Sánchez es el boxeador sonado

Pedro Sánchez, Gobierno, PSOE

Antes de su pelea contra Evander Holyfield, el tantas veces campeón del mundo de los pesos pesados, Mike Tyson, le dijo a un periodista que «todos tienen un plan hasta que reciben un puñetazo en la boca», insinuando que su potencia devastadora era suficiente para tirar al suelo a su mucho más inteligente y planificador contrincante. El problema fue que Tyson jamás pudo darle a Holyfield ese puñetazo soñado y, desesperado, tuvo que conformarse con morderle la oreja, por lo que fue descalificado. Lo que no quita para que podamos hacernos una idea de lo que quería decir con esa frase, porque todos identificamos perfectamente al boxeador sonado que, como consecuencia de los golpes recibidos en la cabeza, se muestra inestable sobre el ring, con temblores y lentitud de movimientos que señalan el deterioro cognitivo que está sufriendo.

Este lunes, Pedro Sánchez citó a la prensa en La Moncloa para hacer balance del grado de ejecución de su programa político a la fecha, mostrándose ante los medios de comunicación como ese boxeador sonado que no sabe que ya ha perdido la pelea y se mueve penosamente por el ring a la espera de recibir el golpe definitivo que lo tire a la lona, si es que el árbitro no detiene antes la pelea para que reciba asistencia médica. Absolutamente demacrado, aparentemente medicado, con el habla confusa y la voz entrecortada y monótona, el presidente del Gobierno se agarraba al atril con las dos manos, como el náufrago que se aferra a un trozo de madera para no irse al fondo del mar. Completamente noqueado, Sánchez pidió a sus votantes que no hicieran caso a todos los escándalos de corrupción y de acosos sexuales que lo tienen enfangado hasta las cejas, a los que calificó como «ruido» y «fango».

Cada día Pedro Sánchez está recibiendo dos o tres nuevos puñetazos en la boca. Se multiplican las protestas internas por haber estado meses encubriendo las cada vez más numerosas denuncias por acoso sexual. Los casos de corrupción en su entorno familiar, en el PSOE y en su Gobierno están saturando los juzgados, mientras los investigadores de la UCO de la Guardia Civil y de la UDEF de la Policía Nacional, no dan abasto. Los golpes le llegan por todos lados. Sus dos manos derechas, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, aparecen cada vez más involucrados en unas tramas que salpican a varios ministerios, así como a Correos, la SEPI y varias empresas públicas. Frente a lo que el único argumento de Sánchez es suplicar que sigan confiando en él porque cualquier alternativa entregaría el poder a la maldita ultraderecha.

El boxeador sonado no tiene la lucidez necesaria para saber cuándo tiene que retirarse, hasta que el árbitro da por terminado el combate, su entrenador tira la toalla, o el contrincante lo manda a la lona con un gancho definitivo. Sánchez se aferra al poder tan fuerte como se agarra al atril, para no caerse. Implora a sus votantes que no hagan caso del «ruido» y del «fango», que no crean lo que ven con sus ojos y escuchan con sus oídos, sino que le crean a él, que nunca miente y siempre les ha dicho la verdad. Asegura que está completamente decidido a terminar la legislatura sin presupuestos, sin votos para sacar adelante ninguna de sus propuestas y con unos socios cada vez más críticos con su gestión. La cuenta atrás ya ha comenzado y toda España mira el ring sabiendo que en cualquier momento va a llegar ese puñetazo en la boca que tire a la lona al boxeador sonado.

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