Manifestación carlista en Sevilla contra el ‘Black Lives Matter’: «La muerte de George Floyd es una excusa»

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Borja Jiménez

La Comunión Tradicionalista Carlista ha celebrado una manifestación en Sevilla para protestar contra el denominado ‘Black Lives Matters’. Creen que los «lamentables sucesos» ocurridos con la muerte de George Floyd no es más que «una excusa» que persigue unos objetivos políticos que «nada tienen que ver con la igualdad racial».

A continuación, exponemos el manifiesto leído frente al monumento a Cristóbal Colón en los Jardines de Murillo de Sevilla:

Poniendo como excusa unos lamentables sucesos ocurridos en una ciudad de los Estados Unidos se ha desatado una furia iconoclasta que, bajo las banderas de un supuesto antirracismo, no tienen otro objetivo que intentar borrar de la Historia las bases de la Civilización Cristiana extendida por España a todos los rincones del mundo.

Nadie con dos dedos de frente debería ignorar que la muerte de George Floyd, que lamentamos y esperamos que los tribunales esclarezcan y en su caso den el castigo que tengan que dar a los culpables, no es más que una excusa para una ola de violencia que persigue unos objetivos nada nobles que poco o nada tienen que ver con la igualdad racial u otras banderas agitadas por la propaganda.

Por un lado hay un claro interés partidista de cara a las elecciones presidenciales que en noviembre se celebrarán en los Estados Unidos, para situar a Trump en el centro de unos sucesos que poco le competen. Pero no es nuestra labor el tomar partido en esa lucha, por más que no debamos ignorar las mentiras que sobre ella levantan.

Nuestra labor es seguir, con la frente y las banderas altas, defendiendo la mayor obra civilizadora de la Historia de la Humanidad, que es la obra de España, de la Hispanidad, de la Monarquía Católica Hispana. Y a eso venimos hoy aquí.

Los sucesos recientes no son nuevos. Como decíamos al principio, la muerte de George Floyd no es más que una excusa, así como los movimientos «Antifa» o «Black lives matter» no son más que unos de tantos peones y títeres de quienes mueven los hilos. Hace unos meses, en este mismo escenario, conmemorábamos el día de la Hispanidad. Y en aquella ocasión ya decíamos estas palabras:

«Cuando la corrección política, impuesta y asfixiante, dictada desde lujosos despachos por los que son herederos y continuadores de la rapiña y los crímenes de otros pueblos, no dejan de señalar a nuestros antepasados para volcar en ellos culpas que no les pertenecen, se hace necesario venir aquí a volver a celebrar un 12 de octubre».

No, no es que fuéramos visionarios hace unos meses. Simplemente constatamos un proyecto destructor nada nuevo y que es el mismo que hoy aprovecha unos disturbios raciales para relanzarse. La plutocracia mundialista, en su maniobra para instaurar su Nuevo Orden Mundial, necesita borrar de la Historia todo aquello que le incomoda. Y nada puede incomodarle más que un proyecto que fue capaz de expandir la Cristiandad por el Orbe convirtiendo a todos aquellos a los que llegaba en algo tan chocante y novedoso como hermanos e iguales.

Mientras en el norte, las potencias protestantes expandían por el mundo la visión calvinista de la vida, aniquilando a todo pueblo que no encajaba con su visión y reduciendo a esclavitud al superviviente, la Monarquía Católica Hispana llevaba la Civilización y la Redención a sus dominios. Los ejemplos serían innumerables y sólo quien se empeña en no querer verlos puede ignorarlos: La prohibición inmediata de esclavizar a los indios. La promoción de los matrimonios mixtos desde el primer momento. El testamento de la Sierva de Dios, la Reina Isabel. La pausa de la Conquista por parte del Emperador Carlos para asegurarse de que los indios eran justamente tratados. El establecimiento de la jornada máxima de 8 horas de trabajo ya por Felipe II. Las Leyes de Indias. Las instrucciones exactas y precisas por parte de la Corona de proteger especialmente a los naturales de aquellos reinos. La elaboración de las gramáticas de las lenguas precolombinas, y su protección y aprendizaje. La clara herencia visible hoy en el rostro de nuestros hermanos de la América Hispana. La construcción de universidades, catedrales y hospitales y el levantamiento de ciudades por toda Hispanoamérica. Los negros huidos de la esclavitud protestante que buscaban refugio en las misiones y ciudades españolas en donde encontraban la libertad…

