Ángel Viñas y compañía: una situación escandalosa

Ángel Viñas y compañía: una situación escandalosa

En la situación actual de la historiografía española sería de desear que Jaime Vicens Vives, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall o José María Jover resucitaran. Sin embargo, esto es poco probable. Y es que nuestra historiografía actual, sobre todo la dedicada al turbulento siglo XX, se caracteriza, particularmente en su sector izquierdista, no sólo por un rotundo espíritu de combate, que convierte al espacio historiográfico en un auténtico campo de batalla, sino también por una actitud exhibicionista de sus representantes más mediáticos.

Hace ya bastantes años, el conocido economista Juan Velarde Fuertes reprochaba al historiador Javier Tusell, en una crítica a su libro dedicado al análisis del golpe de Estado de Primo de Rivera, el “apresuramiento” en el que incurría, cayendo en la trampa de “creer que en el duro mundo de la ciencia la rapidez en la exposición de algo que se conoce tiene algún valor”.

El juicio de Velarde era del todo pertinente, porque la obra de Tusell se caracterizó en todo momento por ese apresuramiento anticientífico y por lo que podemos denominar un exhibicionismo pseudohistoriográfico destinado a saciar su hipertrofiado ego. Hombre de profunda y frustrada vocación política, Tusell pretendió convertirse en una especie de historiador de cámara. Por eso, el objetivo de muchas de sus obras fue, entre otras cosas, liberar a la monarquía de sus claros antecedentes franquistas. En uno de sus primeros libros, La oposición democrática al franquismo, sostuvo que Juan de Borbón fue el máximo opositor a Franco; y que los monárquicos representaban la auténtica alternativa liberal y democrática al régimen nacido de la guerra civil. Una auténtica mixtificación histórica, nada convincente, pero que supuso para Tusell una amplia repercusión mediática, académica y crematística.

Embajador de los nacionalistas en Madrid

Posteriormente, en su libro Juan Carlos I. La restauración de la Monarquía, en el que intentó fabricar lo que he denominado la leyenda del Rey Taumaturgo, un monarca de que no debía nada a la herencia de Franco, sino a la de su padre, Juan de Borbón. Y es que, en realidad, la Monarquía, según él, se restauró por su propia dinámica y en contra de Franco. Además, Tusell se convirtió, desde su columna en El País, poco menos que el embajador del nacionalismo catalán en Madrid. Su apoyo a Jordi Pujol y al conjunto del catalanismo fue incondicional, casi servil. Acusó al Estado español de «genocidio» cultural: e igualmente extendió su apoyo al nacionalismo vasco y gallego. En contraposición, no dudó en calificar al nacionalismo español de «decrépito».

No sin razón, nadie recuerda hoy la obra de Tusell. En realidad, muy pocos tomaron en serio sus tesis sobre la (pseudo) oposición monárquica o sobre el papel histórico de Juan de Borbón. Sus apologías del nacionalismo particularista nos llevaron, primero, a la normalización del discurso particularista; luego, a su consolidación social; y ahora, a la ruptura de la unidad nacional.

Un segundo historiador español caracterizado por su exhibicionismo y espíritu partisano es Ángel Viñas, que, de un tiempo a esta parte, se ha erigido en una especie de führer de la historiografía de izquierdas dedicada a la guerra civil y a la dictadura de Franco. Y es que, desde hace unos años, asistimos en España a una especie de ceremonia historiográfica cuyo protagonista es Viñas. Desde Bruselas, donde reside, Viñas nos endilga, cada año, un libro dedicado, sin excepción, a la exaltación del bando republicano. Su mensaje es tan simple como unidireccional: la II República fue un régimen ejemplarmente democrático y reformista, nada revolucionario; las derechas conspiraron permanentemente contra ella, en defensa de sus intereses materiales de clase; la revolución de octubre de 1934 fue irrelevante; la guerra civil fue un conflicto entre democracia y fascismo; Franco ganó la guerra exclusivamente por el apoyo de Hitler y Mussolini; Stalin no pretendía instaurar una democracia popular en España; el franquismo estuvo inspirado directamente por el nacional-socialismo alemán; Franco fue un vulgar asesino –entre otros, del general Amado Balmes–; un pésimo militar y un corrupto; alguien que, además, prolongó deliberadamente la guerra para matar más y mejor.

Ristra de insultos y diatribas

Tales son algunas de las tesis defendidas, con más pena que gloria, por Viñas en libros como Lar armas y el oro; Guerra, dinero y dictadura; La otra cara del Caudillo; La conspiración del general Franco; La soledad de la República; El honor de la República; El desplome de la República; El primer asesinato de Franco; Sobornos, ¿Quién quiso la guerra civil?, etc. Y todo ello adobado por una ristra de insultos y diatribas contra los que no piensan como él, en particular el hispanista norteamericano Stanley G. Payne: “subnormales”,  “franquistas”, “fascistas”, “infantiles”, “integristas”, afectados por el síndrome de “ansiedad”,  el “miedo a la libertad” y “farsantes”, son algunos de sus calificativos.

La presentación de estos panfletos pseudohistóricos vienen de la mano de un ceremonial muy del gusto de Viñas: entrevistas en El País, Cadena Ser, RTVE, Canal Sur o Infolibre; presentación en el Ateneo de Madrid; recensiones acríticas y ditirámbicas en revistas de izquierda, o por las asociaciones de la memoria histórica. Todo un éxito desde el punto de vista del marketing y del exhibicionismo personal; todo un fracaso respecto a la elaboración de una historiografía genuina.

En cuanto a la trayectoria de Paul Preston, el tercer historiador en liza de esta particular tragicomedia cultural, la he analizado en un reciente artículo. Puede leerse pulsando en el siguiente enlace.

Esta, en definitiva, es nuestra situación. Y me temo que no cambiará en lo sucesivo, al menos en el corto plazo. Con la izquierda en el poder y sus tétricos proyectos de memoria histórica y de comisiones de la verdad, entraremos en la edad de oro del exhibicionismo ramplón de la pseudohistoriografía y del final de la historia profesional. En ello estamos.

  • Pedro Carlos González Cuevas es Profesor Titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED

 

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