Economía: el timo gubernamental

Pudiera ser que para los Ferrovial, Abengoas, los Acciona, etc. les vaya muy bien con el Gobierno progresista (sic), pero tengo para mí que el común de los españolitos las pasan canutas en los días finales de cada mes. Pudiera ser también que esa legión inabarcable de enchufados por Sánchez (incluidas aquí las productoras televisivas -Contreras, La Cometa, Buenafuente, etc.) jamás hayan visto España en tecnicolor como ahora protegidos por el Gobierno.
Los salarios llevan treinta años estancados y cuando se han producido leves subidas la inflación y la general carestía de la vida echan por tierra cualquier remiendo. Los activistas y propagandistas del régimen sanchista respiran por su herida, es decir, porque jamás soñaron facturar tanto.
Corrupción al margen entre la nomenklatura sanchista, superricos a gogó, lo cierto es que hay más de tres millones de españoles en la pobreza, incluyendo los famosos «fijos discontinuos» cuya cifra global el Gobierno se niega hacer público. Por algo será…
En la pretendida bonanza económica sanchista hay mucho camelo, demasiado. Como Sánchez no puede salir a la calle, ni caminar por ningún supermercado, no se entera cómo viven millones de ciudadanos y otros muchos a los que sangra con sus continuas subidas de impuestos. Dicen que es «el Gobierno de la gente» y es precisamente esa gente la que apenas llega a final de mes y realiza recortes en todo, especialmente en temas básicos como la energía, los alimentos y la educación. Los cuentos chinos que pregonan por doquier estallan cuando se acude a las cifras europeas que cuestionan constantemente las que facilitan los sanchistas.
Si hablamos de las condiciones de vida de las nuevas generaciones la cosa empeora gravemente. Están básicamente dedicados a implantar sus dogmas ideológicos (fracasados allí donde se han experimentado) y España funciona mal que bien porque hay una clase profesional y empresarial que tira del carro, entre otras razones porque no queda más remedio.
Estudiosos economistas como José Carlos Díez, nada sospechoso de comulgar con la derecha y la extrema derecha, suelen poner sordina a los desvaríos de un Gobierno apoyado sólo por sus deudos enchufados. Dentro de la macroeconomía hay elementos claramente descriptibles: sangrar al empleador; la mitad de los trabajadores por cuenta del Estado; ofrecimiento de un falso maná progresista; país de fijos discontinuos y, finalmente, gastar dinero público sin mesura ni control.
Un poco de realismo y verdad, señores gubernamentales. Que a la gente que tiene que llenar la nevera no se la puede engañar todos los días durante todo el año.