Libertad o delincuencia

Libertad o delincuencia

No se sabe lo que hay a un lado de la balanza. En cambio, sí existe la certeza de que lo que se va a encontrar el votante en el otro platillo porque ha tenido ocho años para comprobarlo: delincuencia, okupación, inmigración ilegal descontrolada, impuestos, suciedad, atascos, la cesta de la compra más cara de la historia, la peor Sanidad de España, una educación a la cola de Europa que prima el adoctrinamiento pancatalanista por encima de la enseñanza, alquileres imposibles, viviendas inexistentes y, por encima de todo, una supresión cada vez más evidente de la libertad.

El ciudadano balear está ante las elecciones más importantes de su vida. No sólo de la suya. También de la de sus hijos porque las consecuencias están en la calle. En esa calle que ya no se puede pisar cuando se pone el sol -y en muchos barrios, incluso antes- porque se corre el serio peligro de ser atracado o, en el caso de las mujeres, incluso violadas. En sus manos está la decisión de apoyar a un gobierno que alienta la delincuencia o a otro que la combate. Los números demuestran el drama al que ha llevado a Baleares el gobierno social-comunista: según datos del Ministerio de Interior en 2022 la tasa de criminalidad las islas se situó en 64 delitos por cada 1.000 habitantes. Esta cifra las sitúa a la cabeza de España, por delante de Cataluña, con 61, y de Madrid, con 59, mientras que las violaciones aumentaron un 70,8% con respecto al año pasado. ¿De verdad alguien cree que un nuevo mandato de Armengol no va a servir para disparar aún más estas cifras? Pronto ya ni siquiera la luz del sol impedirá que crezcan los delitos.

Del ciudadano balear depende también entregar su voto a un gobierno que no penaliza la okupación y que en cambio actúa radicalmente contra aquellos que pretenden impedirla. La propia Armengol se delató cuando a preguntas de un estudiante perdió los papeles y se negó a condenar a aquellos que usurpan la propiedad privada. Y, no, éste es un fenómeno que no sólo está muy lejos de ser residual, sino que sigue aumentando de manera exponencial y que ya alcanza a cualquier estrato. Hace sólo días que fue okupada una vivienda de lujo en Andratx y mañana puede ser la de cualquiera de nosotros porque los criminales actúan sabiéndose impunes y  protegidos por el gobierno socialista. También en este asunto los datos avergüenzan a Armengol: el número de viviendas con okupas se ha duplicado en su mandato y supera al de VPO construidas.

El ciudadano balear tiene en sus manos la posibilidad de frenar la oleada de inmigración ilegal y descontrolada que luego se traduce en un aumento sin precedentes de la delincuencia porque los que llegan no lo hacen huyendo de ninguna guerra, sino en muchos casos de la justicia de sus propios países. Armengol les define como «vulnerables», pero ella en realidad no los ve así, sino como futuros votantes de la izquierda. Vulnerables eran las menores tuteladas por el Consell de Mallorca que han sido abusadas sexualmente, pero no sólo no movió ni un solo dedo para protegerlas, sino que ocultó y negó el problema incluso ante la Comisión Europea, desplazada desde Bruselas para escarnio y vergüenza de los servicios sociales social-comunistas.

El ciudadano balear tiene que decidir si quiere seguir destinando casi el 60% de lo que gana a pagar impuestos. Impuestos que no derivan en una mejor Sanidad o en una Educación más eficaz, sino en el mantenimiento de chiringuitos, sindicatos y de la mayor red clientelar de la historia de Baleares con la que el PSOE pretende adquirir un voto cautivo a costa del esfuerzo de todos los contribuyentes. Estamos ante un verdadero latrocinio que debería ser tratado como lo que realmente es, un acto elefantiásico de corrupción.

El ciudadano balear es soberano para darle continuidad a un Ayuntamiento que ha convertido Palma en un gigantesco vertedero. La suciedad se acumula por todas partes, ocultando los graffitis que vulneran espacios históricos mientras se destruye al pequeño y mediano comercio con medidas como la prohibición de acceder al centro en vehículo privado. La capital de Mallorca era hasta la llegada de los social-comunistas la ciudad mejor valorada del mundo para vivir. Hoy es un infierno de suciedad, delincuencia y prohibiciones. Cuatro años más y no tendrá nada que  envidiarle a Barcelona. De hecho, según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios, Palma ya es la ciudad más sucia de España

El ciudadano balear debe ser consciente de que el voto al socialismo implica también la consecuencia de destinar gran parte del día a efectuar desplazamientos que en condiciones normales deberían ser inmediatos. Con el PSOE y sus socios de Més per Mallorca está descartado un segundo cinturón que la isla reclama a gritos. Cuatro años más de socialismo implican más carriles VAO, atascos gigantescos y prohibiciones, muchas prohibiciones, mientras el transporte público, que por supuesto en cuanto pasen las elecciones volverá a ser de pago, es tercermundista. Un transporte público, por cierto, que implica un grave riesgo para la seguridad. Lo que sucede en la estación intermodal de la Plaza de España forma parte de la crónica negra de la ciudad.

