunta condensa tres elementos clave: reconocimiento del malestar, disponibilidad del adulto y guía hacia una necesidad concreta.

Al desplazar el foco desde la conducta hacia la emoción, el niño puede identificar qué requiere para volver a sentirse seguro. Puede tratarse de un abrazo, un momento a solas, un objeto calmante o una propuesta para resolver el problema que desencadenó la reacción.

¿Cómo funciona esta pregunta para calmar a un niño en la educación emocional?

La propuesta se enmarca en lo que la literatura y el psicólogo John Gottman denominan en uno de sus estudios como emotion coaching, un enfoque que orienta al adulto a acompañar los procesos emocionales mediante pasos sucesivos: detectar la emoción, validarla, ponerle nombre y ayudar a buscar una solución.

La pregunta funciona como un atajo que reúne esos componentes en una sola línea. De esta forma, el niño recibe un mensaje claro, y es que su estado emocional tiene un espacio y existe una disposición para acompañarle mientras lo gestiona.

El impacto no reside únicamente en la frase, sino en el tono, la postura y la intención. Un tono suave, la mirada a su altura y una actitud tranquila activan la co-regulación, un mecanismo en el que la calma del adulto se convierte en referencia para el sistema emocional del niño.

¿Por qué esta estrategia ayuda a tranquilizar a niños en poco tiempo?

En los primeros segundos de un episodio emocional, el niño suele experimentar la típica rabieta infantil: una mezcla de tensión y desbordamiento. Cuando se escucha «¿Qué necesitas de mí?», el mensaje transmite que la emoción es válida y que existe un apoyo disponible.

Esto interrumpe la escalada emocional y abre una vía para expresar la necesidad de forma concreta. Transformar el malestar en una petición específica es uno de los mecanismos que más favorecen la regulación.

Además, la evidencia indica que la validación reduce la activación fisiológica. En términos prácticos, esto se traduce en respiración más estable, disminución del tono muscular y mayor capacidad para escuchar y responder.

Si la pregunta se complementa con un comentario breve (por ejemplo, «Veo que te cuesta este momento») y una opción concreta (como «¿Quieres que me quede cerca o preferís un poco de espacio?») el proceso se agiliza.

Por último, cabe remarcar que la utilidad de esta pregunta varía según la etapa evolutiva, pero conserva su eficacia general. En niños pequeños puede ser necesario simplificarla o acompañarla con gestos, como acercarse, agacharse o tocar suavemente el hombro.

En edades escolares, el uso de la pregunta favorece que puedan verbalizar emociones con mayor precisión y tomar decisiones sobre el tipo de ayuda que necesitan.

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