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La desorbitada herencia que recibirá Fernando Fitz-James Stuart y Solís, hijo del actual duque de Alba

Fernando Fitz-James Stuart y Solís lleva una trayectoria completamente discreta

El protagonista de nuestra noticia es nieto de doña Cayetana, la famosa duquesa de Alba

Hay mucho dinero encima de la mesa, pero también bienes inmuebles y obras de arte históricas

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Fernando Fitz-James, duque Fernando Fitz-James,
Fernando Fitz-James en Madrid. (Foto: Gtres)

Nuestro país ha sido durante siglos cuna de poderosos linajes nobiliarios, pero pocos han alcanzado el nivel de influencia, riqueza y simbolismo que encarna la Casa de Alba. En el corazón de este legado se encuentra hoy Fernando Fitz-James Stuart y Solís, primogénito de Carlos Fitz-James Stuart, actual duque de Alba, y destinado a convertirse en el futuro jefe de una de las familias más ilustres del continente. Aunque su perfil es bajo y su presencia pública escasa, su nombre figura ya en la historia futura de la nobleza europea por una razón incuestionable: está llamado a recibir una de las herencias más cuantiosas del momento.

A sus 34 años, Fernando no solo ostenta el título de duque de Huéscar, que heredó tras el fallecimiento de su abuela Cayetana, sino que está en la línea directa para acumular una impresionante lista de distinciones nobiliarias, propiedades y obras de arte que han pasado de generación en generación desde el siglo XIV. Cuando llegue el momento del relevo, este joven aristócrata pasará a ser el XX duque de Alba y el hombre con más títulos del país, superando incluso a muchas dinastías históricas europeas.

La herencia que dejará Carlos Fitz-James Stuart

Más allá del valor material, el legado que Fernando recibirá tiene un componente cultural, simbólico y artístico de proporciones colosales. Se estima que entre fincas, edificios singulares, palacios y bienes inmuebles, su herencia superará con creces los 3.500 millones de euros. Entre los elementos más destacados del conjunto patrimonial figuran más de 30 propiedades repartidas por toda España, nueve ducados, y alrededor de 50 títulos nobiliarios, de los cuales al menos nueve incluyen la Grandeza de España, el mayor honor de la nobleza española después de la Casa Real.

Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo en Sevilla. (Foto: Gtres)

A esta impresionante fortuna se suma una de las colecciones de arte privadas más antiguas y valiosas del país, que incluye obras de artistas como Velázquez, Goya, Tiziano o El Greco, así como documentos históricos de gran trascendencia, como cartas autógrafas, tratados reales y manuscritos que han sido declarados de interés nacional. No es simplemente una herencia, sino una custodia cultural que implica responsabilidad y compromiso con la historia y el patrimonio común.

El estilo de vida de Fernando Fitz-James Stuart

A pesar del ruido que genera la fortuna de su familia, Fernando ha optado por una vida discreta, alejada de los focos mediáticos. Educado, reservado y prudente en sus apariciones, jamás ha concedido una entrevista ni se ha pronunciado públicamente sobre su linaje o su futuro papel al frente de la Casa de Alba. Actualmente, desempeña funciones ejecutivas en Lombard Odier, una reputada entidad bancaria suiza, donde ejerce su labor profesional de forma silenciosa, sin utilizar el peso de su apellido como carta de presentación.

Este perfil sobrio ha contribuido a mantener el aura de elegancia que caracteriza a la familia, y a marcar una clara diferencia con otras figuras públicas de la aristocracia española. Su matrimonio con Sofía Palazuelo, con quien espera su tercer hijo, ha reforzado esa imagen de estabilidad y modernidad dentro de una institución que, aunque sin poder político, sigue siendo observada con atención por la sociedad.

El formidable patrimonio de la Casa de Alba

La grandiosidad del patrimonio de los Alba conlleva una enorme carga económica y administrativa. El mantenimiento de palacios como el de Liria, sede histórica y actual residencia de la familia en Madrid, requiere de importantes recursos. La familia ha buscado soluciones en los últimos años, entre ellas abrir al público parte de sus estancias, organizar exposiciones y recurrir a eventos culturales con el objetivo de financiar los altísimos costes de conservación.

Incluso han intentado vender algunas piezas, pero no siempre han tenido éxito. En 2015, por ejemplo, un tribunal madrileño bloqueó la subasta en Londres de una carta que Cristóbal Colón envió en 1498 a su hijo Diego, y cuyo valor se estimaba en 21 millones de euros. Considerada patrimonio documental de incalculable valor, la misiva fue declarada inexportable y la familia tuvo que retirarla de la venta. Este episodio ilustra las restricciones legales que pesan sobre parte de la herencia que Fernando recibirá, lo que añade un componente legal y ético a la ya complicada gestión de su futuro legado.

Aunque Fernando es el heredero principal, no está sólo en la administración del entramado patrimonial de la familia. Su hermano Carlos, un año menor que él, también desempeña un papel clave en varias empresas vinculadas al grupo familiar. Juntos comparten la dirección de Mibor Inversiones, una sociedad con un notable portafolio inmobiliario, valorado en tres millones de euros, aunque no exento de dificultades. En el ejercicio de 2022, la compañía cerró en números rojos, acumulando pérdidas cercanas a los tres millones, a pesar de haber incrementado su actividad en más de un 30%.

Además, Fernando también participa en Euroexplotaciones Agrarias, una firma gestionada por su padre y centrada en el sector rural, lo que demuestra que, más allá del apellido, los herederos del ducado también se involucran en los asuntos empresariales de la familia. Esa colaboración padre-hijo evidencia una sólida relación personal y profesional que facilitará, llegado el momento, una transición ordenada del legado.

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