Los peligros de las estatuas de sal
Está el Gobierno de la nación emperrado en revivir constantemente el pasado. Obviamente, dicha práctica no es buena, pues un gobernante tiene que mirar hacia delante, sin cometer errores del pasado, cierto, pero no gobernando por y para el pasado. Eso no es manera de gobernar; puede ser una manera de conservar el poder, que parece ser el caso de los socialistas, pues su escuálida suma parlamentaria como grupo se queda lejos del centenar de diputados, con esos 84 escaños que no llegan a dos tercios de la cifra más baja que consiguió Felipe González cuando perdió, en dos ocasiones, con UCD.
El presidente Sánchez llegó a lomos de una moción de censura destructiva. Es cierto que la Constitución argumenta que sólo puede ejercerse la censura de manera constructiva, proponiendo un programa y candidato alternativos, pero también lo es que el socialista ha aprovechado un resquicio para que no votasen a favor de él, sino en contra del PP. Si la Constitución hubiese previsto que no sólo hay que presentar un candidato y programa alternativos, sino que debe ir propuesto por la mayoría absoluta del Congreso y no sólo por una décima parte, sí que sería constructiva, pues todos se tendrían que retratar con un programa. Al necesitar sólo el 10% de los diputados para proponerla, la moción puede pasar de ser constructiva a ser destructiva, como sucedió en el caso de Pedro Sánchez. Las reglas son las reglas y hay que respetarlas, por supuesto, pero eso no impide señalar que es una disfunción que ha provocado lo descrito.
Por eso, si Rajoy hubiese dimitido y la moción hubiese decaído, Sánchez habría tenido pocas posibilidades de recibir los apoyos necesarios para ser propuesto por S. M. el Rey como candidato a presidente. Una vez instalado, sin apoyos parlamentarios suficientes y sin programa, Sánchez está tratando de desarticular la Transición para captar votantes de Podemos y tener opciones en unas próximas elecciones generales. Toda la ley de memoria histórica —contada como a ellos les interesa y de la parte que les interesa, claro; les recomiendo la lectura del célebre libro ‘Madrid, de corte a checa’, de Agustín de Foxa, para tener una visión que complete la verdad oficial izquierdista—, con el empeño de desenterrar al general Franco como estandarte de la aplicación de dicha ley, persigue dos objetivos: captar votantes extremistas, de Podemos, y andar hacia la desarticulación del régimen del 78, que, con sus luces y sus sombras, ha hecho de España un país próspero, aprovechando los buenos cimentos de la industrialización acometida en los años 60, que pronto no podrá citarse porque será delito hacerlo, tal y como marcarán la comisión de la verdad y los potenciales ministerio de la verdad y tribunal inquisitivo de la verdad.
Mirar hacia atrás, ése es el programa de Sánchez para tratar de perpetuarse en el poder. Mira hacia atrás al reabrir la guerra civil; mira hacia atrás al querer aplicar las mismas recetas económicas fracasadas con las que los socialistas nos sumieron en la miseria; y mira hacia atrás al volver a dar cancha a los separatistas. Por supuesto, hay que aprender del pasado, para repetir lo bueno y no volver a hacer nunca lo erróneo, pero no hay que mirar hacia atrás, porque el camino está por delante. La esposa de Lot se convirtió en estatua de sal por volver la vista atrás, y estas estatuas de sal que ahora pretenden gobernarnos nos llevan hacia el abismo, tanto económico como social.