Confirman la relación entre salud mental y corazón: la depresión aumenta el riesgo cardiovascular
La evidencia es abundante: ahora los cardiólogos proponen realizar una sencilla prueba para ver si sus pacientes podrían tener depresión

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Héctor Bueno, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares(CNIC) y el Hospital Doce de Octubre de Madrid, ha participado en un reciente programa de televisión de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) para explicar «la compleja relación entre la depresión y la salud cardiovascular».
El experto ha recordado que son abundantes los estudios científicos que dan fe de la relación entre la depresión y el aumento de la mortalidad por cualquier causa, además de la mortalidad por enfermedad cardiovascular. En dos de ellos, «que incluyen cientos de miles de personas» se ha podido ver que el riesgo causado por la depresión es independiente de otros factores, y tan claro como el que se atribuye a “factores biológicos” (como la elevación del colesterol, los niveles de presión arterial y otros que se miden con más facilidad).
Como ha recordado el experto en la entrevista, la depresión empeora los resultados de las personas que viven con enfermedades cardiovasculares y, además del riesgo de mortalidad, hace que se incrementen las recaídas y las complicaciones de la fibrilación auricular y el infarto de miocardio.
Bueno forma parte del panel de expertos de la ESC que está elaborando un documento de consenso sobre la depresión y la enfermedad cardiovascular, cuya publicación se espera para este año.
Cómo influye una enfermedad en la otra
Aunque los datos confirman esa relación, no se entiende del todo cómo una enfermedad influye en la otra. Por un lado -explica- hay elementos biológicos, alteraciones que se observan en personas con depresión, como la disfunción endotelial (el endotelio es la capa que recubre el interior de las venas y arterias) y la activación (excesiva) de mecanismos inflamatorios, de funcionamiento de las plaquetas (las células de la sangre que detienen las hemorragias) y de neurotransmisores como la serotonina, además de la herencia genética.
A estos hay que añadir, según recuerda el especialista, «factores no biológicos» como la dieta, que suele ser peor cuando una persona está deprimida, la tendencia a moverse menos y la falta de motivación para seguir las indicaciones del médico, incluyendo tanto el cumplimiento del tratamiento farmacológico como otras importantes indicaciones para mejorar la salud cardiovascular. Entre estos últimos factores ha llamado la atención sobre el aislamiento social que muchas veces se asocia con la depresión.
Cuando se ha analizado la relación entre la depresión y la salud cardiovascular -añade- «el impacto está claro y se deja sentir en diferentes condiciones, agudas y crónicas, como la insuficiencia cardiaca, fibrilación auricular, algunas enfermedades congénitas… Estos pacientes siempre van peor, con un riesgo de recaídas e incluso de muerte más elevado que el resto de la población».
¿Y si se trata la depresión?
En teoría, tratar la depresión «por lógica» debería mejorar el estado de esta población de pacientes. No obstante, Bueno ha indicado que se trata de un tema controvertido, ya que los estudios llevados a cabo sobre este tema han arrojado resultados contradictorios. “Aunque probablemente la respuesta sea que tratar la depresión mejora la salud cardiovascular, aún no tenemos pruebas contundentes, es necesario llevar a cabo más estudios», ha puntualizado.
Por otro lado, el cardiólogo ha advertido que algunos de los medicamentos que se emplean para tratar la depresión pueden tener efectos secundarios que afectan a la salud cardiovascular, incluyendo aumento de peso e interacciones con otros medicamentos. «Los nuevos antidepresivos tienen un perfil de seguridad mejor, pero es importante considerar su empleo únicamente en los pacientes que verdaderamente los necesitan», ha dicho.
Un cambio de mentalidad
Bueno se ha mostrado partidario de animar a un «cambio cultural» en cuanto a la depresión en pacientes con enfermedades cardiovasculares.
En la práctica, los cardiólogos no suelen preguntar de forma sistemática por la depresión a menos que haya algún indicio o «sospecha clínica», pero la verdad es que «muchos pacientes deprimidos no lo parecen».
Opina que, aunque parezca caro, realizar de forma sistemática, a todos los pacientes de cardiología, un cribado de depresión permitiría mejorar la calidad de la atención y los resultados. «Dos cuestionarios breves bastarían, no es algo que consuma tantos recursos como cabría pensar», asegura. Se muestra convencido de que hay que cambiar el modo de trabajar de esa «sospecha clínica» a la detección de personas deprimidas en todos los pacientes.
Otra dimensión que también entraña un cierto cambio de mentalidad pero él considera importante es dejar de mirar solamente los aspectos biológicos de la enfermedad y tratar al paciente «como un todo» (en la jerga suele llamarse a esto enfoque o abordaje ‘holístico’). «Ese va a ser el gran cambio. La salud mental es clave», concluía.