Putin declara un asedio medieval a Mariúpol: semanas de bombas y hambre hasta la rendición
Mariúpol no se rinde: el ultimátum lanzado por Vladímir Putin para que Ucrania entregue la ciudad, enclave estratégico para su avance en el sur del país, ha sido desoído por el Gobierno de Volodímir Zelenski. Ahora, Rusia cumplirá su amenaza: un bloqueo total por tierra y aire durante semanas para que, a base de bombardeos y hambrunas, los habitantes y defensores de la ciudad acaben capitulando. Una táctica similar a los asedios medievales.
O rendición o muerte. Esa fue, básicamente, la elección que Rusia le planteó a Ucrania sobre el futuro de Mariúpol, posiblemente la ciudad más castigada desde que se inició la invasión, con más de 2.500 fallecidos y escenas terribles como el bombardeo del hospital maternal. El ultimátum finalizaba este lunes a las cinco de la mañana hora local, hora del amanecer, cuando las tropas ucranianas debían deponer las armas y entregar el control a las fuerzas invasoras rusas. Algo que no ocurrió. El Gobierno de Zelenski calificó la propuesta de «delirio ruso».
¿Qué pasa ahora con la ciudad? Mariúpol, tras rechazar el ultimátum, se enfrenta a «semanas» de asedio, tal y como ha confirmado el Ministerio de Defensa ruso. Es decir, de bloqueo terrestre absoluto por parte de los blindados identificados con esa Z que ya se ha convertido en símbolo de la invasión.
El asedio que preparan las tropas de Putin es similar a aquel que desplegaron -en una de las primeras decisiones del presidente ruso cuando llegó a su cargo en 1999- en la capital de Chechenia, Grozni. Aquella Doctrina Grozni, basada en bombardeos constantes de artillería sin contemplaciones. A partir del fin del ultimátum, todo se asume como objetivo, sea estructura civil o militar. Por ello, la Cruz Roja ya ha anunciado que espera una verdadera masacre civil en la localidad sitiada.
Además de los bombardeos, los rusos utilizarán sus tropas para que el cerco a Mariúpol evite la entrada de víveres y suministros. Lo que viene en esas «semanas», las que el Kremlin calcula que tardará en venirse abajo la ciudad, es una hambruna. La de Putin no es más que la proyección en el siglo XXI de los asedios medievales con los que los invasores conquistaban ciudades a costa del sufrimiento extremo de sus habitantes. Una táctica de «desnazificación» que, en la práctica, es la misma que los nazis aplicaron en los sitios de Leningrado o Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.
«Personas como rehenes»
El Ministerio de Defensa ruso emitió a última hora del domingo un ultimátum a las autoridades ucranianas para que entregaran la ciudad de Mariúpol y exigían una respuesta antes de las 5.00 horas en Moscú (3.00 horas en España).
«Para salvar vidas humanas y preservar la infraestructura de la ciudad de Mariúpol, (…) la Federación Rusa abrirá a las 10.00 horas –hora de Moscú– de mañana, 21 de marzo, corredores humanitarios desde Mariúpol hacia el este y, tras un acuerdo con Ucrania, al oeste», advertía el anuncio ruso a Ucrania.
La vice primera ministra de Ucrania y ministra para la Reintegración de los Territorios Ocupados Temporalmente, Irina Vereshchuk, ha mostrado su rechazo a la propuesta rusa de entregar la ciudad de Mariúpol, después de recibir por parte de Rusia una carta de ocho páginas donde se condiciona la evacuación de civiles a que el Ejército ucraniano abandone la ciudad.
«Son 8 páginas con un regreso a la historia y otro delirio. Enviaron la misma carta a la ONU, al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y esperaban que las organizaciones internacionales reaccionaran y comenzaran a presionar a Ucrania. Esto no sucederá, ya que el CICR y la ONU entienden que es una manipulación de Rusia y que está tomando personas como rehenes», ha asegurado Vereshchuk.