Los sirios acogidos por el Papa: «Ha hecho más por nosotros que cualquier líder musulmán»
Hasan (31), Nour (30) y Riad (2) componen una de las tres familias que se encontraban en el campo de refugiados de Moira, en la isla griega de Lesbos, y que el Papa trasladó hasta Italia en el avión que le trajo de vuelta tras su viaje al país heleno hace quince días para conocer de primera mano la situación en la que se encuentran los refugiados.
Aprecio al Papa Francisco más que a ningún líder musulmán, de ninguna Mezquita. Él ha hecho por mi familia más que ningún otro», asegura Hasan. Este refugiado sirio define al Pontífice como un «gran hombre» que les ha regalado «un sueño» y «una nueva oportunidad con esperanzas de un futuro seguro». Junto con su familia, vivían en Damasco, pero tuvieron que escapar después de que su casa fuera destruida tras un bombardeo.
Ahora su mayor esperanza es que su hijo pequeño de dos años Riad pueda olvidar «todo lo horrible que han pasado». «Mi hijo sigue despertándose por la noche llorando y asustado. Tiene dos años y tengo la esperanza de que olvide las cosas horribles que nos han pasado», explica Hasan en una entrevista con Europa Press justo antes de acudir a sus clases de italiano en el barrio del Trastevere.
Los tres viven en un apartamento compartido con otras familias en este céntrico barrio romano, con los gastos pagados por el Vaticano. Pasan el tiempo entre las clases de italiano (8 horas a la semana) y la recopilación de todos los documentos necesarios para solicitar al Gobierno italiano el reconocimiento oficial de refugiados políticos. El próximo 6 de mayo tendrán la entrevista final con las autoridades competentes.
No van a convertirse al cristianismo
Pese a su admiración por el Pontífice, también tienen claro que no van a convertirse al cristianismo, pero le agradecen esta nueva oportunidad. «Finalmente todos los creyentes estamos ligados a un solo Dios. Todas las religiones acaban en un solo Dios. No hay distinción, somos pertenecemos a la raza humana y todos tenemos derecho a tener una vida segura», argumenta Hasan.
Hasan tampoco olvida su pasado en Siria antes de la guerra. Recuerda que vivían «una vida normal, en paz». «Cada uno de nosotros tenía un trabajo, una casa, una rutina. La guerra arrasó con todo. Yo trabajaba como arquitecto de paisajes. Mi trabajo era muy interesante. Hacía muchísimos proyectos en Siria y mi mujer era microbióloga. Somos gente normal como tú, no terroristas», explica.
Pero estalló la guerra, su hogar fue bombardeado y tuvieron que escapar para poder estar a salvo. Entonces comenzaron un peligroso periplo para salvar sus vidas. Primero pagaron 3.000 dólares a un traficante de Siria para poder llegar hasta la frontera de Turquía.
«Nos transportaron hacinados con otras personas en un camión de emergencias hasta el Sur de Damasco, donde estaba el primer punto de control de Daesh. Después pasamos un día encerrados en otro camión de animales. Cruzamos el desierto en autobús y me separaron de Nour y Riad. Los hombres por un lado, las mujeres por otro», describe.
Tras quince horas de travesía llegaron hasta el norte de Siria, en Aleppo. «Allí pagué de nuevo 15 dólares por persona, pero los hombres de Daesh nos encontraron y no nos dejaban salir de Siria. Nos dijeron que éramos musulmanes y debíamos vivir bajo las leyes del Estado Islámico y hacer la yihad», explica.
Al final, pudieron escapar pagando 300 dólares a uno de sus carceleros. Cuando llegaron a la frontera entre Siria y Turquía tuvieron que volver a pagar. Esta vez, a la mafia turca kurda. Después llegaron a Lesbos, donde fueron rescatados por el Papa Francisco.