Diana Morant, Óscar Puente: la izquierda es más humana

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  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

O eso piensan ellos. Humana, progresista… Aunque por un lado reniegue de que haya un progreso, la izquierda se apropia de esta palabra, pero solo como adjetivo ad hoc. Y se llama a sí misma «progresista» sin verse obligada a rendir cuentas de su contribución real a ningún avance. En español -siempre me gusta recordarlo- existe un calificativo mucho más adecuado para el que alardea de progresista siguiendo anclado en los idearios de los sesenta: progre.

Un progre siempre cae de pie, siempre se levanta virgen al día siguiente. La ministra de Universidades, Diana Morant, pidió el sábado pasado «recuperar la humanidad» tras la polémica por el intento de suicidio del ex dirigente socialista y ex comisionado de la DANA, José María Ángel Batalla, que dimitió tras la investigación por su título falsificado. Claro que Morant y los suyos no vieron necesaria esa humanidad tras los insultos y escraches que viene sufriendo el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, desde hace nueve meses. En numerosos actos públicos tras la DANA la izquierda ha llamado «asesino» a Mazón, y aún nos acordamos del acoso que sufrió Rita Barberá hasta su muerte.

Es que la cosa no tiene remedio. Y todos tenemos la culpa. En un estudio realizado en España, se vio que tanto las personas de izquierda como las de derecha creen que los izquierdistas tienen superioridad moral. Los autores presentan evidencia de dos procesos psicológicos interrelacionados que reflejarían, según ellos, una tendencia a considerar las posiciones ideológicas y a las personas de izquierda como moralmente más rectas que sus contrapartes de la derecha. Lo que resultaría en mayores obligaciones morales a la hora de ponerse a defender temas asociados con la izquierda que sobre aquellos ligados a la derecha. Además, observaron una asimetría en las percepciones morales estereotípicas que favorece decididamente a los de izquierdas. No parece muy intuitivo, ¿no? De entrada pensaríamos que los individuos se sienten más moralmente obligados a abogar por temas asociados con su propia ideología. Lo verdaderamente interesante del trabajo es que los mismos derechistas se inclinaron hacia una mayor obligación moral por los temas de la izquierda que por los de la derecha. En otras palabras, esos resultados indican que tanto izquierdistas como derechistas perciben en el aire un consenso tácito que sugiere que los temas de izquierda merecen más compromiso moral.

Algunos académicos argumentan que ciertos avances en las sociedades occidentales desde la década de 1960 (por ejemplo, derechos civiles, feminismo) han establecido normas sociales que enfatizan los valores políticos de la izquierda, influyendo sutilmente en individuos de todo el espectro político. Así, los derechistas tenderían a conformarse con estándares sociales ampliamente aceptados, mientras que los izquierdistas estarían más inclinados a buscar siempre nuevas causas que vehiculen la inconformidad y la rebelión. La asimetría observada podría reflejar una tendencia de la derecha a alinearse con lo políticamente correcto, más que por una convicción moral genuina, por ser menos conflictiva. Esta podría ser una razón que explicase la mayor tolerancia de los ciudadanos de derechas hacia las posturas de sus adversarios políticos. Jarret T. Crawford, del College of New Jersey y Mark J. Brandt, de la Tilburg University, en un trabajo titulado Ideological (A)symmetries in prejudice and intergroup bias, también opinan que, aunque «la intolerancia no conoce fronteras ideológicas», los que se llaman a sí mismo «progresistas» son más intolerantes con los conservadores que a la inversa. Quizá esto también nos haga entender el desparpajo que muestra un socialista como Óscar Puente echando la caballería encima a los presidentes de las comunidades afectadas por los incendios cuando el propio Presidente del Gobierno se ha dedicado, simplemente, a tuitear. Y no piensa hacer otra cosa.

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