Cristina, víctima de la inquiokupación: «Están en mi chalet a cuerpo de rey y les pago 900 euros de luz»
“Esto no es justo para ninguna familia. La okupación destroza vidas y la ley no actúa a tiempo”, lamenta
Esta comerciante de Palma con tres hijos obligada a pagar, además, la hipoteca de la casa y el alquiler de un piso
No sabe si cuando acabe la temporada y bajen las ventas, podrá pagar la vivienda que ha arrendado o la desahuciarán


Cuando la inquiokupación entra en la vida de una familia, la angustia, desesperación y la más absoluta de las incertidumbres sobre lo que se viene encima, marca el día a día de las víctimas.
Si no que se lo pregunten a Cristina Muñoz, comerciante con tienda en el centro de Palma, a la que la vida le cambió hará justo un año el próximo mes de septiembre, cuando decidió alquilar su chalet cuya hipoteca está pagando, a una persona que no ha resultado ser todo lo honrada que fingía ser y que en marzo dejó de pagarle la renta.
Si a eso le sumamos su separación en enero, que tiene tres hijos incluyendo una menor de edad, y la negativa de la familia inquiokupa a pagar o a marcharse del chalet que Cristina había acabado de reformar en su integridad cuando lo alquiló, el agobio está servido.
Porque para acabar de rematar el cuadro, ella ha tenido que arrendar un piso además de pagarle las facturas por el suministro de agua, luz y gas a los alojados que disfrutan de su chalet a cuerpo de rey.
Como Cristina relata, «tengo que hacerme cargo de mi casa y hasta de pagarles el recibo de su luz, que el último ha sido de 902 euros, más mi gasto de luz en el piso que tengo alquilado. Esta situación la estamos denunciando en los juzgados, en la Policía, pero la ley es muy lenta. Yo tengo un negocio que en verano funciona bien, porque vivimos del turismo, pero dentro de poco van a venir las vacas flacas. Por eso me pregunto, ¿voy a poder pagar el sitio donde vivo, o voy a ser yo y mis hijos, víctimas de un desahucio por no poder mantener el sitio donde estoy viviendo?».
Una más que razonable duda, dado que no parece que Cristina haya topado con unos inquiokupas que se vayan a prestar al diálogo, dado que les ofreció que dejaran su casa sin reclamarle las cantidades que le adeudaban (seis meses de renta más los suministros de agua, gas y luz) pero no aceptaron y la han condenado a mantener dos hogares.
Cristina cree por cómo ha transcurrido todo, que la inquiokupa lo tenía todo previsto de antemano.
«Cuando firmamos el contrato incluso se presentó como directora de una empresa, nos dio un número de teléfono, llamamos y resultó que allí no contestaba nadie», pero ya era tarde.
Ante la situación vital que se le ha presentado y el horizonte que se le viene encima en un país donde okupas e inquiokupas tienen las leyes de su parte, y un Gobierno que se niega a legislar a favor de los propietarios, en su mayor parte gente mayor con una o dos viviendas en alquiler, Cristina no pide nada más que volver a su casa.
«Esto no es justo para ninguna familia. La okupación destroza vidas y la ley no actúa a tiempo. Necesitamos leyes que protejan a las familias y no a los okupas. Mi hija pequeña me pregunta cuándo volveremos a casa, pero no tengo respuesta porque lo estoy intentando todo legalmente pero sigo sin poder entrar en mi hogar. Pago alquiler e hipoteca mientras otra persona vive gratis en mi hogar».
Para Cristina la inquiokupa que le está amargando la vida es una profesional de esto, «y yo estoy desesperada porque me va a venir el invierno, y me veo una situación realmente grave. Estoy en la cuerda floja, y me siento súper desprotegida».