Vuelve el manicomio catalán
El colega Ramón de España fue el primero que lo dijo: Cataluña se había convertido en un manicomio. En el 2013 publicó un libro precisamente con este título: El manicomio catalán (La Esfera de los Libros).
Yo me reí mucho al leerlo a pesar de que también aparecía en él. «Xavier Rius es un liante al que nada le divierte más que sembrar cizaña en el oasis catalán», afirmaba.
Me acuerdo de que lo entrevisté y supongo que le dije: «Ramón, cómo te pasas». Entonces todavía creía que los catalanes éramos un pueblo transversal, maduro, democrático. Era el 2013. El proceso todavía no había llegado a su apogeo.
Pero el tiempo le ha dado la razón. Incluso se quedó corto en sus predicciones.
El segundo, Ignacio Vidal-Folch que, en un artículo en El País en diciembre del 2014, acuñó aquella frase sobre los «trenes cargados de psiquiatras». No era una oración, era una radiografía exacta.
El periodista se preguntaba: «¿Cómo hemos llegado hasta aquí?». Y recurría a una aseveración de Julio Caro Baroja: «Lo único que se me ocurre es enviar allí trenes llenos de psiquiatras».
El tercero por mucho que no fuera del gremio periodístico fue el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, que en septiembre del 2011 afirmó que había «miles de ciudadanos catalanes que están abducidos».
Yo, cuando lo oí, también pensé: «Cómo se pasa». Pero igualmente acertó. Además, lo decía porque nadie pensaba en las consecuencias personales. Aquí, la gente se mostraba eufórico. Hasta levitaba.
«Les están convenciendo de que no se preocupen, que esto es legal y que tiene todas las bendiciones legales. ¡No, no, no! Esto es un delito y es ilegal y deben saberlo todos los ciudadanos que vayan a votar», añadió.
Sirvan estas líneas de homenaje porque murió repentinamente un mes más tarde en Argentina durante un viaje oficial. El independentismo se alegró. No voy a reproducir, para no herir sensibilidades, algunas de las cosas que se dijeron entonces.
Todo esto viene a propósito de la última polémica en Cataluña, al menos la Cataluña indepe. Al presidente de la Generalitat se le ocurrió el domingo visitar una feria de aceite de oliva de Jaén instalada en Sabadell (Barcelona). Illa hasta lo promocionó en X y aludió a la «estrecha vinculación» entre catalanes y andaluces.
Hay que decir la alcaldesa de esta localidad, Marta Farrés, es socialista. Y el presidente de la Diputación de Jaén, Paco Reyes, también. ¡Pero cómo se pusieron los independentistas!
Era una afrenta, un pecado mortal, alta traición. ¡Promocionar el aceite andaluz en Cataluña! ¡Qué se ha creído! Saltaron todos o casi todos.
Abrió el juego el secretario general de Junts, Jordi Turull, que dijo que Salvador Illa estaba más preocupado por «gustar a España y al PSOE» que por los payeses catalanes.
El ex consejero Cleries se lamentaba de «lo que nos faltaba por ver». La portavoz en el Parlament Mònica Sales proponía la creación de un Instituto Catalán del Aceite. Y el senador Eduard Pujol, más conocido como el del patinete, manifestaba que «dime qué aceite defiendes, y te diré que país defiendes».
Los de ERC no se quedaban atrás aunque, en algunos casos, se mostraron más cautos. Quizá por el pacto de gobierno con el PSC. El ex consejero de Territorio Juli Fernández, lo fue sólo ocho meses, se limitaba a recordar las denominaciones de origen de aceites catalanes. En cambio, su excompañero de gobierno David Mascort, de Agricultura, se quejaba: «¿De verdad que nos dedicamos a esto?».
Incluso TV3 ha salido en defensa del aceite catalán, al que considera «el mejor del mundo», según dejó claro en su programa, Xavier Graset. Graset, por cierto, estuvo en el mitin de Puigdemont en Perpiñán. Y no como periodista, sino como fan.
El manicomio catalán, que decía Ramón de España, ha vuelto.
Temas:
- Independentismo catalán