La España inviable de Pedro Sánchez

sudoku Pedro Sánchez, opinión, Cataluña

Nada descubro si afirmo que Pedro Sánchez es un continuo desmentido de sí mismo. Al modo quevediano, érase un hombre a una mentira pegado, érase una mentira superlativa… Lo es en todas y cada una de sus declaraciones, como aquella del 25 de mayo de 2010 en el Congreso, siendo un simple diputado zapaterista, ante una iniciativa de Rosa Díez sobre la financiación autonómica.

«Nosotros no vamos a aceptar -dijo Sánchez entonces- que se enmiende a la totalidad un éxito colectivo de nuestra historia democrática como es la España autonómica». La cita, como apreciará el lector, no aguanta un segundo la confrontación con el pacto con ERC para investir al nefasto Salvador Illa, mediante la instauración de un «concierto económico solidario» (sic) para Cataluña, en la que ésta recaude y gestione el 100% de los impuestos generados en la región.

Lo que venía a decir Sánchez es que no iba a aceptar una «enmienda a la totalidad» de la España autonómica salvo que la propusiera él mismo, como acaba de hacer al dinamitar la caja común como los golfos apandadores. Curiosa metáfora la de ERC, sobre lo de tener en sus manos «la llave de la caja», cuando si la revientas, como postula Sánchez, no hace falta llave ninguna: sólo precisas tener el saco para llevarte el botín.

Sí, el botín, porque es el fruto del esfuerzo de todos los catalanes y no catalanes que pagan sus impuestos allí, los que apoyan la secesión de Cataluña y los que abogan por una España unida. Porque no tributan los territorios, tributan las personas y las empresas, y la igualdad y la solidaridad entre españoles no puede borrarse de un plumazo con un golpe de mano al margen de la Constitución y la ley.

Aquella declaración de Sánchez en defensa del modelo autonómico, que se revela hoy tan impostada a la luz de sus actos, se producía en los años en que su jefe Zapatero le había dado ya el primer golpe de mazo a la España constitucional con su famosa arenga a los rupturistas: «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán».

De ahí vino el no menos célebre sudoku del desaparecido Pedro Solbes, cuando reconoció como ministro de Economía y Hacienda el quebradero de cabeza que, para la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, suponía la disposición adicional tercera del nuevo Estatuto. A saber, que la inversión del Estado en infraestructuras en Cataluña se equiparara a la participación relativa del PIB catalán en el del Estado.

Solbes hablaba entonces de la imposibilidad de cuadrar el círculo de los presupuestos del Estado por el hecho de tener que garantizar a Cataluña el desembolso de una cantidad no superior a 6.000 millones de euros. Imagínense, pues, qué monstruosidad de sudoku acaba de crear Pedro Sánchez al acordar con sus socios independentistas de ERC que Cataluña se quede con la totalidad de los tributos estatales ingresados en la región: más de 53.500 millones en 2023.

En caso de que este monstruo cobre definitivamente vida, en contra de todos los preceptos constitucionales y legales vigentes, es claro que devorara toda posibilidad de viabilidad de España en muy corto plazo. Hablamos del funcionamiento de sus servicios públicos, como sanidad, educación o transportes; de las oportunidades de modernización y competitividad, y generación de empleo y riqueza, en un momento tecnológico clave; de las respuestas necesarias a retos ya urgentes como el envejecimiento de la población, la paralización de la Justicia o la inseguridad…

Hasta ahora el desafío secesionista enfrentaba a algunos ante la tesitura de reconocer o no la viabilidad de una Cataluña independiente. El paso que ha dado Sánchez confirma que lo que no será de ningún modo viable es España en su conjunto. El precio de la rendición fiscal ante los independentistas será el colapso de la nación, inevitable incluso bajo el disfraz de un falso modelo federal, pues nada más contrario al federalismo que la desigualdad y la insolidaridad.

Ese falso federalismo es el que trata de colarnos Sánchez por el patio trasero de la Moncloa donde, aparte de la promoción de negocios familiares, se están descuartizando todos los principios de la convivencia democrática, empezando por la actuación de un gobernante que cree que su voluntad está por encima de la ley, e incluso de la Constitución. ¿Cómo no va a romper la igualdad entre los españoles el que actúa como si él estuviera por encima del resto de los mortales, y no sólo cuando vuela en el Puma o el Falcon?

Hasta en esto del federalismo encontramos que Sánchez desmiente a Sánchez. El 19 de noviembre de 2014, abogaba en el pleno del Congreso por una reforma constitucional «para recomponer consensos hoy rotos en la vida pública española». Lo decía el que admite hoy que las cúpulas del PSC y ERC desmonten en un cuarto oscuro cuatro décadas de la mejor España contemporánea, como quien desmonta un coche para obtener una peonza.

La reforma constitucional que propugnaba Sánchez pasaba «por avanzar del Estado autonómico al Estado federal». Insistió en ello el 24 de febrero de 2015, también en el Congreso, al asegurar que esa reforma supondría «cambiar el Senado y convertirlo en una verdadera Cámara territorial, clarificar competencias, mejorar la financiación autonómica, aumentar la cooperación, corregir duplicidades y reconocer las singularidades de todos los pueblos y territorios de España sin menoscabar la igualdad entre españoles».

En su opinión entonces, había que «rechazar con total contundencia el independentismo que nos llevaría a la inestabilidad y a la ruptura de nuestra convivencia de toda la vida». Hoy, sin embargo, Sánchez está promoviendo la inestabilidad y la ruptura de la convivencia, por la vía de la supresión de la igualdad y solidaridad entre españoles, para seguir en la Moncloa gracias al independentismo por un puñado de votos.

Como advertirá el lector, en su propuesta de reforma constitucional Sánchez hablaba de «mejorar» la financiación autonómica, no de dinamitarla. Ahora que se propone destruirla, se le olvida proponer la reforma constitucional que hace una década defendía sólo para «mejorarla». Sin duda, en el proyecto de caudillaje que representa Sánchez, el nuevo sistema habrá de ser impuesto por las bravas, fuera de todo cauce constitucional, al conjunto de los españoles.

Cuando el sudoku de Solbes, se dijo que las cuentas públicas ya no eran las cuentas del Estado, sino las de las autonomías. Hoy, con el monstruoso sudoku de Sánchez, las cuentas del Estado son las de una panda de oportunistas decididos a sacar la mayor tajada del pastel de todos los españoles en su propio provecho.

Menudo papelón el del PSOE. Para unos dirigentes socialistas el objetivo es mantenerse en el poder, para otros es poder mantenerse, como demuestran los Espadas y Lobatos de Andalucía o Madrid. Casi nadie rechista al caudillo de Ferraz, mientras ven cómo se derrumba todo a su alrededor aplastando a los españoles y sus esperanzas de mejorar sus vidas para ellos y sus hijos, vivan donde vivan.

Y luego se ríen de que digamos que si Venezuela…

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