Pendulazo en Chile: de la izquierda ‘woke’ a la derecha
El abogado José Antonio Kast se ha convertido en el primer presidente de derechas de Chile desde 1958, cuando ganó las elecciones Jorge Alessandri, candidato del Partido Nacional. Sebastián Piñera, presidente en dos mandatos (2010-2014 y 2018-2022), provenía de una familia democristiana y gobernó con esa veneración a la izquierda que tanto conocemos en España.
En los últimos seis años, Chile, considerado el país más sensato de Sudamérica, dio un giro a la extrema izquierda (que arrastró al Partido Socialista), con una serie de protestas a finales de 2019, y ha concluido con un pendulazo descomunal. Los chilenos han llevado a La Moneda a un presidente que hizo campaña a favor del general Pinochet para el plebiscito de 1988 sobre la continuidad de éste.
Los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, celebrada el domingo 14 de diciembre, suponen una victoria rotunda del candidato del Partido Republicano y la mayor derrota de una candidata de izquierda desde 1990, cuando la Constitución de 1980, introducida por la Junta militar, recurrió a la doble vuelta.
Entre las dos vueltas, Kast ha doblado su electorado: de 3,1 millones a 7,2 millones. No sólo ha absorbido a los votantes de los otros dos candidatos de derecha, el libertario Johannes Kaiser (1,8 millones) y la centrista Evelyn Matthei (1,6 millones), sino, también, a la cuarta parte de los que tuvo el inclasificable Franco Parisi (1,9 millones). Jeannette Jara, ex ministra del presidente Boric y militante del Partido Comunista, se ha quedado en 5,2 millones.
En porcentaje, Kast, amigo de Santiago Abascal, ha subido hasta el 58% y vencido en todas las regiones chilenas. Jara ha registrado menos de un 42% y sólo ha quedado primera en 36 de las 346 comunas (ayuntamientos) del país. Semejante diferencia de porcentaje sólo la superó en 2013 la socialista Michelle Bachelet (62%) frente a Evelyn Matthei (37%). En esa votación, Bachelet recibió casi 3,5 millones de papeletas, menos de la mitad de las contadas a favor de Kast.
El crecimiento del electorado responde a la obligación de sufragar, con la que la clase política pretendía solucionar la pérdida de legitimidad de las elecciones, en las que votaba incluso menos de la mitad del censo. Una de las consecuencias ha sido el aumento del voto nulo entre ambas vueltas, de 360.000 a 783.000, donde se ha refugiado mucho votante de Parisi. ¿Es el voto obligatorio un factor que aumenta la irritación contra el gobierno que lo aplica?
El triunfo de la «nueva derecha» en las elecciones presidenciales y parlamentarias representa el cierre del giro a la extrema izquierda que comenzó con el llamado «estallido social», una serie de disturbios iniciados en Santiago en octubre de 2019 por la subida del precio del transporte público en la capital y luego propagados al resto del país hasta marzo de 2020. Las protestas, animadas por los agitadores de izquierdas, conmocionaron al gobierno de Piñera, que, incapaz de restablecer el orden y asediado por una campaña de desprestigio internacional, se rindió a las exigencias de los alborotadores, presentadas por los partidos de la oposición.
Las dos primeras manifestaciones del pendulazo fueron la elección de una asamblea constituyente en mayo de 2021 y la de Gabriel Boric, candidato de esa «nueva izquierda» agrupada en el Frente Amplio (similar a Podemos) en las presidenciales de finales de ese mismo año. En esa asamblea constituyente muchos vieron el método de Hugo Chávez y Evo Morales para establecer un régimen sin alternativa. La ola roja arrastró a los partidos tradicionales de la izquierda, como el socialista y el democristiano, que se han sometido desde entonces a la “nueva izquierda”; y parecía ahogar a la derecha. En las presidenciales, frente a Boric sólo se presentó un candidato de derecha, José Antonio Kast.
Pero el pendulazo se agotó pronto. Los chilenos rechazaron en referéndum el proyecto de Constitución de la izquierda woke por un asombroso 61%. Tanto en Chile como en España se atribuyó la derrota a «los bulos de la extrema derecha» y de ahí su deseo de censurar las redes sociales. En la siguiente asamblea constituyente, elegida en mayo de 2023, las derechas ganaron la mayoría absoluta, con los republicanos como bancada más numerosa. Como su proyecto también fue derrotado en otro referéndum, en Chile sigue vigente la que la izquierda apoda como «la Constitución de Pinochet», aunque la firma de éste fue suprimida en una amplísima reforma realizada en 2005.
El giro social y político, sin embargo, no se ha parado en el centro, sino que, como ha ocurrido en Estados Unidos, Argentina, Italia, o Portugal, se ha ido a la derecha, y no a la «del consenso». La izquierda woke del Frente Amplio impuso a los socialistas y democristianos como candidata a una comunista. La reacción popular no ha entregado la mayoría a los partidos de centro-derecha, Renovación Nacional y UDI, sino a los fundados en los últimos años, el Republicano y el Libertario, imitador de Javier Milei.
Hay un cansancio innegable de los ciudadanos con una izquierda que en estos cuatro años y en el debate de la primera constituyente ha hablado y hablado de identidades fluidas, de aborto y «muerte digna», de ecosostenibilidad, de decrecimiento…
La «nueva derecha» lo ha aprovechado para introducir sus asuntos, como la reforma del sector público para tratar de suprimir la corrupción, junto con los que interesan de verdad a los chilenos, tal como se ha comprobado: la delincuencia, el crimen organizado y la inmigración (los inmigrantes ilegales se calculan en unos 330.000, la mayor parte venezolanos). En resumen, quienes no trabajan en departamentos universitarios, ni en ONG, ni en despachos políticos, quieren ley y orden.
Estas elecciones dejan un aviso a esos españoles que están convencidos de que los hispanoamericanos que vienen a nuestro país votarán de manera mayoritaria a PP y Vox, porque escapan de gobiernos de izquierdas incompetentes, despóticos y fracasados. En las dos vueltas el candidato más popular para los chilenos residentes en España ha sido la comunista Jara.
Con su victoria arrolladora y con (casi) mayoría en el Parlamento, Kast tiene las manos libres para aplicar su programa. La situación de Chile no es tan mala como a la que se enfrentó Milei en Argentina, después de décadas de peronismo. Sólo un dato: la inflación en Chile está en un 3,4%, mientras que en 2023, el año en que Milei tomó posesión, superó el 200%. Los sacrificios, por tanto, tendrán que ser menores. Ojalá Chile vuelva a ser la envidia de Sudamérica… ¡y hasta de España!
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