El ciudadano balear tiene que tener muy claro que cada visita al supermercado o a la gasolinera le va a dejar el bolsillo tiritando porque la inflación cabalga desbocada. El socialismo sólo entiende de impuestos y de sangrar a los contribuyentes, como se ha demostrado durante este último año, en el que la mayor recaudación de la historia del erario ha ido directamente a aplacar la voracidad del monstruo público en vez de ser dedicada a rebajar una cesta de la compra que es ya imposible para muchos hogares, con especial relevancia en Baleares, donde es la más cara de España, de nuevo según datos de la Organización de Consumidores.

El ciudadano balear debe asumir que cuatro años más de socialismo tienen como consecuencia más retraso en las listas de espera -a la cola de España-, peores servicios sanitarios y carencia manifiesta de profesionales, empujados a marcharse de las islas -o a no poner ni siquiera un pie en ellas- a causa de la imposición del catalán. El Pacte tiene muy claro que el catalán está por encima de la salud. El votante debe tenerlo claro también. Si eso es lo que quiere, adelante. No habrá especialistas, pero los que le atiendan, eso sí, lo harán en un perfecto catalán.

El ciudadano balear debe valorar si quiere que sus hijos reciban una educación que les permita enfrentarse con garantías a un reto profesional cada vez más global o si acepta que sean sometidos a un adoctrinamiento pancatalanista integral que no sólo les va a cerrar las puertas de cualquier trabajo fuera de los imaginarios Paisos Catalans, sino que les abocará a un fracaso escolar que es claramente perceptible en las estadísticas ofrecidas por el Ministerio de Educación, que reflejan que sólo Murcia tiene mayor abandono escolar que Baleares, con una tasa del 18,2% en 2022. Son los números que reflejan el fracaso estrepitoso del sistema educativo pancatalanista.

El ciudadano balear es garante de entregar su voto a un partido que ataca el alquiler imponiendo a los propietarios unas condiciones que les ahuyentan porque saben que están totalmente desprotegidos ante los impagos, lo que derivará, por supuesto, no sólo en que no se produzca una reducción de los precios, sino en un aumento enorme de los mismos. El socialismo apuesta por topar el alquiler, una medida que ha resultado un fracaso absoluto allí donde se ha aplicado, Cataluña sin ir más lejos, mientras se niega a ceder suelo público a la iniciativa privada para promoción de viviendas de alquiler a precio tasado. En definitiva, un infierno para los propietarios y un infierno también para los inquilinos honestos, que cada vez se más a encontrar con mayores dificultades para acceder a una vivienda.

El ciudadano balear debe saber que el socialismo lleva ocho años prometiendo viviendas públicas y que el resultado es que el suelo de las islas es el más caro de España. El PSOE y sus socios comunistas le dan la culpa a las inversiones extranjeras, pero la realidad es su inacción absoluta en un campo de absoluta necesidad. En ocho años Armengol no ha construido ni una tercera parte de las 1.800 VPO que prometió en su anterior campaña electoral. Ahora ha vuelto a hacer lo mismo e incluso ha multiplicado su compromiso, pero lo cierto, más allá de las mentiras propagandísticas, es que el pacto de izquierdas ha dejado a Mallorca sin suelo para edificar.

Pero, por encima de todo, el ciudadano balear debe ser extremadamente consciente del enorme valor de la libertad. Una libertad que el socialismo le ha sesgado hasta niveles orwellianos con cierres inconstitucionales que hundieron cientos de negocios y que pusieron en serio peligro la salud mental de mucha gente. Todo eso mientras la presidenta Francina Armengol salía a tomar copas con sus asesores más cercanos a un bar de copas ilegal a altas horas de la madrugada. Tras ser descubierta por la Policía la reacción no fue ni pedir perdón ni por supuesto dimitir, sino meter mano en el expediente policial, que a día de hoy sigue oculto bajo siete llaves,  entre otras cosas porque se «extravió» el acta de sanción al bar. Ese es el concepto de la libertad que caracteriza a regímenes bolivarianos como el del PSOE: la libertad es para mí, sólo para mí, no para los demás.

Ante las elecciones más importantes de su vida, sin duda las más trascendentales desde el regreso de la democracia en 1977, los ciudadanos baleares están ante un diatriba evidente: o libertad o delincuencia.

Lo último en Opinión

Últimas noticias