Paul Preston: ¿Hispanista antiespañol?

Paul Preston: ¿Hispanista antiespañol?

El estado actual de la cultura española en general y de nuestra historiografía en particular es un fenómeno ciertamente singular, digno de estudio. En ese sentido, uno de los misterios más insondables es el prestigio del que disfruta el hispanista británico Paul Preston en un sector del campo historiográfico español. Y es que, como señaló el filósofo Gustavo Bueno, cada grupo social elige a sus sabios y héroes; pero, al elegirlos, se define a sí mismo, tanto o más que a la persona escogida como paradigma del sabio, del filósofo o del héroe. La elección de Preston como paradigma de la sabiduría histórica significa, en ese sentido, el triunfo no sólo de la mediocridad, sino de una especie de masoquismo nacional.

El pensamiento histórico de Preston viene a ser una curiosa amalgama, a veces contradictoria, de marxismo vulgar, individualismo metodológico, empirismo y, sobre todo, de juicios de valor al servicio de una ideología. Sus obras carecen de análisis cultural; tienen por base una sociología elemental; su modo de argumentar es mecanicista y su enfoque ideológico, radical. En su obra La destrucción de la democracia en España persigue la exculpación de los socialistas en la génesis de la guerra civil, que hacía recaer en el conjunto de las derechas. Idealistas bajo las balas, al igual que Palomas de guerra y Las Tres Españas del 36, destacan por su sectarismo y frivolidad. Su obra más celebrada, Franco. Caudillo de España, es una biografía del dictador español llena de lagunas, basada en materiales absolutamente perecederos. La biografía del anterior Jefe de Estado, Juan Carlos I. El rey de un pueblo, no sólo carece de originalidad y no aporta nada nuevo al tema, sino que incurre en el defecto contrario al de Franco. Caudillo de España, es decir, cae en la apología directa e incluso en el ditirambo. En ocasiones, no parece un historiador, sino un cronista de Hola. En El Holocausto español, Preston llega a caer en la abyección, atribuyendo a las derechas españolas un proyecto de exterminio de las izquierdas, defensoras, según él, de la libertad y de la democracia. El mismo título de la obra resulta tendencioso, ya que intenta establecer un paralelo demonológico entre Hitler y Franco. Sus últimos libros apenas merecen comentarios. El zorro rojo, una simplista biografía de Santiago Carrillo, o El final de la guerra, carecen de interés incluso para el crítico.

Sin embargo, su trayectoria universitaria ha sido muy exitosa, tanto en Inglaterra como en España. Logró la titularidad de la cátedra Príncipe de Asturias de Estudios en la London School of Economics. En 1986 le fue otorgada la Encomienda de la Orden del Mérito Civil. Significativa y fructífera es su relación con el nacionalismo catalán. Desde el primer momento, Preston dio su apoyo al traslado de los fondos del Archivo de Salamanca reclamados por la Generalitat catalana. El 4 de octubre de 2004 recibió el Premio Internacional Ramón Llull. Tres años después fue elegido miembro del Instituto de Estudios Catalanes. Con posterioridad, Josep-Lluís Carod-Rovira firmó un convenio entre el Patronato Cataluña-Mundo y la London School of Economics and Political Science. De esta iniciativa surgió el Observatorio Cataluña-Mundo, una institución cuya presidencia recayó en Preston, y cuyo principal objetivo era, como su nombre indica, promocionar a Cataluña en el mundo. El proyecto contó con un presupuesto de 200.000 euros. Según Carod-Rovira, Preston era la persona más indicada para presidir el Observatorio, porque “tiene una relación muy especial con Cataluña”, “domina el catalán y ha escrito varios libros en esa lengua”. El Holocausto español recibió, además, el Premio Santiago Sobrequés i Vidal de Historia de Cataluña.

Coherentemente, Preston ha dado su apoyo al proceso de secesión catalana en numerosas ocasiones. En septiembre de 2013 recomendó, en la Universidad Rovira i Virgili, a la Generalidad catalana “negociar alianzas” con Europa ante el “inmovilismo” del gobierno español. En Segovia, calificó de “cerril” la actitud del Tribunal Constitucional ante el proyecto de Estatuto de 2007. Poco después, en noviembre de 2014, el nombre del hispanista  aparecía, junto a Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel, Eduard Vallary, Saskia Sassen, Richard Sennet, Bill Shipsey, Ken Loach y Harold Bloon, al frente de un manifiesto titulado Dejen votar a los catalanes, en el que se afirmaba que una mayoría de los ciudadanos catalanes había expresado su deseo de participar en la consulta, una petición que es el “resultado de un largo desacuerdo entre los gobiernos de Cataluña y España sobre el grado de autonomía cultural, política y financiera”. Lo que no se nos dice en ese manifiesto es que ello significaría nada menos que el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Cataluña como nación. Esta posición contrasta con la de hispanistas infinitamente más serios que Preston, como Stanley Payne o John Eliott.

Junto a Noam Chomsky, Preston fue propuesto como observador internacional en el juicio sobre el procès, lo que naturalmente fue rechazado por el Tribunal Supremo. A su entender, el Estado de las autonomías no es más que una artera maniobra de la derecha centralista para diluir la importancia de las “grandes regiones históricas”, como el País Vasco y Cataluña. En una entrevista, cuestionó la independencia del poder judicial español y la prisión de los catalanistas sediciosos. Incluso llegó a sostener que el PP buscó el conflicto catalán para enmascarar su corrupción económica. Y es que, según él, este “odio regional” era “un valor para el PP”.  En un debate sobre “Las raíces históricas de la crisis catalana”, celebrado en la London School of Economics, Preston quedó en ridículo ante historiadores serios como John Elliott o Felipe Fernández-Armesto. Preston sostuvo que el catalanismo adquirió dimensión política como respuesta al centralismo de la dictadura de Primo de Rivera. A lo que Elliott contestó, recordándole los antecedentes en el Sexenio Democrático, la I República y la obra de Enric Prat de la Riba, en la que se negaba a España el carácter de nación, presentándola como un “Estado”. Preston no tuvo respuesta a la crítica de Elliott. Además, Preston llegó a calificar de “escándalo” el encarcelamiento de los sediciosos o las acciones policiales contra los separatistas.

En cualquier caso, su apoyo al secesionismo catalán no han impedido –todo lo contrario- que el hombre de Liverpool haya sido nombrado doctor honoris causa por las universidades de Extremadura, Barcelona, Tarragona, Valencia y Cantabria. En el caso de las cuatro primeras universidades, no me causó extrañeza alguna, ya que allí dominan discípulos y amigos, como Enrique Moradiellos o Alberto Reig Tapia, o simpatizantes del pancatalanismo, como Ismael Saz Campos, o del nacionalismo catalán, como Joan Villarroya o el difunto Josep Fontana. Más asombrosa me pareció la actitud de la Universidad de Cantabria. En esta última, su madrina fue la historiadora María Jesús González Hernández –autora de libros presentistas sobre Antonio Maura y el maurismo, así como de una hagiografía de Raymond Carr-, quien exaltó a Preston, por su “prestigio”, sus “cruciales” y “magistrales” obras, así como por su “generosidad intelectual” y su “compromiso cívico”. Suponemos que con el separatismo catalán. Que Dios le conserve la vista.

  • Pedro Carlos González Cuevas es Profesor Titular de Historia de las Ideas Políticas y del Pensamiento Español en la UNED.

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