Manadas de inmigrantes

Manadas de inmigrantes

Tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, el capitalismo liberal se quedó sin competencia. Había demostrado de una forma incontestable que es el único sistema económico eficaz para generar riqueza y mejorar la esperanza de vida y el bienestar general, beneficiando especialmente, como dijo Ludwig Von Mises, «aquellos desgraciados que a lo largo de la historia formaron siempre el rebaño de esclavos y siervos», ahora convertidos en los clientes que siempre tienen la razón. Los obreros eran ya esa clase media a la que no se podía seguir engañando con el viejo rollo de la “lucha de clases”, así que el comunismo la reemplazó por una nueva “guerra cultural”. El neocomunismo de finales del S. XX se reinventó sustituyendo la economía por el feminismo, el ecologismo, el animalismo, el homosexualismo, el indigenismo y el multiculturalismo. Es decir, suma de minorías en las que se ha instalado con el mismo objetivo de siempre: destruir todo lo conseguido por el capitalismo liberal. 

No tiene otra explicación que cuando el pasado viernes seis malas bestias fueron detenidas en Bilbao por violar a una niña de 18 años, la inmensa mayoría de los medios de comunicación nos diera todo tipo de detalles de los agresores, excepto su origen argelino y magrebí. Ni tampoco que cuando este lunes cuatro de esos argelinos fueron puestos en libertad tras declarar en el juzgado, los mismos medios pasaron de puntillas sobre el tema y la extrema izquierda española exigió respeto para la decisión judicial de una forma descaradamente contraria a lo que hicieron cuando la manada de Pamplona. Sin ningún problema en que su feminismo progre entrase en abierta contradicción con su multiculturalismo progre. Sin embargo, la realidad es tozuda y con más dolor y sufrimiento del que debería ser necesario acabará siendo patente e indiscutible que, del mismo modo que el modelo capitalista liberal se demostró el único eficaz para acabar con la pobreza, nuestra cultura europea, judeocristiana y grecorromana, es infinitamente superior que esas otras “culturas” en las que los nuevos comunistas pretenden diluirla para destruirla.

El Ministerio del Interior publicó a finales del año pasado un estudio realizado por el Instituto de Ciencia Forense y Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid en colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Durante más de tres años los expertos analizaron más de 600 atestados policiales sobre agresiones o abusos sexuales en casos en los que no había vínculo previo entre víctima y agresor. Y la conclusión fue demoledora: los extranjeros, que apenas representan el 10% de la población española, cometieron el 70% de las agresiones sexuales en grupo y el 48% del total. Si se estudiara cuántos de los agresores contabilizados como españoles son nacionalizados o de padres extranjeros, los resultados podrían ser tan brutales como muchos intuimos.

Antes de que Interior hiciera públicos estos datos, cualquiera que se atreviera a opinar que la realidad parecía indicar algo así era tachado de nazi, racista y xenófobo. Ahora, que nadie puede ya discutirlo, se nos dice que la nacionalidad y la cultura en la que haya sido educado el violador es indiferente, que lo que importa es que todos son hombres. Insisten, además, en que no se puede criminalizar a todos los inmigrantes sólo porque unos pocos de ellos sean violadores para, a continuación y sin despeinarse, pasar a criminalizar por ello a todos los hombres. No es posible sanar una enfermedad que no se diagnostica correctamente pero aún es mucho más difícil si se obstinan en negarse a aceptar que el virus ya ha sido catalogado. Ningún neocomunista aceptará reconocer los problemas de la masiva inmigración ilegal, como nunca reconocieron los crímenes de los regímenes comunistas ni los beneficios del capitalismo. No podremos convencerlos con argumentos ni con datos, hay que hacerles frente venciendo esa nueva “guerra cultural”. Trataron de destruir nuestra sociedad mediante la economía y no pudieron, tampoco les dejaremos destruir nuestra cultura, como intentan hacer ahora.

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