‘Turisme rural’ del tándem Galcerán-Belbel, un divertimento hiperventilado
La obra pudo verse en función única en el Teatro Principal de Palma la noche de Halloween
Es una propuesta para reírse y entretener; lo demás son historias cargadas de cierta extravagancia
El Teatro Principal de Palma al parecer ha querido participar en la noche de Halloween con la presentación en función única de Turisme rural, lo más reciente del tándem Galcerán-Belbel. Se trata de una producción del Teatre Borràs de Barcelona, que asimismo es el escenario de las colaboraciones de Jordi y Sergi. Allí se estrenó Turisme rural el 19 de septiembre de 2024.
Su breve paseo por Palma a sala llena no podía ser más oportuno debido a estar hablando de «una comedia terrorífica» (así la han bautizado), aunque bastante atropellada por cierto. El público acabó encantado, yo no tanto al toparme con alguna escena en la que se escuchan jaculatorias ofensivas y jaculatorias son, expresamente, oraciones breves y fervorosas. De manera que de forma gratuita se procedía a ofender a los creyentes cristianos, con encadenadas referencias soeces. No hay huevos para hacer lo mismo desde el señalamiento al Islam. Es la mugre progre de siempre. Dicho lo cual.
Si no recuerdo mal, lo último que se ha visto en Palma de Jordi Galcerán y con dirección de Sergi Belbel fue FizRoy, precisamente en el Principal hace dos temporadas. Aquello era un calentón de mujeres en un saliente de montaña (así titulé la crítica) donde Galcerán ponía a prueba a un grupo de cuatro montañeras enfrentándose a un reto, excelentemente dirigidas por Belbel. Aquí vuelve a ocurrir lo mismo, con el añadido de golpes de efecto para el subrayado de los momentos de mayor tensión. Ésta es una de esas obras que no puedes -ni debes- referirte al contenido, porque equivaldría a matar el efecto sorpresa que es fundamental en Turisme rural, una suerte de comedia de situación, efectivamente muy apropiada para Halloween.
Cualquier estreno del tándem llama la atención del buen aficionado, una vez certificada la química entre ambos para levantar unas historias de cierto calibre y darles entretenida vida sobre las tablas. Allí están para certificarlo las colaboraciones consagradas con nombre propio: El mètode Grönholm, Paraules encadenades, El crèdit o el mencionado FitzRoy. Palabras mayores, cada una de estas obras y su puesta en escena. ¿Pasa lo mismo con Turisme rural? Como entretenimiento, es más que evidente.
Cosa distinta es el mensaje que se pretende transmitir. Cierto que se lleva hasta límites insospechados, además de surrealistas (el propio desarrollo de la obra), la relación mezcla de fascinación y de rechazo entre los urbanitas y las gentes del campo. Nos cuentan que Galcerán se caracteriza por dar a sus obras un cierto tono psicológico; de búsqueda en los aspectos oscuros de la personalidad, que en esta obra se traduciría en la reflexión sobre la decisión de tener hijos, a propósito de lo cual nos cuenta Jordi Galcerán que, «es curioso que en una sociedad, donde todo está controlado, lo más importante huya de cualquier control. Y entonces lo que me pregunto en esta comedia es ¿y si alguien lo hubiera controlado?». Tratándose de una obra formalmente ligera, la reflexión de Galcerán está cogida con pinzas, salvo que el mensaje subliminal sea éste: ¿Son los hijos de los padres?
Lo que en realidad se ve en escena es un divertimento hiperventilado en el que apenas tiene cabida una reflexión racional. Turisme rural solamente es, visto el resultado, una propuesta para reírse y entretener. Lo demás son historias cargadas de cierta extravagancia. Demasiada extravagancia.
Temas:
- Palma de Mallorca
- Teatro