Más Margaritas Robles y menos Irenes Monteros

Más Margaritas Robles y menos Irenes Monteros

Contemplando este viernes en la primera edición de OKLÍDERES a José María Aznar disertar sobre nuestra coyuntura ratifiqué por nonagésima vez mi idea de que en la política patria cualquier tiempo pasado fue mejor. Su diagnóstico no pudo ser más acertado: si Sánchez repite, iremos a un proceso constituyente. Más o menos el mismo mensaje que trasladó 24 horas antes en el mismo escenario un Alberto Núñez Feijóo que llamó nuevamente a reconstruir el Pacto del 78 y apeló a esa mayoría natural del Partido Socialista que calla pavorosa ante «la pesadilla más grande que ha tenido España, Pedro Sánchez».

Palabra arriba, palabra abajo, lo que viene advirtiendo un Alfonso Guerra que mejora con la edad y eso que tiene ya 82. O lo que dice implícitamente cada vez que abre la boca el presidente más longevo de la democracia, Felipe González, que ha vuelto por sus fueros tras el traspiés que supuso la foto-encerrona que se hizo hace mes y medio en Sevilla con el presidente que está arrasando a velocidades supersónicas esa España democrática que él y tantos otros contribuyeron a levantar con mutuas renuncias tras cuatro décadas de dictadura.

Aznar, el mejor presidente en estos 45 años de libertad, incidió en la necesidad de volver a los consensos esenciales que permitieron levantar el edificio institucional que más prosperidad y estabilidad nos ha proporcionado en los cinco siglos de historia de la segunda nación más antigua de Europa. El ex primer ministro popular describió la era Sánchez glosando al gran Antonio Cánovas, «en política lo que no es posible, es falso», y al sublime Cicerón, «para ser hombres libres tenemos que ser esclavos de la justicia». Un aviso a un kamikaze llamando Pedro Sánchez que ha despenalizado el golpismo, que hará lo propio con el latrocinio y que ha jibarizado las sanciones en materia de delincuencia sexual.

El diagnóstico de Aznar en su intervención en OKLÍDERES no pudo ser más acertado: si Sánchez repite, iremos a un proceso constituyente

Felipe González, que como los dos anteriores goza de la independencia que te proporciona no depender de un sueldete público, se despachó a gusto en Antena 3 exigiendo que se dé marcha atrás en esa ley del «sólo sí es sí» que ha devenido en chollo para violadores y abusadores. «No es un defecto de los jueces teóricamente machistas sino un defecto de fabricación», apostilló. El sevillano también puso negro sobre blanco el patrañesco relato del Gobierno socialcomunista y sus periodistas de cámara sobre la legalización de los golpes de Estado vía derogación de la sedición: «Los representantes políticos catalanes aprobaron leyes de desconexión, regularon una república independiente, eso no son desórdenes públicos, en los ordenamientos jurídicos europeos eso es ocupar una estación de ferrocarril».

Y, como no podía ser de otra manera en alguien que ostenta el récord histórico de diputados, 202, exactamente 82 más que el actual inquilino de Moncloa, se cachondeó de la megalomanía nivel dios del personaje, que esta misma semana se jactó de que «una de las cosas» por las que pasará «a la historia» es por haber «exhumado al dictador». Se ve que el pollo no tiene abuela. Felipe González le metió un zasca memorable tirando de ironía: «Derribar a Franco cuando estaba vivo habría tenido más valor». Cierto: murió en la cama y, lo que es peor, entre el aplauso de media España y buena parte de la otra.

Alberto Núñez Feijóo estuvo el jueves en presidente, seguramente más que nunca en los casi nueve meses que lleva al mando del gran partido de la derecha española. Exhibiendo ese sentido común que le hizo ganar a la primera por mayoría absoluta las autonómicas gallegas en 2009 y repetir triunfo en 2012, en 2016 y en 2020. Se comprometió a resucitar la España constitucional acabando con unas políticas que «sacrifican el Código Penal, la Constitución y la ley en general» a cambio de garantizarse unos meses más viviendo en Moncloa y volando en Falcon.

