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En 2016, la Dirección General de Tráfico (DGT) puso en marcha las etiquetas mediambientales para clasificar los vehículos en función de sus niveles de emisiones. Con el paso de los años, estas etiquetas se han convertido en una herramienta clave para gestionar el acceso a las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) que ya funcionan en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, y que son obligatorias en todos los municipios de más de 50.000 habitantes. Sin embargo, expertos, asociaciones ecologistas e incluso algunos sectores de la automoción señalan que la clasificación es «injusta».
¿El motivo? Vehículos poco contaminantes son clasificados con etiquetas que restringen el acceso a las ZBE. Mientras, coches híbridos de gran tamaño, cuyo consumo es muy elevado, pueden obtener las etiquetas ECO o Cero Emisiones. Para solucionar este problema, la DGT está trabajando en una nueva clasificación que entrará en vigor el próximo año 2026, en la que el dióxido de carbono jugará un papel clave.
Nuevas etiquetas DGT 2026
Por ahora, la clasificación de las nuevas etiquetas de la DGT se encuentra en fase de estudio, y la fecha límite para su entrada vigor es mayo de 2026. Cabe señalar que la medida no tendrá carácter retroactivo, por lo que sólo afectará a los vehículo de nueva matriculación.
Con la puesta en marcha de esta medida, los vehículos se clasificarán teniendo en cuenta un factor adicional: las emisiones de dióxido de carbono (CO2), directamente relacionadas con el consumo real de carburante de cada modelo.
El cambio se debe a que el sistema genera situaciones difíciles de entender. Pensemos, por ejemplo, en un coche pequeño de gasolina, de esos que gastan poco y apenas superan los cinco litros a los 100 kilómetros. Sus emisiones de CO₂ son realmente bajas, pero si el modelo tiene algunos años, como mucho puede conseguir una etiqueta C.
En el lado opuesto se encuentran los grandes SUV híbridos enchufables. Sobre el papel, gracias a la homologación, muestran consumos mínimos, pero en la vida real pueden contaminar más que un coche clásico. A pesar de eso, su tecnología les abre el camino a una pegatina ECO o incluso a la preciada etiqueta Cero. Para evitar estas contradicciones, la DGT quiere cambiar las reglas y hacer que la clasificación sea más justa y realista.
«La incorporación de este criterio busca evitar situaciones paradójicas que ocurren actualmente. Por ejemplo, hay coches de combustión con un motor pequeño, que a pesar de no tener ningún tipo de tecnología eléctrica o híbrida, su consumo de combustible es muy bajo y, por tanto, emiten escaso dióxido de carbono. Sin embargo, como son de combustión y no son modernos, no pasan de tener una etiqueta A (sin asignación de pegatina), B o C. Al contrario, ciertos vehículos híbridos de mayor peso con 300 o más caballos de potencia, a pesar de que emiten más emisiones contaminantes que los primeros, reciben directamente del concesionario la etiqueta ECO», señala el RACE.
Y añade: «Al incluir el dióxido de carbono como un nuevo condicionante, se quiere evitar que los vehículos microhíbridos que superen ciertos niveles de CO2 puedan obtener la ansiada etiqueta ECO, muy útil sobre todo, si quieres acceder a alguna Zona de Bajas Emisiones de España, además de aprovecharte de las bonificaciones en algunos tributos como el impuesto de circulación o el de matriculación».
La ‘picaresca’ de las transformaciones a GLP
En paralelo al debate sobre cómo será la nueva clasificación ambiental de la DGT en 2026, existe una alternativa: la conversión de vehículos de gasolina a gas licuado de petróleo, más conocido como GLP. Esta opción se ha consolidado como una fórmula para obtener la etiqueta ECO sin necesidad de cambiar de coche.
El proceso de transformación es relativamente sencillo. Básicamente, se trata de instalar un kit adicional que permite al coche funcionar tanto con gasolina como con GLP. De este modo, el vehículo se convierte en un modelo «bifuel», capaz de alternar entre ambos carburantes en función de las necesidades del conductor. La ventaja inmediata está en la reducción de emisiones contaminantes, pero también en el ahorro económico, ya que el gas es sensiblemente más barato que la gasolina.
Eso sí, no todos los coches son candidatos. La normativa establece que sólo los turismos matriculados a partir de 2006 y que cumplan, como mínimo, la normativa Euro 4, pueden realizar la conversión. El coste ronda los dos mil euros, una inversión que, según muchos usuarios, se amortiza en pocos años gracias al menor gasto en combustible y a los beneficios fiscales que ofrecen algunos ayuntamientos. Una vez completada la instalación y homologación, la Dirección General de Tráfico concede al vehículo la ansiada etiqueta ECO.
En definitiva, la conversión a GLP se ha consolidado como una solución intermedia entre seguir con un vehículo de gasolina tradicional y dar el salto definitivo a la electrificación. Una alternativa real, legal y en auge.