España seguirá despertándose libre

Pablo Iglesias pasa por delante de Alfonso Dastis, Soraya Sáenz de Santamaría y Mariano Rajoy
Pablo Iglesias pasa por delante de Alfonso Dastis, Soraya Sáenz de Santamaría y Mariano Rajoy. (Foto: EFE)

Horas, pocas horas. Sensaciones, muchas sensaciones. Y nervios. Hoy, España se pondrá frente al espejo de una urna esperando recibir la imagen de ese nuevo país que le llevará por el mundo en los próximos años. Hoy esta nación se acostará más incierta que antes, con más preguntas sin responder, con un ganador que no se sabrá presidente hasta que el Parlamento en enero le dé el plácet. La resaca de una campaña de típicos exabruptos y vehementes salidas de tono concluye con los últimos trackings que desde Moncloa y Génova se han preocupado por difundir a diestro y siniestra: Podemos puede ser segunda fuerza, y ello alteraría el equilibrio de fuerzas que esperábamos en el futuro tablero político parlamentario. Si tras el escrutinio definitivo de esta noche, esa sensación es cierta, España tendrá un problema. Y Rajoy. Y Rivera. La España retratada de quienes deben posicionarse frente a la España enterrada de los que la quieren extremadamente posicionada. En mi opinión, a Podemos se le hizo largo el 2015, a Ciudadanos se le ha hecho largo el último mes. Cosas de la campaña.

¿Por qué Pablo Iglesias llega al día de hoy disputándole al PSOE el segundo lugar, experimentando y repitiendo el subidón que ya vivió en las municipales de hace unos meses? Principalmente porque ha entendido a la perfección de qué va una campaña. Cuando no tienes la estructura ni la maquinaria de los dos mastodontes políticos que articulan y vertebran España, con tentáculos de influencia y voto cautivo que llega hasta el último pueblo del último rincón del país, tienes que pensar una alternativa que provoque más réditos, aunque el camino sea más largo y extenuante. La decisión de Podemos de bajar al terreno, hablar con los colectivos de diferentes ámbitos y segmentos sociales, propiciar un relato de calle que le devolviera el control radical del mensaje que les vio nacer e identificarse como la verdadera izquierda que puede derrotar a Rajoy tendrá esta noche su respuesta.

Sin embargo, al ser la provincia el distrito, la Ley D’ Hont hará estragos en los partidos nuevos, cuyos votos no se traducirán en escaños proporcionales. Lo advirtieron hace cuatro décadas dos padres de la Constitución como Solé-Tura y Fraga. Cuidado, que este sistema ahora funciona, pero consolida un bipartidismo que puede fracturar a la sociedad, venían a decirnos. Hoy culmina la campaña que más pronósticos ha generado, donde los demoscópicos, sean de cabecera o no, admiten la dificultad de mojarse, de aventurar un resultado cercano a la inminente realidad. Ni siquiera los promedios de sondeos adquieren cientificidad. El volumen de indecisos refleja el cuadro de una nación deprimida, sin ninguna opción que mejore el cansancio ocular y auditivo de un año de eslóganes y mantras.

Una cuestión sí tengo clara. El cambio (entendido como alternativa real y no alternancia ficticia), si llega, no será ahora, sino dentro de cuatro años, cuando Ciudadanos y/o Podemos puedan generar una estructura correcta de funcionamiento interno, mejore la coordinación de cuadros, mandos intermedios y bases, perfile una estrategia comunicativa que oriente y cohesione sus discursos ante medios y sociedad y proyecte una imagen coherente con un relato ya conocido pero no por ello menos adaptable a las nuevas circunstancias. La nueva política se revelará totalmente creíble, cuando, en palabras de Savater, «persiga la corrupción, de todos, no de los otros».

Mañana empieza un sendero en el que el centro deberá consolidarse como opción asentada en el imaginario colectivo. El asalto a los cielos debe sustituirse por el salto a Moncloa. Y eso solo lo puede dar una estructura que en una legislatura (corta) de acuerdos puntuales y pactos por medidas, de quinielas sorprendentes y comisiones a flor de piel, permita aventurarse en territorios hasta ahora patrimonio de los dos grandes partidos. Pase lo que pase esta noche, la histórica participación demostrará que la democracia no es un voto cada cuatro años, y que los nuevos actores prefieren ser activistas a espectadores, más hacedores que mirones, más críticos con voz activa que criticones de voz pasiva. Pase lo que pase esta noche, España seguirá despertándose libre.

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