España por los aires

Esta historia comienza con un detalle arquitectónico en la madrileña calle Virgen de los Peligros, esquina con la Gran Vía. Allí, en la fachada de un local actualmente en obras, existen unas columnas de hierro vistas con la firma de su fabricante: «Fco. Iglesias. Madrid».
Se trata de Francisco Iglesias Angelina, un empresario metalúrgico, autor también de las columnas de la plaza de toros de las Ventas y las que sostienen el toldo de las Cortes en los actos solemnes. Vallecas, donde estaba afincado, entonces municipio independiente, dio en 1929 su nombre a una calle doce años después de su muerte.
La calle Francisco Iglesias fue incluida en la purga del nomenclátor madrileño por el gobierno municipal de Carmena con una mezcla de mentira y de ignorancia, afirmando que estaba dedicada al capitán Francisco Iglesias Brage, al que acusaron falsamente de haber masacrado en la Guerra Civil a cinco mil personas (sic) en la carretera de Málaga a Almería.
Una calumnia que arrojaba al cieno la figura de uno de los ases de la edad de oro de la aeronáutica española en los años 20 y 30. Con el también capitán Ignacio Jiménez Martín, voló en 1929 desde Sevilla a Salvador de Bahía (Brasil) a bordo del Breguet XIX bautizado como Jesús del Gran Poder en una de las grandes hazañas de la aviación de la época.
El tribunal inquisitorial de Carmena pasó por alto en su sentencia la amistad de Iglesias Brage con los poetas García Lorca o Cernuda, como también el encargo que le hizo el gobierno de Azaña una vez instaurada la Segunda República: organizar la mayor expedición realizada hasta entonces al Alto Amazonas.
Pero no se ha limitado a Francisco Iglesias Brage la cacería en estos años de «desmemoria histórica» contra los grandes protagonistas de la edad de oro de la aviación española, estigmatizados por su participación posterior en la Guerra Civil en el bando franquista.
Ahí está también la persecución contra el capitán Carlos de Haya, cuyo nombre ha sido borrado de calles e instituciones públicas, al mismo tiempo que se le rendía homenaje en el Smithsonian Institute en Washington por sus proezas como aviador e inventor aeronáutico.
Baste citar el vuelo directo Sevilla-Bata en 1929, a través del Sahara y la selva del Níger, con el capitán Cipriano Rodríguez, a bordo del Breguet Gran Raid 12-71, así como su famoso Integral Haya que permitió a las aeronaves volar de noche.
Los nuevos inquisidores han tratado también de calumniar el nombre de Haya con la misma acusación que a Iglesias Brage, como supuesto ideador del ataque a la población civil que huía de Málaga. Calumnia más cruel si cabe con Haya, pues en aquella columna iba prisionera su mujer, Josefina Gálvez, detenida por los frentepopulistas después de dar a luz a sus gemelos, uno de los cuales murió por estar separado de su madre.
En la sectaria damnatio memoriae contra los grandes pioneros de nuestra aviación está también el inventor del autogiro, Juan de la Cierva, del que Pedro Sánchez impidió que diera nombre al aeropuerto de Murcia.
También han sido diana Ramón Franco y Julio Ruiz de Alda, tripulantes del Plus Ultra, protagonistas en 1926 de la primera gran gesta de nuestra aeronáutica con el vuelo Palos de Moguer-Buenos Aires junto con Juan Manuel Durán y Pablo Rada. Ni la participación del comandante Franco en la conspiración de 1930 contra Alfonso XIII ni su condición de diputado de ERC en las Cortes republicanas le han eximido de la purga.
El pasado 6 de agosto, aprovechando el periodo vacacional, el Gobierno ha hecho público en el BOE el retrato de sus contradicciones a cuento de la “desmemoria histórica” con una orden de Margarita Robles, ministra de Defensa, para la creación de una comisión de seguimiento del Centenario de los Grandes Vuelos de la Aviación Española.
La nueva comisión se establece precisamente por el aniversario de la hazaña del Plus Ultra en 2026, pero incluirá todos los grandes vuelos de la época, el recuerdo de cuyos protagonistas ha sufrido todo tipo de ataques bajo las leyes de la desmemoria histórica impulsadas desde el propio partido socialista al que presta sus servicios Margarita Robles.
¿Cómo va a celebrar ahora este Gobierno a Francisco Iglesias Brage, Carlos de Haya, Cipriano Rodríguez o Ramón Franco, los tres últimos caídos en acto de servicio en las filas de la aviación franquista durante la contienda española, pero cuyos logros aeronáuticos compara la ministra Robles en el BOE a los de la conquista del espacio?
¿Cómo va a homenajear a Julio Ruiz de Alda, uno de los fundadores de Falange Española, asesinado el 22 de agosto de 1936 en el asalto de la cárcel Modelo por las milicias del gánster anarquista Felipe Sandoval ante la pasividad del Gobierno frentepopulista?
Si por combatir del lado de Franco se cancelaron sus nombres sin tener en cuenta sus proezas aeronáuticas, aquellas que justificaban ayer su homenaje en el callejero y fundamentan hoy la creación de la comisión del Centenario de los Grandes Vuelos de la Aviación Española, en buena lógica las actividades de 2026 deberían empezar por restituir sus figuras al nomenclátor de las ciudades y pueblos del que fueron suprimidos.
La Guerra Civil arrastró a media España contra la otra media. Ahora se quiere hacer culpables a los que no tuvieron más remedio que elegir bando, entre los hunos y los hotros, para que se olvide que los verdaderos culpables fueron otros: aquellos políticos de todo signo que azuzaron a unos españoles contra otros con la exclusiva mira de sus propios intereses mezquinos.
Me permito invitar a los burócratas del odio y el sectarismo de este Gobierno a que imaginen una fotografía. La fecha es julio de 1936. El lugar es el Palacio de la Magdalena de Santander, sede de la Universidad Internacional de Verano.
Allí iba a celebrarse el curso Aerodinámica e Hidrodinámica, con la participación de Juan de la Cierva, inventor del autogiro, y del teniente coronel Emilio Herrera Linares, ideador de otro hito aeroespacial extraordinario, aunque finalmente frustrado, como fue el vuelo estratosférico en globo, para el que diseñó el primer traje espacial de la Historia.
Herrera había firmado la certificación del primer vuelo del autogiro de De La Cierva en el aeródromo de Cuatro Vientos, el 31 de enero de 1923. La foto de ambos en el Palacio de la Magdalena en aquel verano de 1936 finalmente no pudo ser por la suspensión del curso a causa del golpe militar y el estallido de la guerra.
Herrera se mantendrá fiel a la República, de la que llegará a ser presidente del Gobierno en el exilio. De la Cierva, que asesora sobre la adquisición del Dragon Rapide, morirá en un accidente de aviación en Londres antes de que acabe el año.
En aquella imagen que no pudo ser de los dos gigantes de la aeronáutica habría estado retratada la España de los grandes conquistadores del aire y el espacio, la España capaz de elevarse sobre sí misma, la España de la altura de miras, la España de las gestas compartidas más allá de las ideas políticas. Aquella misma España que cayó a tierra, hecha pedazos, por la Guerra Civil.
Qué tremenda ironía que un Gobierno que trabaja contumazmente con sus socios para recrear esta nación derribada y despedazada con el fin de facilitar su definitiva voladura, nos proponga ahora celebrar a los heroicos pioneros, víctimas de su censura totalitaria, que supieron elevar a España por los aires ante la admiración del mundo entero.