Hoy, los herederos de la visión protestante del mundo, los que llevaron al Nuevo Mundo miles de barcos cargados de esclavos –negros, y también blancos católicos- y que pagaban a tanto la cabellera del indio –indios que en muchos casos eran católicos y hablaban español, como el jefe Gerónimo- o que se divertían matando miles de bisontes con el único objetivo de exterminar por hambre a los pueblos cazadores indios; los orgullosos herederos de una civilización, la protestante, que hace sólo unas décadas todavía prohibía los matrimonios entre blancos y negros o negaban el derecho a la propiedad a los católicos, esos son los pretenden echar las culpas a quien expresamente proclamaba la sacralidad de la vida del indio, de quien la Monarquía Católica Hispana reclamó, antes que nadie en el mundo, su derecho y dignidad.

Desgraciadamente, el problema se agrava cuando quienes deberían tener claro este legado y esta historia, y ser los primeros en salir a defenderla, son los primeros en correr a echarse en brazos del enemigo. En Norteamérica, hordas de salvajes atacaban hace unos días la imagen de San Junípero Serra, apóstol de la Alta California, territorio en el que fundó 9 misiones en una vida absolutamente entregada al amor a Dios y al servicio al indio. Cuando se le preguntaba por ello a una ministra del gobierno de España, sin duda sin tener ni idea de qué le hablaban, decía que lo importante no son las estatuas sino repensar nuestra historia. Y en Mallorca, tierra natal de San Junípero, una concejal del mismo partido que la ministra demostraba que su odio sólo era comparable a su ignorancia pidiendo en redes sociales que la estatua erigida en Palma al Apóstol de Alta California fuese «atacada pacíficamente» (ya sabemos que la ignorancia suele enmascararse con cursilería) siendo profanada esa misma noche con pintadas en las que tildaban de «racista» a un Santo que pasó por esta vida sirviendo a los indios.

Y en este escenario nuestra intelectualidad progre, en la línea de la ministra, habla de repensar la historia, de cambiar la mirada sobre ella, suponemos que para mirarla con perspectiva de género o cualquiera de las estupideces imperantes. Años y años llevamos soportando un discurso falso y acomplejado, nacido del odio a nuestros ancestros instigado por el mismo enemigo de siempre. Un mensaje pagado en no pocas ocasiones con nuestro propio dinero, pues se han sufragado toda clase de iniciativas negrolegendarias en las que la única condición era pintar al español como un sucio salvaje avaricioso.

Pues por todo eso volvemos hoy a estar aquí, con la frente y las banderas alzadas. Para denunciar esas mentiras y ese discurso del odio a todos lo que representa a nuestros ancestros. Para defender la obra de nuestros mayores, que es una obra gloriosa. Para recordar y reivindicar nuestra historia. Recordando y reivindicando a la Monarquía Católica Hispana, que ensanchó el mundo para llevar a cada rincón la Civilización Cristiana y la Redención anunciada por Nuestro Señor Jesucristo. Por eso mismo, quienes tienen como Enemigo a Nuestro Señor, no dejarán nunca de odiar nuestra historia y la obra de nuestros ancestros. Por eso mismo nuestra reivindicación no es de patriotismos constitucionales ni de nuevas miradas sobre la historia, sino de defensa de un legado, de una obra sin igual a la que, con las sombras de toda obra humana pero con las luces de su impulso sobrenatural, nuestros mayores entregaron todo su esfuerzo. No sólo se trata de defender estatuas. Se trata de defender lo que representan estas imágenes. Nuestra Historia y nuestra Sagrada Tradición.

Hijos de las Españas, os pido que hoy salgáis de aquí con el renovado propósito de mantener la defensa y el recuerdo al honor de nuestros héroes, y que ahora gritéis conmigo: ¡Viva España!

 

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