Margarita Robles volvió ayer a dar muestras de su independencia, de su criterio y de su ‘seny’ al pronunciarse sobre la ‘Ley del sólo sí es sí’

El gallego de Los Peares es legítimo descendiente de esa manera de entender la política en la que coinciden desde Felipe González hasta José María Aznar, pasando obviamente por Alfonso Guerra. Esa alternancia en la que, echando mano del símil futbolístico, todos respetan el reglamento y en la que luego cada uno pone en marcha la táctica y la estrategia que considera más oportuna para sacar adelante el partido. Lo que fue costumbre hasta la llegada al poder de un Zapatero que sembró de explosivos el andamiaje constitucional y que, tras el interregno marianista que regresó a la casa común del 78, ha detonado este Nerón chuletilla que es Pedro Sánchez.

Margarita Robles es al centroizquierda lo que Alberto Núñez Feijóo al centroderecha. La ministra de Defensa entiende que la exitosa y envidiada España nacida tras el óbito de Francisco Franco se basa en un turnismo decente en el que, al estilo de los países más avanzados del mundo como Alemania, Reino Unido, Japón y Estados Unidos, unas veces gobierna un partido de derecha templada y otras una formación de izquierda centrada. Por algo esas cuatro naciones, junto con las escandinavas, son las más libres, prósperas, avanzadas y seguras jurídicamente del planeta.

La barcelonesa volvió ayer a dar muestras de su independencia, de su criterio y de su seny al convertirse en el primer miembro del Gobierno que quiebra abiertamente la omertà impuesta por los matones podemitas sobre una norma que, de momento, ha permitido la excarcelación o la aminoración de condena de 44 violadores o abusadores. Coincidió con la opinión pública, con prácticamente todos los juristas y con formaciones tan variopintas como PP, Compromís, PNV y Vox en que hay que «modificar» la Ley de Garantía de la Integridad Sexual que, paradójicamente, lo único que no garantiza es la integridad sexual de las 24 millones de españolas.

La culpa ya no es de la ministra de Igualdad sino de quien consiente que continúe en vigor esta siniestra bicoca para los delincuentes sexuales

Margarita Robles apuntó una obviedad, «la ley tiene lagunas», que no parece tan obvia para un presidente del Gobierno que, a pesar del aluvión de reducción de penas, continúa sintiéndose «orgulloso [sic]» de la barrabasada ideada por Irene Montero. La culpa ya no es de la ministra de Igualdad sino de quien consiente por acción que continúe en vigor esta siniestra bicoca para los delincuentes sexuales y por omisión que la susodicha calumnie a los diputados del PP asegurando que «promueven la cultura de la violación».

Sólo gente como Margarita Robles puede impedir que el PSOE transversal de Felipe González acabe degenerando en una versión posmoderna de aquél de Largo Caballero e Indalecio Prieto que contribuyó a arrumbar esa primera democracia española que pretendía ser la Segunda República. Ya hemos visto que ni García-Page sirve para esa tarea, protestó por la eliminación de la sedición a medias cuestionando el momento pero no la oportunidad de la medida, ni desde luego Lambán, que verbalizó lo que piensa medio PSOE y parte del otro y al día siguiente pidió perdón provocando en el personal un mix de lástima y vergüenza ajena. El antiguo militante de Alianza Popular Fernández Vara ni está ni se le espera y el pancatalanista Ximo Puig ha dejado bien claro que le pone esto de favorecer el golpismo.

Estas cosas pasan cuando conquista el poder orgánico de uno de los dos grandes partidos un sujeto que, como subrayó Feijóo en OKLÍDERES, resumía su currículum previo en «haber sido concejal de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid». Un Pedro Sánchez preparado, experimentado y carismático tendría 150 diputados como mínimo y no necesitaría pactar con ETA, los golpistas catalanes y los comunistas a sueldo de Chávez y Maduro. Distinta suerte habría corrido el PSOE y España en general de haber elegido a una socialdemócrata como Margarita Robles. Claro que comparar a la jefa de nuestros soldados con el presidente que robó una tesis doctoral es como trazar un paralelismo entre Rafa Nadal y el subcampeón de tenis de mi pueblo.

No debí exagerar un pelo al asegurar ante Alberto Núñez Feijóo que con Sánchez vamos camino de Venezuela, con escala en México y Argentina, cuando líderes ideológicamente antagónicos como González, Guerra, Aznar y Feijóo sugieren o directamente lanzan el mismo aviso a navegantes. Pongo punto y final parafraseando al primero, el personaje que renunció al marxismo para transformar al PSOE en un partido ganador: «Si hay un rescate necesario, ése es el de la política con mayúsculas». Pero para eso, querido Felipe, es preciso un panorama en el que haya más Margaritas Robles y menos Irenes Monteros.

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